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No muchos saben y conocen la gran relevancia que tuvo la academia y especialmente algunos profesores en los inicios de la Responsabilidad Social y Sostenibilidad, como si recordaron tanto Ramón Jáuregui como Alberto Andreu en las sendas entrevistas anteriores publicadas por Corresponsales con motivo de su 20º Aniversario.
De ahí la importancia de conocer aquellos primeros pasos de la mano de uno de los grandes referentes académicos como es José Luis Fernández Fernández, que rememora en esta entrevista los primeros pasos de la RSE cuando aún parecía casi una utópica ciencia ficción.
Fue a finales de los años 80, cuando Fernández decidió dar un giro a su carrera, orientando su formación filosófica como Doctor hacia la gestión empresarial responsable en la Universidad Pontificia Comillas, donde además dirige la Cátedra Iberdrola de Ética Económica y Empresarial. Desde entonces, ha sido testigo y artífice de la evolución de la ética y la RSE en el ámbito corporativo, muy ligada en los inicios al concepto de ‘calidad total’, ayudando a transformar las empresas en proyectos humanos que generan valor a la sociedad.
“El verdadero desafío no es cumplir la ley, sino hacer lo correcto”
En un contexto empresarial marcado por la “cultura del pelotazo” y la corrupción, Fernández y otros pioneros que él mismo reconoce en la entrevista, como Antonio Argandoña o Josep Maria Lozano (también entrevistados por Corresponsables), fueron los encargados de dar cuerpo académico y visibilidad a una nueva forma de hacer negocios, señalando las deficiencias éticas y promoviendo un cambio necesario. Una de las gestas más significativas de su carrera fue la creación de EBEN España en 1993, de la cual fue presidente durante trece años, convirtiéndola en un referente para abordar la ética empresarial desde una perspectiva más amplia.
El Premio Corresponsables ‘Ramon Mullerat’ profundiza en el origen de algunas de las máximas de la Sostenibilidad: “la Responsabilidad Social no se trata de cuánto gastas, sino de cómo generas el dinero”; “lo más importante en la RSE es que las empresas actúen con una mirada a largo plazo, de forma sostenible”, en una entrevista en la que también homenajea la labor de Corresponsables, un medio que, en sus palabras, “ha sido un referente capaz de concienciar”.
“La ética debe ser la piedra angular de todas las decisiones empresariales”
Como no podía ser de otra manera, José Luís Fernández Fernández finaliza dando importantes consejos a los nuevos académicos y directivos que estudian y trabajan en estos temas, recordando que la RSE debe seguir siendo entendida como un proceso de mejora continua y que la clave radica en hacer las cosas bien, “con una mirada a largo plazo, de forma sostenible”.
A través de esta conversación, Corresponsables rinde homenaje a una de las figuras más destacadas en la historia de la ética empresarial y la RSE, a quien siempre ha guiado la convicción de que “hacer las cosas bien desde el punto de vista ético implica también hacerlas bien desde el punto de vista profesional y económico”.
¿Cómo llegaste José Luís al mundo de la ética empresarial y de la Responsabilidad Social?
Fue entre finales de los años 80 y principios de los 90, yo era bastante joven y en aquel momento desde ICADE me comentaron que necesitaban personas que se dedicaran al ámbito de la ética en la economía y la empresa. Respondí que estaba dispuesto, aunque aclaré que no tenía conocimientos específicos en administración de empresas. Entonces me indicaron que debía realizar un máster en Dirección de Empresas, lo cual efectivamente hice entre los años 1990 y 1992.
Hay que tener en cuenta que yo procedía de la facultad de Filosofía, era un joven doctor en Filosofía por la Universidad Complutense. Fue entonces cuando empecé a tomar contacto con lo que en aquella época se denominaba “business ethics”, que provenía principalmente de Estados Unidos y se estaba comenzando a desarrollar en Europa.
En aquellos años, el desafío era actualizar el discurso ético aplicado a la empresa, trascendiendo las exigencias estrictamente lógicas para plantear las empresas como auténticos proyectos humanos capaces de contribuir significativamente a una sociedad mejor; no solo en términos de eficiencia o generación de recursos, sino también de valores.
