Es preciso reconocer que los patrones de producción y consumo deben ser revertidos si queremos asegurar la vida en un futuro próximo. Es de vital importancia crear una cultura ciudadana y organizacional orientada a favorecer los sistemas de producción limpia en términos de asegurar que la capacidad de los estados y las autoridades ambientales requieren el compromiso de las organizaciones que asumen como propio el reto de generar sostenibilidad en sus negocios, en este sentido la implementación de normas, modelos y patrones tales como la ISO 14.000, la búsqueda de sellos verdes, el fortalecimiento de la educación ambiental, la promoción de estrategias como las 3R, entre otros esfuerzos permitirán entonces que se comience a transitar por caminos experimentales de sostenibilidad para nuestras sociedades.
Ahora bien, considero que el tema del consumo responsable debe ser uno de los componentes de todo este proceso ya que hace parte de las estrategias planteadas desde la agenda 21 y que pretende llegar a los esfuerzos que desde diferentes fronteras se hacen para motivar y alentar esfuerzos locales que impacten en lo global.
El tema de los Bio combustibles se ha convertido en bandera de muchas organizaciones tanto de aquellas que lo aprueban como un mecanismo que apoya los procesos de fortalecimiento de las llamadas fuentes de energía renovable como la eólica, sin embargo es preciso dimensionar también el impacto que causa en las tierras que se han dedicado a este tema llevando a que los monocultivos sean vistos como un modelo aceptable a pesar de las consecuencias que tiene en las comunidades donde se desarrollan este tipo de cultivos, por otra parte la contribución de los mismos al calentamiento global, la deforestación, la desertificación de las tierras, etc.. llevan o por lo menos invitan a generar un debate abierto que permita ilustrar sobre los impactos que tienen estas alternativas de producción frente a la insaciable demanda de mercados cada vez más especializados.
Otro punto tiene que ver con las consecuencias que trae la capacidad adquisitiva del consumidor, la crisis alimentaria se vuelve una realidad creciente en cuanto las capacidades económicas de los habitantes de los países en desarrollo parece que entren en el círculo vicioso y no en el virtuoso, de tal manera que los ingresos cada vez son menores frente a las necesidades de consumo básico.
Finalmente me parece relevante rescatar en esta reflexión la importancia que tiene reconocer que el equilibrio entre la producción y el consumo pasa por un ejercicio de solidaridad intrageneracional que podrá contribuir al desarrollo de estrategias que hagan éticamente responsable la preocupación por el futuro de la humanidad, es decir por las generaciones que no han llegado y que seguramente dependerán de encontrar nuevas maneras de usar la tecnología en beneficio del hombre y también de los recursos naturales.
Por otra parte es preciso tener en cuenta que las empresas tienen una gran responsabilidad que deben asumir en la perspectiva de la permanencia que deben garantizar para ofrecer alternativas válidas a la hora de convertirse en generadoras de espacios válidos para la implementación de modelos capaces de transformar las sociedades, es decir que encuentren los límites de la gestión más allá de la producción. La participación de las comunidades locales podrán aportar elementos a una reflexión de impacto global, haciendo el sea posible pensar en un futuro donde todavía quepamos todos, amén de lo que esto signifique.