El cambio climático y la deuda se han convertido en dos problemas profundamente interconectados que afectan a los países más vulnerables, creando un “círculo vicioso” que limita sus oportunidades de desarrollo y sostenibilidad. Según Juan Camilo Cárdenas, economista y miembro del Comité de Expertos que presentó un informe al FMI y al Banco Mundial, los niveles de endeudamiento en países de ingresos bajos y medios reducen sus espacios fiscales, lo cual restringe sus capacidades para financiar políticas de protección ambiental y de transición hacia una economía más sostenible. Esta situación es especialmente grave en naciones que ya enfrentan dificultades para enfrentar eventos climáticos extremos, una realidad que, con el paso del tiempo, solo empeora su situación económica y ambiental.
El informe preliminar presentado en Washington pone en evidencia el impacto de la deuda sobre los esfuerzos de sostenibilidad en los países en desarrollo, y fue respaldado por naciones como Francia, Alemania, Kenia y Colombia. La alta deuda limita los recursos públicos que estos países pueden destinar a proyectos de energía limpia, protección de ecosistemas y adaptación al cambio climático. Esta falta de inversión en sostenibilidad no solo perjudica a los gobiernos, sino también al sector privado, que comienza a enfrentar las consecuencias económicas del cambio climático. Según Cárdenas, las aseguradoras y reaseguradoras ya están alertas ante estos riesgos, pues ven cómo el cambio climático amenaza directamente sus finanzas al incrementar las probabilidades de desastres naturales que generan pérdidas millonarias.
El informe también subraya que las instituciones financieras globales, como el FMI y el Banco Mundial, tienen la oportunidad de incorporar el análisis de riesgos ambientales en sus evaluaciones de sostenibilidad de deuda, facilitando la creación de acuerdos de “deuda por naturaleza”. Este enfoque permitiría que los países reciban alivio en sus deudas a cambio de compromisos de conservación ambiental y reducción de emisiones. Un ejemplo reciente de este tipo de acuerdos es el caso de Ecuador, que logró negociar una reducción de su deuda comprometiéndose a proteger las Islas Galápagos, un ecosistema de importancia crucial para la biodiversidad en el océano Pacífico.
En última instancia, la interrelación entre cambio climático, deuda y desarrollo económico requiere de un replanteamiento de las políticas globales para fomentar modelos de financiamiento innovadores que alivien la carga de la deuda y, al mismo tiempo, promuevan la sostenibilidad. Esto no solo beneficiaría a los países en desarrollo, sino también a la economía global, al reducir los impactos climáticos que podrían poner en riesgo al sistema financiero internacional.
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