“La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza”. (Laudato si, Cap. 6.II. Párrafo 215)
En el mes de junio son cuatro las fechas conmemorativas planteadas por la UNESCO que nos recuerdan nuestra responsabilidad para con el cuidado del planeta:
Los días mundiales del ambiente (5/6), de los océanos (8/6), de la lucha contra la desertificación y la sequía (17/6) y de la biodiversidad (22/6).
La Encíclica Laudato si propone una cosmovisión en la que el ambiente, el clima y la tierra no pueden considerarse en forma separada de la dignidad humana. Es por ello que, como docentes, padres o ciudadanos, tenemos la compleja tarea de enseñar a niños y jóvenes a pensarse como parte indisociable de dicha ecología integral.
“La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente” –afirma el Sumo Pontífice.
De ahí la importancia fundamental de fomentar, desde las aulas y los hogares, la solidaridad intergeneracional, dado que se trata de una cuestión básica de justicia: transmitir, a quienes nos sucedan, la tierra recibida en préstamo.
Algunas cifras preocupantes
“Somos los dinosaurios y al mismo tiempo el asteroide. Caminamos hacia la extinción” (Cyril Gutsch, 2017). Según la ONU, a nivel planetario, se extinguen entre 100 y 150 especies animales o vegetales cada día y se pierden 15.000 millones de árboles por año. Por otro lado, en la última década, la producción de plástico superó a la de todo el siglo pasado. Y dado que actualmente es de 1 millón la cantidad de botellas que se compran por minuto, es posible que en el 2030 los océanos -tres cuartas partes de la superficie de la Tierra- lleguen a albergar más de este material, que peces.
Por fortuna, no son pocas las empresas que eligen unir sus esfuerzos a favor de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la ONU en el año 2015, muchos de los cuales hacen referencia a la protección del ambiente:
- “Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos” (ODS 6)
- “Asegurar el acceso a energías asequibles, fiables, sostenibles y modernas para todos.” (ODS7)
- “Tomar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos” (ODS 13)
- “Conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, mares y recursos marinos para lograr el desarrollo sostenible” (ODS 14)
- “Proteger, restaurar y promover la utilización sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar de manera sostenible los bosques, combatir la desertificación. Detener y revertir la degradación de la tierra. Frenar la pérdida de diversidad biológica” (ODS 15)
Los problemas ambientales son inseparables de los contextos humanos, familiares, laborales o urbanos, así como del vínculo de cada persona consigo misma, con el ambiente y con los demás.
Por esta razón, desde la Encíclica Laudato si, se hace hincapié en la necesidad de enseñar y aprender con una mirada integral.
Si aquellos que nos dedicamos a la educación a lo largo de la vida -tal como plantea el ODS N°4- nos comprometemos hoy a promover esta noción, estaremos más cerca de lograr que cada adolescente se convierta en un adulto sensible y responsable frente a estos temas.
Solidaridad intergeneracional para salvar al mundo
“Dentro de algunas décadas, la relación entre el medio ambiente, los recursos y los conflictos será tan obvia como la conexión que vemos ahora entre derechos humanos, democracia y paz” (Wangari Maathai, Premio Nobel de la Paz 2004)
Si, como ha dicho Benedicto XVI, “cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales”, proponer espacios de reflexión acompañado de acciones concretas de servicio a la comunidad, podría favorecer la toma de conciencia acerca de dichas problemáticas, así como la búsqueda de soluciones en ese sentido.
No olvidemos que el significado literal del vocablo mundo -del latín mundus- es: “limpio, ordenado”. Ser custodios de lo creado también supone respetar el vínculo que nos une tanto a quienes nos precedieron, como a aquellos que nos sucedan, entendiendo que merecen encontrar un planeta en buenas condiciones.
Es que la paz se niega a nacer en una tierra resquebrajada por la falta de diálogo. Sólo brota si antes hubo: intención de sembrarla, esfuerzo sostenido por esparcir sus semillas y la firme decisión de compartir el fruto desde el alma, para lograr que el mundo sea, de nuevo, mundo…