“La academia debe seguir impulsando el pensamiento ético en los negocios”
En esa época coincidió también el auge del concepto denominado ‘calidad total’, hacia mediados y finales de los años 90. Si se trataba de calidad total, esta debía contemplar igualmente aspectos intangibles, entre ellos la ética. Allí confluyeron los planteamientos de los ingenieros de calidad total con el naciente concepto de Responsabilidad Social Corporativa (“Corporate Social Responsibility”), término que entonces ya comenzaba a desplazar al de “business ethics”. Esta nueva perspectiva cobró fuerza en España hacia finales de los 90, dando paso a una etapa más conocida y consolidada de la ética corporativa y Responsabilidad Social Empresarial. Sin embargo, la década de los 90 constituye en cierto modo la prehistoria de este movimiento.
Imagino que hablar de estos temas en aquella época parecía cuanto menos ciencia ficción en las escuelas de negocio y en las empresas…
Así es, hablar de estos temas entonces era muy poco frecuente. Sin embargo, tuve la fortuna de entrar en contacto con compañeros académicos que trabajaban en ética empresarial en España, donde éramos aún muy pocos. Entre ellos estaban los grupos de ESADE y del IESE, y nosotros mismos desde ICADE, junto a figuras destacadas como Antonio Argandoña, Josep María Lozano y Domènec Melé.
Fue precisamente en una reunión en Londres donde Antonio Argandoña nos propuso a Josep María Lozano y a mí crear la rama española de la red europea EBEN (European Business Ethics Network). Nos pusimos a trabajar en ello y efectivamente, en 1993, se fundó EBEN España, organización que cuenta ya con 31 años de historia. Tuve el honor de ser su primer presidente, cargo que ocupé durante trece años. Allí comenzamos a abordar la ética empresarial desde una perspectiva más amplia, superando la mera deontología individual del empresario y tratando la organización misma como un auténtico agente ético, moral y político.
“El compromiso con la sociedad empieza por un cambio en la mentalidad empresarial”
En esa época coincidió también el auge del concepto denominado ‘calidad total’, hacia mediados y finales de los años 90. Si se trataba de calidad total, esta debía contemplar igualmente aspectos intangibles, entre ellos la ética. Allí confluyeron los planteamientos de los ingenieros de calidad total con el naciente concepto de Responsabilidad Social Corporativa (“Corporate Social Responsibility”), término que entonces ya comenzaba a desplazar al de “business ethics”.
Esta nueva perspectiva cobró fuerza en España hacia finales de los 90, dando paso a una etapa más conocida y consolidada de la ética corporativa y Responsabilidad Social Empresarial. Sin embargo, la década de los 90 constituye en cierto modo la prehistoria de este movimiento.
“En los años 90, hablar de ética empresarial era un desafío, pero necesario”
¿Qué más recuerdas de aquella importante década de los 90? ¿Cuáles fueron los principales temas que se discutían? ¿Cómo percibías en aquella época a las empresas?
Recuerdo perfectamente la crisis de 1993, justo cuando empezamos nuestro trabajo en esta área. El contexto estaba marcado, en primer lugar, por una profunda crisis económica en España; en segundo lugar, dominaba una cultura empresarial que en aquella época denominábamos coloquialmente la “cultura del pelotazo”, caracterizada por el afán de enriquecimiento rápido y a toda costa, heredada en parte de la tradición norteamericana de los años 80, la época de los “yuppies”.
“La Responsabilidad Social no es una moda, es un cambio profundo en la gestión”
Además, existía en España una preocupante corrupción empresarial, simbolizada por casos emblemáticos como el escándalo de Banesto, con la intervención del Banco de España. Frente a esta realidad, la ética actuaba como un clarín que, aunque quizá no despertaba plenamente las conciencias, sí alertaba claramente sobre lo que no podía ni debía hacerse. Aún no utilizábamos términos como “sostenible”, que se popularizaron posteriormente, pero sí señalábamos las deficiencias éticas y la necesidad urgente de un cambio.
Y, coincidiendo con el cambio de siglo, se comenzó a hablar como bien has apuntado del concepto ‘Responsabilidad Social Corporativa’, de la RSC o RSE…
Así es, lo recuerdo como una época ilusionante, estimulante y, personalmente, muy grata. Se produjo una especie de aterrizaje, en el que claramente se percibía que algo comenzaba a moverse en el ámbito empresarial. El mensaje sobre ética y Responsabilidad Social empezaba a llegar a los gestores, directores y altos ejecutivos, impulsado desde distintos ámbitos. Ya no se trataba solo del discurso de algún académico aislado, sino que se observaba un movimiento más amplio, en el que participaban activamente algunos políticos y periodistas. Recuerdo incluso cuando tú mismo Marcos apareciste por la Comillas a contarme qué ibas a lanzar Corresponsables; ya entonces había gente implicada que trabajaba en ello.
