Con estas palabras, la secretaría de Cambio Climático de Naciones Unidas anunció el reconocimiento otorgado a la empresa chilena, conocido el pasado 27 de septiembre: “Impulso para el cambio”, un premio que concede la ONU a proyectos que presenten soluciones para el cambio climático.
En su versión 2018, reconoció a 15 proyectos entre más de 560 postulantes. Las iniciativas seleccionadas son llamadas “actividades faro” y buscan poner el foco en ejemplos prácticos, llevados a cabo por personas de todo el mundo, para combatir el cambio climático.
“Son la prueba de que la acción climática no solo es posible, sino que también es innovadora, emocionante y marca la diferencia”, afirmó Patricia Espinosa, secretaria ejecutiva de ONU Cambio Climático, en la semana.
El hecho también fue celebrado por el ex ministro de Medio Ambiente, Marcelo Mena. “Se nos olvida a veces la dimensión de lo logrado en saneamiento ambiental“, aseguró, felicitando los logros en tratamiento de lodos, aguas servidas e “inversiones para resiliencia en abastecimiento de agua para la ciudad”.
Además de Aguas Andinas, el reconocimiento fue entregado al “club de fútbol más ecológico del mundo” en Reino Unido, a un programa gubernamental para la neutralidad de emisiones de Canadá y a otro para la conservación de los manglares en Sri Lanka.
El caso chileno
Así explica ONU Cambio Climático el proyecto chileno premiado este 2018, lanzado el año pasado y que planea convertirse en 2022 en una iniciativa “cero residuos”, autosuficiente en cuanto a energía y carbono neutral.
Aguas Andinas es la empresa encargada de tratar el 100% de las aguas servidas —todo lo que se descarga al taza del baño o el desagüe— producidas en la Región Metropolitana.
En 2005, Santiago solamente trataba el 3,6% de sus aguas residuales y la porción restante, junto a los lodos de alcantarillado resultantes, fluían libremente hacia el Mapocho.
El problema es que el río funciona también como fuente de riego y agua potable para la región. “Las enfermedades gastrointestinales solían ser comunes, porque las áreas agrícolas de la región se regaban con el agua contaminada del río”, explica ONU.
Hoy, Santiago tiene tres plantas de tratamiento de aguas residuales que procesan 300 mil toneladas anuales de lodos de alcantarillado. Para eliminar el desperdicio, el uso de energía fósil y la contaminación de los procesos, Aguas Andinas apostó por adoptar un modelo de economía circular.
Ahora las aguas residuales procedentes de entornos urbanos e industriales se dirigen a sus “biofábricas”, donde los sedimentos son tratados y preparados para su uso en proyectos de construcción o en jardinería y agricultura.
En el proceso se extrae biogás, que se convierte en electricidad a través de la cogeneración y que usa para el autoabastecimiento.
El agua, una vez tratada y desinfectada, se vierte al Mapocho y sirve como fuente limpia de irrigación para los cultivos, que eventualmente regresan a la ciudad. El resultado más notorio ha sido la recuperación de los ecosistemas circundantes al Mapocho: según un primer estudio ecológico de la compañía, volvieron a existir especies vivas en el río como pequeños bagres, pejerreyes chilenos y mosquitos de pez.