El día 4 de noviembre de 2016 marca un momento definitorio en la historia de la humanidad. Por primera vez entra en vigor un acuerdo mundial para bajar la temperatura del planeta.
El Acuerdo de París sobre el cambio climático (ratificado en tiempo récord por más de 90 países hasta la fecha) será ahora el instrumento del que dependerá nuestro futuro. Sin embargo, aun con los compromisos formulados en París y las medidas alentadoras que se han adoptado ya sobre el terreno, no lograremos cumplir nuestra aspiración de limitar el calentamiento a 1,5 grados centígrados a menos que nos movamos con más rapidez y en la escala necesaria.
En un momento en el que el mundo se encamina hacia la Vigesimosegunda Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CP22), que se celebrará en Marrakech, debemos recobrar el sentido de la urgencia que experimentábamos hace un año. Cada día que pasa, el desafío del cambio climático se agranda. Si queremos tener alguna posibilidad de alcanzar los objetivos consagrados en el Acuerdo, debemos movernos con rapidez respecto de al menos cuatro prioridades para la acción:
Incluir metas relacionadas con el clima en los planes de desarrollo de todos los países: En los próximos 15 años, las inversiones en infraestructura en todo el mundo sumarán más de USD 90 billones. La mayor parte de esa cifra corresponderá a los países en desarrollo. Si nos aseguramos de que esas inversiones generen resiliencia frente al cambio climático y bajos niveles de emisiones de carbono, podremos promover un crecimiento económico sostenible, factor clave para alcanzar nuestros objetivos de poner fin a la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida. Los países pueden ahora utilizar el Acuerdo de París para promover políticas con un planteamiento inteligente respecto del clima (como las que fijan precios al carbono) a fin de atraer el tipo adecuado de inversiones en infraestructura. Después del Acuerdo de París, no se puede buscar el crecimiento a cualquier costo.
ACELERAR LA TRANSICIÓN HACÍA FORMAS DE ENERGÍA MÁS LIMPIAS
La semana pasada, el Organismo Internacional de Energía incrementó sus previsiones sobre el crecimiento de las energías renovables para los próximos cinco años debido al fuerte apoyo de países clave y a la marcada reducción en los costos. De hecho, el año pasado las energías renovables superaron al carbón como principal fuente de alimentación de la capacidad instalada de energía eléctrica en todo el mundo. Debemos aprovechar este impulso y centrar especialmente la atención y la acción en Asia, donde crece la demanda de energía y algunos países continúan pensando en el carbón como la solución. Si se logra que esos países opten por formas de energía con bajos niveles de emisión de carbono y además se ponen en práctica las iniciativas para la eliminación gradual de los hidrofluorocarbonos, se podrá generar un cambio significativo.
Debemos ayudar a los países a tomar la decisión correcta al optar entre fuentes de energía con altos niveles de emisiones de carbono y alternativas renovables. Debemos “seguir al carbono”. Esto significa que tenemos que dirigir el financiamiento en condiciones concesionarias hacia donde pueda dar pie al cambio más beneficioso.
AYUDAR A LOS PAÍSES A GENERAR RESILIENCIA ANTES LAS CONMOCIONES CLIMÁTICAS
Como dijimos en París, si no adoptamos medidas en gran escala contra el cambio climático, para 2030 podrían volver a caer en la pobreza extrema más de 100 millones de personas. Por eso debemos generar resiliencia en las comunidades, en las economías y en los ecosistemas. Tenemos una idea clara de lo que se necesita: sistemas más eficientes de suministro de agua, prácticas agrícolas que tengan en cuenta el cambio climático, sistemas de alerta temprana, reducción de los riesgos de desastre y mejores mecanismos de protección social. Debemos tomar una decisión. De lo contrario, los avances que hemos logrado juntos en la reducción de la pobreza se perderán.
HACER MÁS ECOLÓGICO EL SECTOR FINANCIERO
Necesitamos un sistema financiero mundial que pueda tener en cuenta los riesgos y las oportunidades que presenta el cambio climático. Esto es esencial si pretendemos movilizar los billones de dólares de capital privado que hacen falta para abordar el cambio climático. Con frecuencia creciente vemos que los inversionistas institucionales de primera línea incorporan en sus procesos de toma de decisiones las consideraciones referidas al clima. Aun así, muchos países en desarrollo seguirán necesitando montos significativos de financiamiento en condiciones concesionarias para llevar a cabo sus planes sobre cambio climático. Los países donantes asumieron un fuerte compromiso en París. Ahora debemos traducir esos compromisos en acción.
Lo que se acordó en París es ahora un principio que define la labor del Grupo Banco Mundial. Poner fin a la pobreza y combatir el cambio climático son objetivos inextricablemente vinculados. No podemos alcanzar uno sin el otro.
Hoy es un día para celebrar. Mañana volveremos al trabajo con un renovado sentido de la urgencia.