“Las empresas que piensan a largo plazo construyen un futuro más sólido”
En aquellos años, yo mantenía una estrecha amistad con un señor que además actuaba como asesor en el consejo de la Cátedra de Ética Económica y Empresarial, que comenzamos en ICADE en el año 2003. También recuerdo con claridad un viaje que realicé a Boston para asistir a un curso sobre ética en las organizaciones. Allí comprendí con entusiasmo que el ámbito de aplicación de la ética ya no se limitaba únicamente a las empresas, sino que abarcaba a las organizaciones en general, y me ilusionaba especialmente comprobar que allí existían personas específicamente responsables del área ética.
¿Qué recuerdas de esas personas, de esos primeros empresarios y directivos que apostaron por la Responsabilidad Social?
Un momento realmente clave, un auténtico punto de inflexión para la RSE fue la aparición en 2001 del Libro Verde sobre la Responsabilidad Social de las Empresas, que venía de Europa y sobre el que se nos ofreció la posibilidad de trabajar, aportando comentarios, reflexiones y análisis críticos. Este proceso fue sumamente ilustrativo y enriquecedor para todos nosotros. De hecho, fue precisamente entonces cuando conocí a Alberto Urtiaga, quien fundó Forética.
Recuerdo especialmente una reunión de EBEN España que organicé. En aquella ocasión logramos reunir a figuras muy importantes, como Amparo Moraleda, entonces presidenta de IBM, y el secretario general de Comisiones Obreras, con quien tengo una fotografía; tampoco recuerdo exactamente su nombre, pero podría ser José María Fidalgo, un político muy conocido en aquella época, brillante y decidido, que destacaba notablemente en esos años, a principios de los 2000.
“El cambio comienza con la ética, que transforma a las empresas en agentes de cambio”
En aquella reunión participó también Rafael Termes, quien en un momento dado me preguntó si esto realmente tenía que ver con la ética. Yo respondí: “Sí, Rafa, claro que sí. La Responsabilidad Social es una puerta de entrada, una conexión, y permite integrar el interés ético, el buen hacer de la empresa y el comportamiento ético de las personas bajo el paraguas de la responsabilidad social corporativa“. Algunos entonces no lograban verlo claramente, pero muchos otros sí lo percibíamos y concluimos que era necesario continuar definiendo estos conceptos y avanzando en esa línea.
También me viene especialmente a la memoria cuando firmamos el Pacto Mundial en 2004; fuimos recibidos por Su Alteza Real el Príncipe de Asturias (hoy Su Majestad el Rey), en compañía de colegas del Banco Santander, entre ellos Borja Baselga. Ya había por entonces bastantes personas involucradas activamente en estos temas, generándose interlocuciones frecuentes en las empresas sobre Responsabilidad Social.
Todos éramos conscientes de que uno de los principales vínculos que justificaban la responsabilidad social corporativa, aunque no el único, era precisamente el ético. No se trataba solo de cumplir con las leyes y normativas vigentes, sino también de hacer las cosas correctamente. Este criterio lo compartíamos en aquel entonces de forma generalizada con directivos de Telefónica, Mapfre, entre otros, constituyendo prácticamente un axioma: hacer las cosas bien desde el punto de vista ético implicaba también hacerlas bien desde el punto de vista profesional y económico. Todos entendíamos que esto era positivo tanto para la sociedad como para las empresas mismas.
Finalmente, recuerdo con especial satisfacción la época en la que otorgamos el doctorado Honoris Causa a R. Edward Freeman, autor de la teoría de los stakeholders. En aquellos tiempos no era frecuente conocer el concepto de “stakeholder“. Nosotros le concedimos dicho reconocimiento en 2008 y tuve el honor de ser su padrino en la ceremonia. Consideramos que Freeman había desarrollado una visión estratégica y ética de la gestión empresarial, un enfoque orientado hacia un horizonte amplio y de largo plazo, sumamente adecuado para entender la esencia de la responsabilidad social, incluso en contextos difíciles como los de crisis económicas profundas.
Y justo por esas fechas, llegó la grave crisis económica en España y buena parte del mundo, lo que generó importantes dificultades y complicó considerablemente el panorama.
