Los beneficios físicos, sociales y psicológicos del deporte lo convierten en uno de los pilares para llevar una vida saludable en cualquier persona y, especialmente, en los niños. Integrar la actividad deportiva durante las vacaciones de verano, cuando disponen de mayor tiempo libre para llevarla a cabo, no solo repercute positivamente en su estado físico y anímico, sino que contribuye a mejorar otros aspectos como las habilidades sociales o la construcción de valores, claves para su desarrollo.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud recomienda que los niños y adolescentes practiquen, al menos durante 60 minutos al día, alguna actividad física de intensidad moderada o vigorosa, ya que el sedentarismo conlleva mayor riesgo de sobrepeso y peor salud cardiometabólica y forma física. Además, repercute negativamente en su comportamiento social y conlleva un deterioro en la calidad del sueño.
“El desarrollo físico y cognitivo de los más pequeños mejora considerablemente gracias al deporte, pues contribuye a mejorar la salud y el estado de ánimo e incluso puede influir positivamente en el rendimiento académico. Asimismo, la práctica deportiva propicia un mejor desarrollo de las habilidades físicas y motoras, la creación de hábitos saludables, potencia la capacidad de esfuerzo, la adquisición de valores, la socialización y un mejor descanso”, expone Alejandro Maroto, entrenador personal de BluaU de Sanitas.
Hoy en día, existe una enorme oferta deportiva para los niños, pero hay algunos que les reportan mayores beneficios. Los expertos de Sanitas han elaborado un listado con los más adecuados para el desarrollo físico y personal de los niños:
- Artes marciales: ayudan en el desarrollo de la coordinación de los movimientos, mejorando así la rapidez, la fuerza, la flexibilidad y los reflejos. Además, pueden amoldarse fácilmente al momento del desarrollo individual de cada niño.
- Atletismo: la gran ventaja de este deporte es que permite adaptar las actividades según las habilidades específicas en las que se desee progresar (carreras, saltos, lanzamientos o pruebas combinadas, entre otras). De esta manera, se entrena la fuerza, la resistencia y la velocidad, por lo que mejoran sus capacidades físicas en general.
- Ciclismo: su iniciación es muy sencilla, pues la mayoría de los niños están acostumbrados desde pequeños a montar en bicicleta, una actividad que suele gustarles. Es muy útil porque otorga una mayor resistencia cardiopulmonar, y, como cualquier actividad aeróbica, ayuda a reforzar el sistema inmunitario. También es positivo porque normalmente se practica en el exterior, lo cual posibilita que los niños disfruten del aire libre e incremente su bienestar personal.
- Deportes en equipo: fútbol, baloncesto o voleibol son algunos ejemplos de deportes que permiten trabajar en equipo las capacidades físicas y las habilidades motoras de los niños y adolescentes. Además, al participar con otros compañeros, se fomenta la socialización, la cooperación, propicia la adquisición de valores positivos y se genera una competencia sana.
- Natación: se trata de una actividad física muy completa: mejora la resistencia física, la fuerza, la flexibilidad y ayuda a relajar el cuerpo. Es especialmente recomendable para aquellos que sufren problemas posturales.
Cabe destacar que el deporte inclusivo, aquel que se practica entre niños con y sin discapacidad, y por el que lleva trabajando la Fundación Sanitas más de diez años, aporta múltiples beneficios para todos, más allá del desarrollo de las capacidades físicas y motrices, como el aumento del bienestar y la autoestima, la mejora de la actitud de los jóvenes sin discapacidad hacia sus compañeros con necesidades especiales, un mayor sentimiento de pertenencia al grupo y el desarrollo de la empatía.
“Los deportes comentados anteriormente son muy recomendables porque desarrollan capacidades cognitivas como el autocontrol, la capacidad de aprendizaje y la concentración, aumentan la relajación y regulan el estado de ánimo, reduciendo la ansiedad o el estrés. Igualmente, favorecen la sociabilidad y la autoconfianza, lo que ayuda a los niños a mantener una adecuada estabilidad emocional”, añade Delia García, psicóloga de BluaU de Sanitas.