Argentina, Uruguay y Chile atraviesan en estos momentos una sequía extrema y las temperaturas más altas de las últimas décadas, que provocaron grandes pérdidas en las cosechas, ponen en riesgo la seguridad alimentaria, el acceso al agua, la salud y también los ecosistemas de la región.
Según el Servicio Meteorológico de la Nación, que recopila datos desde 1961 en Argentina, con el tercer año consecutivo del fenómeno climático de “La Niña” que ocasiona menores lluvias a las normales, este fue el verano más cálido en los 62 años que existen registros, y el febrero más seco, con casi un 42% menos de precipitaciones que el promedio.
En Argentina se estima que las exportaciones agrícolas caerán un 28% en comparación con los niveles de 2022 y, según informes de la Atribución Meteorológica Mundial, la sanidad de los cultivos será la peor de las últimas cuatro décadas.
En Uruguay casi cien mil habitantes ya están sufriendo la falta de acceso al agua potable y el acceso al agua para los cultivos y el ganado también es limitado.
Y Chile, según el último informe de la Organización Meteorológica Mundial, está atravesando la sequía más larga de la región en al menos mil años.
En este contexto, la celebración del día mundial del agua asume un nuevo significado trascendental.
Desde hace exactamente 30 años, cada 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua. El lema elegido para la celebración de este año es “Acelerar el cambio”. Dadas las graves consecuencias de la falta de acceso al agua y saneamiento de millones de habitantes del planeta, Naciones Unidas, en su Conferencia a desarrollar del 22 al 24 de marzo, se propone adoptar la Agenda de “Acción por el Agua”, con el fin de acelerar la adopción de medidas que ayuden a transformar la manera en que se gestiona el agua.
Una reciente investigación de GlobeScan destaca el impacto global del aumento de la escasez de agua, que está alterando las sociedades, el ambiente y las economías.
A nivel mundial, el 58% de las personas consultadas considera que la escasez de agua dulce es un problema “muy grave”. Y particularmente, son los latinoamericanos quienes más se preocupan por el acceso al agua.
La preocupación por esta escasez se ha incrementado en los últimos años, desde un 48% en el 2014 al 61% en el 2022, principalmente, entre 17 países, entre los cuales se encuentra Argentina.
En Argentina, Corea del Sur, Vietnam, Colombia, Alemania y Perú creció fuertemente la preocupación por la escasez de agua en el último año. Y la mayoría de los encuestados en Colombia, Italia, México, Perú y Turquía dicen que su vida personal está siendo altamente afectada en por la escasez de agua.
Según datos de Naciones Unidas, tres de cada diez habitantes del mundo carecen de acceso a servicios de agua potable seguros y seis de cada diez carecen de instalaciones de saneamiento gestionadas de forma segura.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha manifestado en varias ocasiones que el 85% de las causas de enfermedades y de muertes en el mundo, se asocian con el agua contaminada y la carencia del líquido.Por ejemplo, la diarrea es la segunda causa de muerte en niños menores de 5 años y representa el 43% de las muertes debidas a enfermedades relacionadas con el agua. Asimismo, el 50% de los casos de desnutrición en el mundo están vinculados con diarreas repetidas o infecciones intestinales.
La mitad de todas las camas de hospital del mundo están ocupadas por quienes sufren de enfermedades ligadas a agua contaminada. Más gente muere por estas enfermedades que como resultado de todas las formas de violencia, incluida las guerras.
En América Latina se reportan anualmente unas 150.000 muertes por enfermedades hídricas, 85% de las cuales ocurren en niños menores de 5 años.
En Argentina, unos siete millones de personas no cuentan con servicio de agua potable, con una cobertura más baja en zonas rurales que en áreas urbanas. Además, casi veinte millones de personas no cuentan con cloacas.
La falta de agua y saneamiento es una afrenta al género humano y más inadmisible aún en una América Latina con tanto potencial. Vulnera el derecho a la vida y la dignidad de millones, y es éticamente intolerable.
Por todo ello, el cuidado del agua y la satisfacción del derecho al agua y saneamiento, no son solo responsabilidad de los organismos internacionales y las políticas públicas, sino que también requiere el firme compromiso e involucramiento de múltiples actores: gobiernos locales, universidades, empresas, sociedad civil y ciudadanos.
Esta tribuna forma parte del Dosier Corresponsables “Dia Internacional del Agua”