Según la Real Academia Española (RAE), la definición de solidaridad es la “adhesión a causas circunstanciales a la causa de otros”, la cual resulta redundante a la externalización del origen, además de dar énfasis a la temporalidad esporádica, nos produce una contradicción como chilenos, porque la solidaridad se vuelve permanente en el tiempo, cada vez que ocurre una emergencia nacional.
Desde hace bastante tiempo Chile se ha caracterizado por soportar diferentes catástrofes, siendo protagonista, por ejemplo, del terremoto más grande de la historia contemporánea, ocurrida en el año 1960 en la ciudad de Valdivia. Más recientemente, se vienen experimentando una serie de otras emergencias nacionales, pasando desde el Terremoto del 27 F del año 2010 y posterior Tsunami, el Incendio en Valparaíso del año 2014, la Marea Roja que afectó a Chiloé durante el año 2016 y ahora el Incendio Forestal que aqueja a la zona central del país, desbastando una gran cantidad de los bosques y la biodiversidad. Lo lamentable de todo esto, es que la mayoría de estas emergencias, son provocadas a consecuencia del actuar irresponsable de personas y/o empresas que no tienen conciencia del enorme daño que le hacen a su entorno social, económico, medioambiental y cultural.
Por su parte, se debe dejar claro que, quienes se ven afectado directamente por estos incendios, son las personas que han perdido sus casas, siembras y otros bienes, que por lo demás, representan los sectores más pobres de nuestro país. En el caso de las empresas forestales, no es tal la pérdida en términos nominales, pues ellos son beneficiados desde el año 1974 con el DL 701 que subsidia un 75% del valor de cada una de las hectáreas plantadas, además de poseer seguros que hacen recuperar gran parte de sus haberes. Sin embargo, habrá que ponerse a trabajar en la recuperación del patrimonio natural, el que necesitará contar con sus propios tiempos para su sanidad, mientras tanto, se debe avanzar en las mejoras que puedan satisfacer las necesidades de las personas.
En consecuencia, es preciso centrarse dos elementos, por un lado las secuelas que trae el desastre ecológico, que es difícil de dimensionar, y por otro lado, enfocarse en quienes son los afectados – las personas – las cuales se les puede dar una solución más tangible. Por eso, es primordial poder ofrecer soluciones definitivas, que puedan encontrar el consuelo y la ayuda necesaria, que les permita realizar una reconstrucción digna, para recuperar sus viviendas y una fuente laboral que les garantice una subsistencia en el tiempo.
Las personas afectadas, deben acepar las opciones que les ofrezcan, las que por su naturaleza son limitadas, no obstante, hay que buscar un equilibrio en la determinación de necesidades, que por el carácter de emergencia son acrecentadas, por el sólo hecho de encontrarse en un estado de intemperancia. Por el lado, de quienes son los solidarios, es importante reflexionar acerca entregar su ayuda con la dignidad y respeto que se merecen los chilenos.
En este sentido, si apelamos a la solidaridad, se puede apreciar que ha tenido un sitial importante para unir a los chilenos, la sinergia de las personas constituye un valor para rescatar, pues las heridas pueden ser sanadas, pero solamente cuando quienes las tienen, están dispuestos a mejorar sus condiciones, apelando a la resiliencia de las personas afectadas por los incendios forestales o por cualquier otra catástrofe que ocurra en nuestro país.
Por los medios de comunicación, hemos podido apreciar la gran cantidad de ayuda que han tratado de hacer llegar muchas personas o instituciones a los afectados, lo cual demuestra que la solidaridad del Chileno es un sentimiento que está presente, cada vez que ocurre una tragedia. Sin embargo, es evidente que se deben realizar las coordinaciones necesarias, para que la ayuda llegue efectivamente a quienes son los verdaderos afectados, eso solamente puede realizarse teniendo una coordinación y comunicación, entre todas las instituciones involucradas, ya sean públicas o privadas.
En general cuando los países pasan por grandes tragedias, tienden a generar una cultura solidaria, es el caso de Estados Unidos, después del atentado a las Torres Gemelas en el año 2001, ha salido primero en casi todos los rankings de solidaridad a nivel mundial. Esto también ocurre en nuestro país, desde el terremoto 27 F, que figura en las primeras listas de ranking de solidaridad en Latinoamérica. Sin embargo, un caso digno de resaltar, de perseverancia y permanencia en la cultura solidaria lo representa Finlandia, país que avala toda su enmarañada estructura política y económica, gracias a su historia, donde la solidaridad es parte de su esencia. Pues con esto se puede demostrar que, si queremos hablar de calidad de vida y pensar en una mejora estructural, existen otros países que han superados los flagelos de los desastres con su propio esfuerzo.
Desde el punto de vista de la democracia, la solidaridad podría ser considerada como un principio que acompaña al de igualdad, donde ambos buscan pavimentar un camino común desde la ética, pues si no se reflexiona respecto a la profundidad de los alcances de la solidaridad, no tendría sentido alguno hablar de valores, de comunidad, de principios, de participación, de política, de la propia democracia, en tanto, estamos presenciando un escenario que ofrece la oportunidad de incorporar todos estos valores y principios a lo experimentado – y con esto- buscar alternativas con cuerpo (leyes) y alma (valores), que no siempre las encontramos paseando de la mano.
Finalmente se debe reconocer que Chile es un país solidario, pero para avanzar hacia eficiencia en la entrega de recursos de naturaleza financiera, económica y social, es importante identificar claramente las prioridades, dejando de lado las mezquindades que ofrecen las discusiones etéreas que nos separan, como son las políticas de trinchera, que nada aportan a una solución seria y permanente. En estos momentos todos somos necesarios, por lo tanto, debemos estar disponibles para aportar desde nuestras posibilidades a quienes hoy nos necesitan.