¿Cómo impactó la crisis en la RSE?
Como decíamos, todo marchaba muy positivamente hasta que llegó la crisis financiera global. Se trató nuevamente de una crisis generalizada, cuyo origen radicaba en una mala praxis profesional; no solo se evidenció una ausencia grave de ética, sino también una falta profunda de profesionalidad. Especialmente en el ámbito financiero, los banqueros abandonaron repentinamente la prudencia y el rigor que históricamente habían caracterizado su actividad. La prudencia, que debía ser su virtud esencial, brilló entonces por su ausencia, lo que generó una situación insostenible.
Recuerdo aquella época con tristeza, pues después de un período de cierta euforia inicial que finalmente se desinfló dejando graves consecuencias sociales. En aquel momento, España ya empezaba a consolidar una tradición seria en Responsabilidad Social.
“La crisis económica nos enseñó que la confianza es el mayor activo de las empresas”
En ese contexto de crisis vivimos cierta inquietud e incertidumbre, preguntándonos qué pasaría ante la creciente inflación y, sobre todo, frente a la profunda crisis de confianza generada. Porque lo que realmente se cuestionó fue precisamente la confianza, uno de los valores fundamentales de la sociedad. Cuando la confianza desaparece, la situación se torna insostenible socialmente. Sin confianza mutua no existe futuro posible.
Una pregunta frecuente en aquel momento era: “¿Habrá tocado fondo el interés por estos temas?“. Porque cuando había épocas de prosperidad, parecía que todos tenían interés en gastar en actividades sociales. Sin embargo, desde el ámbito académico siempre insistimos en que el verdadero tema no era cómo gastar el dinero ganado, sino cómo se ganaba ese dinero. El núcleo de la responsabilidad social no estaba en la acción social puntual, sino en definir qué modelo de empresa y de negocio deseábamos, qué concepto teníamos de la empresa y cuál debía ser su rol en la sociedad. En ese terreno había mucha labor pedagógica que realizar, pues algunos sostenían que en tiempos de crisis no había espacio para la responsabilidad social. Nosotros respondíamos que no se trataba de donar o gastar, sino simplemente de hacer las cosas correctamente, con una mirada a largo plazo, es decir, de forma sostenible.
Creo que eso lo entendisteis muy bien en Corresponsables, que también sufristeis la crisis en vuestras propias carnes, pero lejos de achicaros y lamentaros, fuisteis a América Latina, lo que tiene mucho mérito. Corresponsables ha sido un referente capaz de concienciar y de hacerlo de manera abundante y expansiva: haber saltado a Iberoamérica de una manera tan exitosa constituye un verdadero hito que merece ser destacado. Gracias a vuestra iniciativa, habéis generado una referencia sólida en comunicación responsable que ha tenido un impacto enorme. Celebro que sigáis manteniendo ese camino, siempre innovando y evolucionando.
“Gracias a Corresponsables, el tema de la RSE ha logrado mayor visibilidad en los medios, logrando que más empresas se involucren activamente en su implementación”
No me hagas sonrojar…
Es la verdad, para mí es motivo de alegría y orgullo observar cómo disteis el salto hacia América Latina, contribuyendo no tanto a crear, porque allí ya existía un terreno fértil, sino más bien a catalizar ese desarrollo, ayudando a que la gente tomara conciencia de lo que se estaba haciendo en España. En mis visitas a países latinoamericanos como México, Ecuador o Argentina compruebo cómo os conocen perfectamente.
Me acuerdo perfectamente de ti Marcos. La primera vez que oí hablar de ti fue en enero, a principios de la década de los 2000. Fue Josep María Lozano quien me habló de ti, ya que manteníamos una relación muy cercana por motivos obvios: ESADE e ICADE-Comillas pertenecen ambas a instituciones jesuitas, lo que nos llevaba a reunirnos frecuentemente. De hecho, cada enero teníamos una reunión de dos o tres días para conversar sobre estos temas. Fue en una de esas ocasiones cuando Josep María me comentó que había estado hablando contigo y me describió que eras un joven periodista muy inquieto, dinámico y con muchas iniciativas. Recuerdo haber pensado entonces lo positivo que era que empezaran a surgir medios de comunicación especializados en estas cuestiones.
