‘La desigualdad vuelve a crecer’. Gracias al impacto social que las entidades del Tercer Sector medimos y comunicamos otorgamos veracidad a esta afirmación. Según el Informe FOESSA 2022, la crisis de la Covid-19 ha hecho empeorar las condiciones de trabajo y ha hecho crecer las desigualdades, sobre todo, impactando más en colectivos ya de por sí vulnerables.
El principal reto para la intervención social es evitar que estas nuevas situaciones de vulnerabilidad se transformen en crónicas. Y la manera que tenemos para exigir cambios y empoderar nuestra actuación es midiendo el impacto social de nuestras entidades.
Actualmente, hablar de impacto social no es una novedad para nadie. Todo el mundo es consciente de la importancia de nuestras acciones -ya sean a título personal o profesional -, las cuales inciden en la sociedad y, sobretodo, en el bienestar de las personas de nuestro alrededor.
La Fundación Acció Solidària Contra l’Atur, entidad privada sin ánimo de lucro, concede financiación económica y acompañamiento a personas que se encuentran en paro o en situación de trabajo precario que se auto emplean creando y consolidando empleo digno y estable. Desde siempre, como fundación integrante del Tercer Sector, se ha dado por sentado nuestro impacto social. Aunque este, solo se ha comunicado a través de datos cuantitativos (número de personas atendidas, importe medio del préstamo sin intereses otorgado, número de proyectos de auto empleo impulsados, etc.). Como en el resto de entidades sociales, llevamos años haciendo incidencia en la difusión de los números de la atención prestada en el presente.
Pero ¿qué reclaman los nuevos tiempos? Ir más lejos. Partiendo de la máxima de poner a la persona en el centro de nuestra actividad (criterio instaurado en nuestra sociedad, con mayor velocidad, gracias al Covid), debemos tener una visión de nuestra actuación a más largo plazo. Y la medición del impacto social es la clave para ello. Una medición no sólo cuantitativa si no, también y sobre todo, cualitativa.
Aunque somos una fundación con más de 40 años de experiencia y trayectoria, igualmente somos una entidad aprendiz en el tema de la medición del impacto social que generamos. ¿Por qué lo digo? Porqué la gestión de ese impacto implica para la fundación tener un sistema de trabajo, unos procesos, una cultura y unas capacidades internas que, para organizaciones pequeñas o medianas, como es nuestro caso, es un gran desafío. Un reto diario, aun disponiendo de la información y los datos para realizar esa medición.
No partimos de cero. Y las fundaciones, como buenas conocedoras del trabajo en red, podemos ayudarnos de estudios o guías para tal fin y adaptar dichas propuestas a nuestra organización, al mismo tiempo que podemos colaborar, compartir conocimientos e intercambiar ideas y aprendizajes con otras organizaciones del sector. Por ejemplo, con el estudio del Esade Entrepeneurship Institute o la guía de medición de impacto desarrollada conjuntamente por el Grupo de expertos de la Comisión Europea en emprendimiento social (GECES) y la European Venture Philantropy Association (EVPA).
Una hoja de ruta temporalizada que nos permita medir y comprender por un lado, el impacto esperado basado en unos objetivos previos y por otro, analizar y extraer conclusiones mediante unos indicadores de evaluación que permiten mejorar nuestra atención para poder conseguir el éxito de la causa por y para la que trabajamos: promover el trabajo digno a través del auto empleo.
Y algo importante y, quizás, fundamental es tener claro que esta medición del impacto social concierne a todos los miembros de la fundación: patronos, equipo de gestión y voluntariado. Para ello es determinante la cultura organizativa de nuestra entidad. Mi rol, como Responsable de Comunicación, está claramente definido por el papel que juega la comunicación de ese impacto social.
Mame Ndack, hace tres años emprendió con una tienda de tejidos y complementos en Terrassa para poder compaginar su vida profesional y familiar, dado que era madre de tres niños -uno de los cuales requiere y requerirá de frecuente atención médica.
Juan Miguel, mecánico de bicicletas y con experiencia en el sector, en situación de desempleo tras un despido colectivo, montó un taller de reparación de bicicletas (la Bici Rota) meses antes de la Covid-19. En el 2022, debido al crecimiento y evolución del negocio, cambió de local a uno más grande donde poder trabajar con más personas.
Gippsy, divorciada, con un hijo adolescente, con poca red comunitaria y, agotada física y psicológicamente de trabajar en el sector de la hostelería, una vez en paro -consecuencia de la pandemia -, vio que era el momento de auto emplearse con una tienda de productos ecológicos a granel (TerraBCN).
¿Qué impacto social ha generado nuestra actuación? Hemos apoyado la ocupación y sobretodo el emprendimiento de tres personas. Hemos combatido la precariedad y la exclusión social al reintegrar en el mercado laboral a estas personas. Hemos luchado contra la pobreza y la desigualdad mejorando la situación económica, sobretodo de una de ellas. Hemos fortalecido sus relaciones familiares y sociales. Hemos beneficiado su salud mental haciendo posible una conciliación real. Hemos dinamizado la economía generando actividad económica. Y habremos aumentado la comunidad sensibilizada sobre la causa cuando hayan devuelto el préstamo sin intereses, haciendo girar nuestra ‘Rueda de la Solidaridad’ gracias al compromiso, la dignidad y la satisfacción personal que supone ese retorno y, el poder volver a dar soporte a otras personas en situaciones similares.
Si bien todo lo expuesto lo es a grandes rasgos, lo verdaderamente importante es poder mejorar nuestra atención hacia personas como Mame Ndack, Juan Miguel o Gipssy.