El informe de Desarrollo Humano 2024 del PNUD sobre Chile ofrece un análisis detallado y preciso de las principales deudas sociales y desafíos estructurales del país, pero sus recomendaciones para avanzar hacia un desarrollo sostenible se quedan cortas en términos de innovación y transformación. El documento reconoce acertadamente que, a pesar de los avances durante las primeras décadas de la transición, la ciudadanía aún percibe que las deudas más importantes, como las deficiencias en salud pública, las pensiones insuficientes y la persistente desigualdad de ingresos, no han sido resueltas. Estas preocupaciones, junto con el aumento de la delincuencia, han generado una creciente frustración en la población, que responsabiliza a los líderes políticos y al empresariado por el estancamiento y deterioro que experimenta el país.
El informe también aborda con acierto la situación económica estructural de Chile, destacando las preocupaciones sobre el modelo de desarrollo basado en la extracción de recursos naturales, que ha llevado a una notable degradación ambiental y a una concentración extrema de la riqueza. Este modelo ha generado una estructura exportadora limitada a productos de bajo valor agregado, mientras que el crecimiento económico se ha desacelerado desde la década de 2010, acompañado por un estancamiento de la productividad y una escasa inversión en investigación y desarrollo. A pesar de estos problemas identificados en el diagnóstico, el informe del PNUD insiste en promover el crecimiento económico como la principal vía para avanzar en el desarrollo humano sostenible, una perspectiva que parece repetir errores del pasado al confundir crecimiento con desarrollo.
Al priorizar el crecimiento económico sin considerar otros aspectos fundamentales del desarrollo, como la calidad del empleo, la equidad regional, la inclusión de las pequeñas y medianas empresas, y la igualdad de género, el informe del PNUD ignora las complejidades y desafíos específicos que enfrenta Chile. La insistencia en un crecimiento económico sin apellido, como ha sido el caso en otros contextos, no garantiza un desarrollo sostenible ni resuelve las desigualdades estructurales que persisten en el país. Ejemplos como el de Guyana, que experimentó un crecimiento económico espectacular gracias a la explotación de nuevos recursos naturales, demuestran que el crecimiento por sí solo no conduce necesariamente a un desarrollo sostenible.
Resulta curioso que el PNUD destaque la importancia del crecimiento económico como motor del desarrollo, cuando en su propio diagnóstico expresa preocupación por la falta de diversificación en la canasta exportadora y los impactos ambientales negativos del modelo extractivista. Si bien el informe señala estos problemas, no los cuestiona a fondo en sus recomendaciones, lo que limita su capacidad para proponer cambios estructurales que realmente puedan transformar el modelo de desarrollo chileno. El extractivismo no solo contribuye a la concentración de la riqueza y a la degradación ambiental, sino que también limita el potencial de innovación y diversificación de la economía, perpetuando desigualdades y creando empleos de baja calidad.
La conclusión lógica que debió haber propuesto el informe del PNUD es la necesidad de modificar el modelo extractivista, en lugar de simplemente insistir en un crecimiento económico sin una base más equitativa y sostenible. La experiencia de otros países de América Latina, como la enfatizada por la CEPAL, subraya la importancia de desarrollar políticas productivas que generen empleo de calidad y promuevan la diversificación económica, algo que el extractivismo no puede ofrecer. Para Chile, esto significa avanzar hacia una industrialización sostenible, que integre nuevas tecnologías y promueva la innovación, al tiempo que aborda las necesidades sociales y ambientales de manera integral.
La reforma constitucional no prosperó, la demanda ciudadana por mayor equidad y un rol más activo del Estado en la promoción de cambios sociales sigue siendo fuerte. La ciudadanía chilena, que continúa insatisfecha con las desigualdades persistentes, puede desempeñar un papel crucial en la transformación del modelo de desarrollo del país. Solo a través de un enfoque verdaderamente integral que vaya más allá del simple crecimiento económico y que se centre en la sostenibilidad, la justicia social y la diversificación productiva, será posible avanzar hacia los objetivos de desarrollo del milenio promovidos por Naciones Unidas y responder adecuadamente a las demandas de la sociedad chilena.
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