Poco después viniste a verme a ICADE, donde estuvimos charlando. Me comentaste entonces que, además de a Lozano, estabas en contacto con personas como Almagro de Mapfre y otras empresas. Recuerdo claramente haber pensado en ese momento que eras alguien con mucho potencial. De hecho, siempre te he colocado mentalmente en el mismo grupo generacional que Germán Granda. No sé si sois exactamente de la misma edad, pero para mí representáis una generación común, más joven que la mía. Yo mismo ya era más joven que Argandoña y otros compañeros, formando parte de un grupo intermedio, mientras vosotros veníais inmediatamente detrás con una intuición muy poderosa y prometedora.
En lo que se refiere a Corresponsables, antes de que naciera la publicación ya tuve ocasión de prestarte apoyo, me daba cuenta ya entonces que era un sugerente proyecto. Siempre recuerdo con especial satisfacción cuando me invitaste a formar parte del jurado de los Premios Corresponsables. Primero fui miembro del jurado, posteriormente presidente durante varios años, y luego nuevamente miembro. En particular, las ceremonias de entrega de los Premios Corresponsables me han parecido siempre muy destacadas.
“Corresponsables ha sido un referente en la concienciación sobre responsabilidad social, extendiendo su influencia no solo en España, sino también en Iberoamérica”
Por supuesto, vivimos un momento de distorsión importante debido a la pandemia del COVID-19, tras la cual todos experimentamos cierta incertidumbre sobre cómo avanzar. Durante un par de años todo fue distinto y hubo necesidad de reinventarse.
Pero Corresponsables continúa siendo, en mi percepción, uno de esos socios clave que siguen avanzando con mucha fuerza y energía, especialmente en América Latina.. Cuando hablo de vosotros allí, menciono: “Claro que conozco a estos chicos. A Marcos lo conozco bien; además, ha escrito una novela llamada ‘Hijo de Malinche’“. Con esos detalles, demuestro que efectivamente mi relación contigo no es superficial, sino auténtica. Me resulta evidente que gozáis allí de un gran reconocimiento como referentes en vuestro ámbito, un logro que sin duda es mérito tuyo y de tu equipo. Por supuesto, el liderazgo tiene mucho peso en este tipo de éxitos, algo que debe reconocerse claramente cuando sea oportuno.
No sigas que me vas a emocionar José Luís… Tú me has dado mucho más, recuerdo perfecto cuando me asesoraste con mi tesis doctoral y muchas otras anécdotas que siempre recordaré con mucho cariño… Volviendo a la RSE, afortunadamente la crisis remitió…
Así es y posteriormente se produjeron avances importantes. Comenzaron a consolidarse iniciativas internacionales, como los Objetivos del Milenio, que contribuyeron en cierta medida a mejorar la situación. Recuerdo que organizamos un debate en torno al cierre de aquel ciclo de quince años, en el que participaron personalidades relevantes como Jordi Sevilla, exministro español, y Steve Howard, presidente de la Global Compact Table. Estos esfuerzos permitieron avanzar, aunque siempre fuimos conscientes de la necesidad de seguir trabajando y desarrollando estos temas. Luego llegaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y posteriormente el Acuerdo Climático de París, etapas que hemos ido viviendo y que reflejan un progreso claro, aunque moderado.
¿Cómo describiría brevemente la evolución académica del estudio e investigación en ética y responsabilidad social en estos años?
En mi opinión, tal como lo he percibido y vivido, podríamos identificar distintos momentos en esta evolución. En primer lugar, hubo una etapa inicial orientada principalmente a transmitir un mensaje ilusionante y motivador. Posteriormente, llegó un período enfocado en perfilar y aclarar numerosos aspectos conceptuales. Recuerdo especialmente la confusión terminológica que existía entonces, aquella especie de «sopa de letras» en torno a la RSE, la RSC, y todas esas variantes que antes has mencionado. De hecho, publicamos incluso un libro que abordaba precisamente cuestiones semánticas relacionadas con la Responsabilidad Social Empresarial. Realizamos entonces una tarea importante de concienciación y clarificación conceptual. Durante todo ese tiempo continuamos apoyando iniciativas que considerábamos valiosas y de interés.
