La familia es el primer entorno de socialización y cuidados de todas las personas. A pesar de que lo que entendemos por familia varía según el momento histórico, social y geográfico en el que nos ubiquemos, existe un consenso internacional respecto a la centralidad que la misma posee para el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes. La Convención Internacional de los Derechos del Niño establece que vivir en familia no es sólo algo deseable o esperable para la vida de un niño, sino que se constituye en un derecho que el Estado debe garantizar.
Existe una gran cantidad de formas de organización familiar que, alejadas de la clásica familia nuclear, forman parte del abanico de posibilidades que existen cuando se piensa en garantizar a niños y niñas el derecho a vivir en familia. A pesar de sus diferencias, lo que todas ellas tienen en común es la función que se le atribuye, tanto a nivel social como jurídico: el deber de cuidado y protección de sus miembros. Concretamente, nuestro código civil y comercial establece que son las familias las encargadas del cuidado y la protección de niños y niñas, pero advierte que es el Estado quien debe garantizar a las familias todos los medios y el apoyo para que éstas puedan cumplir su responsabilidad de cuidado. Esto implica entre otras cosas asegurarles los medios materiales de supervivencia, la garantía de los derechos básicos de todos sus miembros y el acompañamiento de aquellas situaciones particulares que así lo requieran.
En Argentina, las medidas excepcionales de separación de niños, niñas y adolescentes de su medio familiar se constituyen en muchos casos en el único recurso que se utiliza para proteger sus derechos cuando éstos se ven vulnerados. Esta es una realidad dolorosa que viven más de 9000 niños y niñas en nuestro país y que debe ser revertida. En 2019 la Organización de las Naciones Unidas destacó en una resolución específica sobre la temática, la importancia de que los países miembro se comprometan a trabajar en evitar las separaciones innecesarias a través de políticas de fortalecimiento familiar y comunitario, hoy escasas e insuficientes, para dar respuestas que garanticen el interés superior de los niños.
Es por eso que urge un Estado más presente, que apoye a las familias, especialmente las más vulnerables y les brinde las condiciones de vida necesarias para que puedan cuidar: una vivienda digna, acceso al agua potable, servicios públicos de cuidado infantil desde la primera infancia, acceso a la educación, acompañamiento para el fortalecimiento familiar cuando sea necesario, entre otras. Es fundamental tener en claro que las familias no son ni deben ser las únicas responsables del cuidado infantil.
La situación de aislamiento social preventivo y obligatorio puso en evidencia la imposibilidad de las familias de cuidar solas, justamente porque se supone que no deben hacerlo de ese modo. Necesitan de la escuela, los centros de salud, las organizaciones comunitarias, los servicios de salud mental, el acompañamiento en la crianza. Precisan de todas estas y tantas otras instituciones para poder sostenerse en la tarea diaria de cuidar y más aún en un contexto como el actual.
La contingencia nos obliga a pensar alternativas para seguir acompañando, para que, a pesar del aislamiento preventivo, las familias no queden aisladas de la trama social que les permite garantizar sus funciones. En Aldeas Infantiles SOS Argentina continuamos sosteniendo el trabajo de fortalecimiento familiar, pero, al igual que las tantas organizaciones sociales que trabajan en todo el país, necesitamos políticas de Estado que nos permitan continuar con esta labor impostergable. Es urgente que el fortalecimiento familiar forme parte de las prioridades de Estado en un contexto que afecta de modo tan directo las tareas de cuidado y la convivencia familiar.
En este Día de la Familia la necesidad de políticas públicas que sostengan el derecho de cada niño y niña a la convivencia familiar está más vigente que nunca. El trabajo articulado entre los múltiples actores que formamos parte de la sociedad puede acompañar y atender la compleja tarea que implica cuidar, pero sólo será una realidad si el Estado y sus políticas lo reconocen como tal.