Antes de los terremotos del mes pasado, la gran mayoría de los niños y niñas del noroeste de Siria experimentaban síntomas de trastorno de estrés postraumático debido al conflicto que comenzó hace 12 años. La devastación del terremoto de magnitud 7,8 del pasado 6 de febrero, y la serie de réplicas y los desplazamientos derivados del mismo, empeorarán aún más las necesidades de salud mental de los niños, niñas y sus familias, según expertos en salud mental de World Vision.
Johan Mooij, Director de la Respuesta en Siria de World Vision, afirma: “Los titulares van desapareciendo, las cámaras se han marchado mientras las pilas de escombros no se han movido, no se han encontrado cadáveres y los niños y niñas, en muchos de los casos, no han podido enterrar a sus padres y seres queridos. Sin embargo, las horribles consecuencias del terremoto y de 12 años de conflicto no son sólo la destrucción visible, sino también el daño mental y emocional. Por desgracia, los niños y niñas del noroeste de Siria no son ajenos a traumas persistentes, generalizados y catastróficos”.
Los expertos en salud mental de World Vision afirman que este nivel de angustia y sufrimiento mental, si no se trata, conducirá a una catástrofe de salud mental que ya estaba creciendo debido al prolongado conflicto en Siria. Un mes después de que el devastador terremoto sacudiera a Turquía y Siria, la respuesta humanitaria aún no ha satisfecho las enormes necesidades de las familias y los niños y niñas sirios desplazados, que sufren desde hace casi 12 años. Es importante que todos los canales de acceso al noroeste de Siria permanezcan abiertos y que las entregas de ayuda se amplíen mediante fondos destinados a la respuesta de emergencia. Solo así se garantizará que se cubran las necesidades de salud mental de los niños y se aborden sus traumas.
Un mes después del suceso
“Fue un día muy duro para nosotros. Estuvimos buscando cadáveres bajo los escombros desde el amanecer hasta la noche siguiente. La acera frente al hospital estaba llena de cadáveres cubiertos con bolsas negras. Algunas familias murieron y no tenían a nadie que las enterrara. Intento contener mis emociones ante ellos, sin embargo, mi estado psicológico no es nada bueno. No soy capaz de proporcionarles nada”, explica un residente de 38 años del noroeste de Siria.
Todavía se está contabilizando la magnitud de los desplazamientos, pero una evaluación rápida de las necesidades llevada a cabo por World Vision entre 322 familias del noroeste de Siria reveló que el 94% de las viviendas y refugios de las familias encuestadas habían resultado dañados por el terremoto y que el 51% tenían sus casas destruidas. La evaluación constató que el 82% se refugiaba en albergues colectivos como consecuencia de estos daños. Además, el 42% de los encuestados informaron de que las instalaciones educativas habían sufrido daños en sus barrios, y el 84% de ellos afirmaron que el terremoto había afectado a la capacidad de sus hijos para acceder a los servicios educativos, lo que a su vez aumenta el riesgo de explotación infantil, trabajo infantil, matrimonio infantil y otros riesgos a los que se enfrentan los niños y las niñas.
Phiona Koyiet, Asesora Técnica Senior en Salud Mental de World Vision, afirma: “La exposición infantil a la adversidad puede dar lugar a una serie de problemas conductuales y emocionales, por ejemplo, una mayor asunción de riesgos, suicidio, comportamient oagresivo y dificultades en las relaciones interpersonales. Resulta muy preocupante el desarrollo del trastorno de estrés postraumático, sobre todo tras sucesos como el reciente terremoto.
Según estudios anteriores, los terremotos están asociados a una mayor prevalencia de trastornos psiquiátricos como el trastorno de estrés postraumático, la depresión y la ansiedad. Antes del terremoto, los niños y niñas sirios ya estaban expuestos a una activación prolongada de los sistemas de respuesta al estrés que puede alterar el desarrollo de la arquitectura del cerebro y otros sistemas orgánicos y aumentar el riesgo de enfermedades relacionadas con el estrés y el deterioro cognitivo, hasta bien entrada la edad adulta.
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