Como disciplina y modelo gestión, la sostenibilidad desarrolló un marco claro y común sobre su contenido: hacer de la ética un elemento vivo dentro del negocio, que tanto directores, altos ejecutivos así como sus empleados cumplan con pautas y códigos de ética internos, se minimicen los conflictos que puedan surgir en el gobierno corporativo, conductas irrenunciables en el sistema de aprovisionamiento, pautas para la libre competencia, formas de relacionamiento con la administración pública y el gobierno o con colectivos locales. Un set de condiciones laborales mínimas y el uso adecuado de los recursos naturales no están en discusión. Se han integrado gerencias de ética y cumplimiento para la verificación de la conducta moral. Los reportes de sostenibilidad son el accountability de la práctica virtuosa.
Sometí a mis estudiantes de IV año de una facultad de economía y negocios al escrutinio de más de 40 informes de sostenibilidad de empresas chilenas o con presencia en Chile. La observación de su benchmarking permite afirmar que la comunicación de la sostenibilidad deambula entre compromiso real y greenwashing (lavado de imagen). Asoma la sorpresa ante modelos negocios sostenibles, sólidas bases y un oportuno acompañamiento de datos verificables para distintos grupos de interés. Pero, por otro lado, a los jóvenes no se les puede convencer fácilmente que estos informes, en ciertos casos, no son más que un lavado de imagen.
El ambiente empresarial dispone de un argot para la sostenibilidad en los negocios: derechos humanos y laborales, protección ambiental y anticorrupción. Ya se ha reparado en que empleados -colaboradores-, son también parte de la comunidad y éstos han de ser observados en esta doble posición.
A pesar de la virtud, aún así pueden presentarse la “elusión” o la “evasión” de las empresas. El marco de la sostenibilidad en los negocios convive con la desintegración, que conduce a la neurosis. Se produce desajuste y malestar. Mientras, el ciudadano observa la incoherencia del comportamiento.
Hemos iniciado el año con casos inmorales e ilegales en el ámbito de los negocios: Penta, SQM o la colusión en el papel tissue. Lejos están Chispas, CELCO, Inverlink, D&S-Falabella,… que forman parte de la prehistoria de las transgresiones éticas en los negocios, desde la especulación financiera al daño ambiental o la irresponsabilidad social, hacia ciudadanos que son mucho más que clientes. Estamos en una nueva etapa, con un punto de inflexión desde el caso La Polar. La reacción de los gremios empresariales es, por así decir, menos gremial. La repartición del mercado y/o la fijación de precios nos son familiares: pollos, medicamentos, y ahora el papel tissue.
Aprendimos un poco más del rol de organismos que fiscalizan y regulan el correcto funcionamiento de los mercados: la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), la Fiscalía Nacional Económica (FNE), el Tribunal de la Libre Competencia (TDLC), entre otros, que se suman ya a los organismos para la protección ciudadana: el Servicio Nacional del Consumidor o la Contraloría General de la República. En el caso del papel tissue supimos que la colusión puede operar por a lo menos 10 años sin que lo sepamos y que, además, existe “delación compensada” por la colaboración de una empresa que incurrió en el ilícito, y puede acogerse a la exención de multas o a su rebaja durante la investigación de la FNE.
Se puede establecer un parangón poco feliz entre mito y desempeño empresarial, sea en Chile u otros países. Así, sobre la Gran Crisis Financiera de 2008, la economista Diane Coyle_ señala que “La tragedia griega clásica presenta tres elementos: arrogancia, necedad y destrucción: hubris, ate y némesis. Éstos han prosperado alrededor del mundo desde el inicio de la crisis financiera en 2008” (Diane Coyle, 2015) . ¿Cuántos de estos epítetos calzan para Chile?
Se ha hecho presente la kairospatía en los negocios: la enfermedad psicópata en el comportamiento oportunista, según Wigodski (2015) . Este comportamiento es propio de la conducta humana y puede constituir, a la vez, el humus del éxito y también de la autodestrucción. Así, sólo queda decir que la ética en los negocios es superior a la sostenibilidad, porque la ética es parte de la gestión “dura” de la empresa, no de la “blanda”.