Más adelante, llegó el momento en el que se generalizó la investigación y docencia de estas materias en prácticamente todas las universidades españolas. Recuerdo que, con mi amiga Anna Bajo, quien actualmente dirige Santander Universidades y que entonces era mi doctoranda, llevamos a cabo un estudio sobre qué se estaba enseñando en España, en qué universidades y cómo se estaba impartiendo esta enseñanza. Personalmente he dirigido más de veinticinco tesis doctorales sobre estos temas a lo largo de los últimos treinta años, lo que me produce una gran satisfacción, especialmente al constatar que todas ellas han aportado al desarrollo de esta área.
¿Qué destacaría del estudio actual sobre estos temas?
Nuestro estudio reveló claramente cómo se estaba consolidando una verdadera cultura académica alrededor de estos temas. Sin embargo, como ocurre a menudo, este proceso también tuvo sus inconvenientes y ahora, no es que el trabajo académico se haya desvirtuado por completo, pero el contexto universitario actual, dominado por la presión constante del famoso principio académico de «publicar o perecer» («publish or perish»), ha condicionado significativamente la producción intelectual.
Las acreditaciones académicas exigen a los profesores e investigadores publicar continuamente, lo cual, aunque positivo en muchos aspectos, también tiene su lado negativo. La principal contrapartida es que muchos investigadores escriben básicamente siguiendo dictados externos, publicando artículos absolutamente autorreferenciales que carecen de verdadera originalidad y aportan poco valor desde la perspectiva de la teoría de la gestión empresarial. En ocasiones, estos trabajos académicos incluyen complejos análisis cuantitativos, modelos de ecuaciones estructurales y otros recursos sofisticados, que aunque pueden garantizar su publicación en revistas científicas de impacto, no contribuyen realmente a avanzar en la comprensión profunda ni práctica de la gestión responsable de las empresas.
En definitiva, los académicos hemos terminado por adaptarnos a esa presión constante, a esa música que nos imponen desde fuera y que aún sigue sonando. Sin embargo, también observamos cómo comienzan a emerger nuevas inquietudes vinculadas a la responsabilidad social y a la ética profesional, especialmente en el marco de la Revolución 4.0. Asimismo, adquieren cada vez mayor relevancia los criterios ESG (medioambientales, sociales y de gobernanza), muy ligados al buen gobierno corporativo, que nos reconectan directamente con la responsabilidad a largo plazo y la ética empresarial.
Desde mi punto de vista, se están produciendo ciertos cambios y ajustes: algunos temas cobran más protagonismo, mientras que otros permanecen algo más ocultos o menos visibles. No obstante, considero que todavía queda por delante un largo camino de reflexión. Sería deseable que las futuras generaciones académicas no se centren exclusivamente en publicar artículos para revistas científicas destinadas únicamente al consumo interno, sino que desarrollen investigaciones útiles, pensadas para divulgar ideas sobre la buena gestión empresarial. Nuestro papel debería ser también ayudar a empresarios y directivos a identificar las claves necesarias para una gestión eficiente, responsable y alineada con un propósito claro y bien definido. En definitiva, creo firmemente que si contamos con personas que mantengan la capacidad crítica y reflexiva, tendremos asegurado un futuro prometedor; en caso contrario, el panorama será ciertamente preocupante.
Finalmente, aunque ya has ido mencionando algunos, ¿qué otros cambios significativos has observado en la Responsabilidad Social desde que comenzaste hasta la actualidad?
En sus comienzos, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) no formaba parte de la agenda corporativa; hoy, sin embargo, se ha convertido en un elemento habitual del paisaje gerencial.
Ahora bien, eso no significa que se haya alcanzado plenamente el objetivo: todavía queda mucho camino por recorrer. En este ámbito, cualquier actitud triunfalista estaría totalmente fuera de lugar.
La RSE debe entenderse como un proceso continuo de mejora, orientado a construir una sociedad más humana y justa, a través del compromiso auténtico de la empresa con su papel en la sociedad.
Con el tiempo, los enfoques han ido evolucionando, aunque en ocasiones tengo la sensación de que la opinión pública se queda en aspectos superficiales, dominados por la moda, sin profundizar en la verdadera esencia del tema. Por eso, considero fundamental seguir reflexionando y profundizando en esta materia.
Alguna otra lección aprendida a lo largo de tu dilatada carrera…
He aprendido que es esencial seguir apostando por una empresa que busque ser cada día más y mejor empresa. Una empresa que no pierda su identidad: que no se convierta en una extensión de una agenda gubernamental, ni que se confunda con el rol de una ONG. La clave está en que la empresa actúe desde su propia naturaleza, con excelencia y responsabilidad.
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