El segundo mandato de Donald Trump ha comenzado con un panorama desafiante para la sostenibilidad empresarial. La reconfiguración de estrategias ESG (Ambientales, Sociales y de Gobernanza) en grandes corporaciones de EE.UU., junto con la posible derogación de la Ley de Reducción de la Inflación, ha generado inquietudes sobre el compromiso del país con la lucha contra el cambio climático y la inclusión social. Este contexto plantea preguntas sobre el impacto que tendrán las nuevas políticas en un momento en que la sostenibilidad se percibe como un eje estratégico para los negocios a nivel global.
Un ejemplo de este cambio es la decisión de BlackRock, la mayor gestora de activos del mundo, de abandonar la Net Zero Asset Managers (NZAMI), un grupo de inversionistas comprometidos con la transición a cero emisiones netas. Este movimiento fue seguido por gigantes financieros como JP Morgan, Goldman Sachs y Wells Fargo, que también se retiraron de alianzas climáticas tras la elección de Trump. Mientras tanto, empresas como Meta han desmantelado equipos clave relacionados con diversidad e inclusión, en lo que parece ser un giro hacia un enfoque menos comprometido con políticas ESG.
A pesar de estas señales, algunos expertos destacan que la sostenibilidad no ha perdido su lugar en la agenda empresarial global. Según Pablo Vidal, fundador de Sustenta+, lo que está ocurriendo no necesariamente representa un retroceso, sino un cambio en las prioridades. Aunque empresas estadounidenses puedan modificar su enfoque, Vidal enfatiza que la sofisticación de los estándares ESG ha crecido en los últimos meses, y sectores clave siguen manteniendo compromisos significativos. Incluso BlackRock, tras su salida de la NZAMI, reafirmó que continuará gestionando sus inversiones con criterios ESG, aunque con un énfasis mayor en el cambio climático.
Sin embargo, voces como la de Pamela Méndez, socia líder de Servicios de Cambio Climático y Sostenibilidad en EY, ven estos movimientos como un retroceso significativo. Para Méndez, la retirada de las principales entidades financieras de compromisos climáticos representa un riesgo para los esfuerzos globales por alcanzar la meta de limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados. Este giro político, impulsado por la postura de Trump, podría desacelerar las inversiones en energía limpia en un momento crítico.
En contraste con la incertidumbre en EE.UU., otras regiones están liderando el avance hacia la sostenibilidad. Europa, con sus estrictas normativas de divulgación y su taxonomía verde, sigue marcando el camino en la transición hacia una economía más responsable. América Latina también ha mostrado un progreso significativo, con países como Chile alineándose con estándares internacionales y empresas integrando principios ESG en sus estrategias a largo plazo. En Asia, China ha impuesto estándares obligatorios para cientos de empresas que cotizan en bolsa, consolidando su compromiso con la sostenibilidad.
Marcela Bravo, gerenta general de Acción Empresas, destaca que las nuevas generaciones están impulsando un cambio cultural en las organizaciones. Los consumidores y talentos jóvenes exigen a las empresas una auténtica integración de criterios ESG, no como una herramienta de marketing, sino como un propósito estratégico. Este fenómeno está creando un entorno competitivo donde las empresas que adoptan genuinamente la sostenibilidad tienen mayores oportunidades de éxito.
A pesar de las tensiones en EE.UU., los expertos coinciden en que el avance global hacia una economía sostenible no se detendrá. Las normativas internacionales y las demandas de los mercados emergentes mantienen la presión para cumplir con los compromisos climáticos y sociales, como los establecidos en el Acuerdo de París. Este panorama, aunque desafiante, refleja una transición en la que las prioridades locales y globales se ajustan, dejando espacio tanto para la incertidumbre como para la innovación en la agenda empresarial de sostenibilidad.
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