Desde hace mucho tiempo se viene hablando de responsabilidad social y sostenibilidad en diferentes ámbitos, desde el punto de vista empresarial, universitario, gubernamental, gremial, etc., refiriéndose en términos generales siempre a lo mismo, es decir adoptar estrategias desde un fenómeno -en tanto objeto o institución- con el fin de contribuir a mejorar las formas de interacción dentro del mismo objeto, así como también en el entorno donde existen personas -en tanto sujetos-, desde diferentes puntos de vista, ya sea social, económico, medioambiental, etc. El autor François Vallaeys añade a todas sus definiciones deben tener una ineludible dimensión ética, que es justamente el sentido de esta columna.
Lo cierto es que este tipo de definiciones siempre se han dado bajo contextos teóricos o hipotéticos, que buscan fundamentalmente instaurar una práctica que sea medida por la eficiencia de algún indicador, como lo promueven las abundantes normas de calidad existentes para todo tipo de procedimiento, en tanto una práctica socialmente responsable se vuelve instrumental, siendo legítimo su uso en contextos de normalidad.
Sin embargo, hoy en día el escenario claramente no es cotidiano, pues existe una amenaza real que afecta a toda la humanidad, esta normalidad se ha visto interrumpida por la propagación del coronavirus hacia prácticamente todos los países del mundo. Es entonces el momento de preguntarse si ¿las instituciones estaban preparadas para enfrentar esta crisis?, lo ciento es que para abordarla se necesitará más sapiencia que eficiencia.
Parafraseando a Soublette, el concepto de crisis proviene del anagrama chino que tiene dos significados a través de dos caracteres que se interpretan al mismo tiempo, uno “Wei”, que significa peligro y por otro “Ji” que significa oportunidad, por lo tanto, la invitación es a encontrar esa conexión necesaria de múltiples oportunidades que se pueden abrir a las instituciones empresariales, gubernamentales, educacionales, gremiales, etc., para que cuando empiece a bajar esa maldita curva de contagio se pueda ver el final del túnel la irrupción de nuevos paradigmas para todos, comprendiendo que los modelos de vida deben ir evolucionando a través del tiempo, en este caso el modelo global que ha privilegiado la economía o lo que el filósofo coreano Byung-Chul Han llama “la sociedad del rendimiento” por sobre los valores humanos por fin se acaba.
Carl Jung planteaba que “el ser humano estaba preparado para enfrentar cualquier situación, incluyendo la más adversa, siempre y cuando comprenda cuál es el sentido de lo que sucede”, en este punto nos llama a preguntarnos más que ¿cómo vamos a salir de esta crisis?, de ¿cómo debemos entender lo que está sucediendo?, asumiendo que somos todos los responsables de cambiar. El mismo autor nos brinda una tesis fundamental sobre el inconsciente colectivo, donde los seres humanos actúan con una fuerza mayor que tendencia las formas de actuar en conjunto, por eso estas nuevas propensiones deben construirse con bases sólidas que transformen esta autodefensa en valores éticos permanentes en las personas e instituciones.
Después de estas aproximaciones, resulta necesario pensar que el escenario actual es indudablemente anormal, por este motivo se deben poner a prueba los valores de todos los actores involucrados en el sistema económico y social, tomando cada uno las herramientas que tienen para actuar de manera coordinada en un ambiente donde se darán situaciones extraordinarias, por lo cual la voluntad de cada uno cuenta para poner a prueba su verdadera responsabilidad social, con una mirada eminentemente ética.
En este contexto, se apela a que cada actor que interviene en la sociedad asuma su propio rol y lo coloque al servicio del bien común, donde los gobiernos tendrán que adoptar medidas para enfrentar la situación, garantizando por ejemplo las cadenas de suministros, buscando fórmulas que alivianen la carga de los empleados, de los empresarios o de las mismas instituciones que se han visto afectadas en su cotidianeidad, adoptando nuevas estrategias de resiliencia y bienestar para su toda su integridad, ejerciendo los equilibrios necesarios para proteger a sus empleados, estos últimos tendrán que asumir su un rol colaborativo, dispuestos a aportar utilizando nuevas formas de contribuir a las entidades.
En este ambiente, resulta fundamental pensar que de todo esto debe surgir algo mejor, desde hace mucho tiempo existe el dilema de que, si estamos en una época de cambio o cambio de época, pues definitivamente esto constituye un punto de inflexión que se parece más a lo último, la naturaleza es sabia y nos está hablando y debemos escucharla, nos dice que es parte de nuestro entorno, hoy respira y quiere que tomemos esto como una oportunidad para hacer un alto y reflexionar sobre la responsabilidad que nos atañe a cada uno en el rol que le toca asumir.