La semana pasada llovió un poco más de 20 milímetros en Santiago y la ciudad colapsó. Calles inundadas, canales desbordados y cortes generalizados de luz eléctrica generaron impactos en la población. Claramente la ciudad nunca ha estado preparada para enfrentar este tipo de fenómenos meteorológicos y las autoridades se han vuelto expertos en buscar culpables en vez de realizar un “mea culpa” de la mala planificación territorial que se ha tenido por siempre en nuestro país.
Primero, no es novedad que Santiago se inunde con “fuertes” precipitaciones si la zona de amortiguación de la escorrentía se encuentra tapada con cemento. La zona del pie de monte andino es una zona de deposición de materiales arrastrados por el agua proveniente de las precipitaciones caídas en la Precordillera. Sin embargo, durante la última década, esta zona ha sido sobreexplotada producto de los proyectos inmobiliarios que han hecho cambiar la cota máxima de construcción, de 900 a casi los 1.200 metros sobre el nivel del mar, con una muy mala planificación en miras del desarrollo sostenible.
Según el Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS) de 1994, vigente a la fecha, esta zona fue definida como área de preservación ecológica, y sólo se pueden construir recintos científicos, culturales, educativos o recreativos, pero la realidad dice otra cosa. En esta zona, actualmente, existen cerca de 476 ha edificadas, lo que traerá como consecuencia, en un futuro cercano, un gran impacto en la población que habita estas zonas de riesgo, producto de la ocurrencia de aluviones y deslizamientos cada vez más latentes relacionados con el Cambio Climático.
Segundo, tampoco es novedad que durante un sistema frontal la luz se corte, si el tendido eléctrico se encuentra en un 90% en superficie, con cables amarrados entre ramas de árboles añosos. Esto es, nuevamente, una mala planificación territorial, donde no se considera la realidad geográfica a la hora de pensar el crecimiento de una ciudad. Era evidente que la explosión inmobiliaria que ha tenido Santiago estos últimos años, ha obligado a las compañías eléctricas a aumentar la conexión a la luz, sin embargo, no puede ser que nadie haya pensado en la vulnerabilidad que significa tener los tendidos eléctricos en la superficie, más aún cuando el tema del Cambio Climático ha sido planteado por organismos internacionales desde hace más de 10 años. Exigir ahora el soterramiento de los cables, garantizando la prestación de uno de los servicios básicos de una comunidad, no es más que una medida parche de algo mal hecho.
Entonces, ¿es razonable culpar a la Dirección Meteorológica de Chile de los impactos sufridos por la ciudad, al no haber realizado predicciones certeras en cuanto a la cantidad de precipitaciones esperadas – sabiendo la complejidad del fenómeno altamente dinámico – y no asumir de una vez por todas que los 8 o 23 milímetros de agua caída no son los responsables de los cortes de luz ni desbordes de canales?
Mientras no se logre ver que el Riesgo de Desastres es una variable fundamental en la Planificación para un Desarrollo Sostenible, la población de Santiago seguirá altamente vulnerable a los embates de la naturaleza, mientras todos buscan culpables y tecnologías que superen los problemas.