La pandemia Covid-19, y su consiguiente crisis económica y social, modificó abruptamente la agenda corporativa. Por un lado, las nuevas tecnologías permitieron que millones de personas alrededor del mundo puedan seguir trabajando, educándose, socializando y consumiendo desde sus domicilios. Pero, por el otro, la cuestión ambiental se vio postergada y relegada. Tan dramática y evidente fue esta postergación que, hasta los propios organismos reguladores ambientales de Estados Unidos y China aprobaron en 2020 relajar las normas y controles a las industrias.
De esta forma, las concentraciones de gases de efecto invernadero de la atmósfera, por ejemplo, siguieron en niveles récord y continuaron aumentado, y las emisiones, que se habían reducido sutilmente en el primer semestre de 2020 a causa de la pandemia, regresaron a los niveles previos a Covid-19, según señala un informe reciente de las Naciones Unidas.
Los últimos cinco años (2016-2020) fueron los más cálidos registrados y la década que finalizó (2011-2020) fue la más cálida registrada. La última vez que el planeta estuvo tan caliente como en 2020, se estima que fue hace 125.000 años y un informe de la ONU señaló que las emisiones de GEI crecieron en la última década en un 1,4% por año. Finalmente, un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM-ONU), que se dio a conocer esta semana, en base a nuevos datos climáticos alerta que existe un 90% de probabilidades de que, al menos, un año del período comprendido entre 2021 y 2025 se convierta en el más cálido jamás registrado, desbancando así a 2016 del primer puesto.
A su vez, hay un 40% de probabilidades de que, por lo menos en uno de los próximos cinco años, la temperatura media anual del planeta supere transitoriamente el umbral crítico de 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales. Y, además, esas probabilidades aumentan con el paso del tiempo.
Por ello, si 2020 fue el año que puso a prueba la agenda ambiental y del desarrollo sostenible, el 2021 tiene que ser el año para consolidar estos compromisos. Porque, además, los problemas surgidos con la pandemia no reemplazan las condiciones críticas preexistentes en materia ambiental y climática, sino que se suman y, sin dudas, retomar con fuerza esa agenda sustentable será de gran ayuda en la salida de la crisis.
La agenda climática, por ejemplo, ocupará un lugar destacado en la cumbre de líderes del G-7 que se celebrará en el Reino Unido del 11 al 13 de junio, en el camino hacia la COP 26 que se realizará en noviembre en Glasgow. Asimismo, como una señal auspiciosa en este sendero, la Agencia Internacional de Energía acaba de emitir su reporte sobre el mercado de las energías renovables, donde señaló que “están más fuertes que nunca”.
La energía renovable se expandió en 2020 al ritmo más rápido en dos décadas. Y la cantidad de electricidad renovable agregada en 2020 marcó el mayor aumento interanual desde 1999.
Esto demuestra que alcanzar cero emisiones para 2050 es posible, pero requiere profundizar y acelerar el cambio en cómo se produce, transporta y usa la energía a nivel mundial. Y aquí el papel de las empresas sigue siendo fundamental, porque ya se agotó el tiempo del discurso y resulta urgente profundizar la acción y escalar la ambición en las metas hacia una economía circular, las energías limpias y renovables, la reconversión productiva y un compromiso pleno con la Agenda 2030, que nos permita no solo superar la actual coronacrisis, sino incluso evitar otras futuras.