Así inicia la historia de Magdalena, reclutada a sus 16 años de edad en las aulas de su institución educativa en uno de los departamentos de la llanura colombiana por el Ejército de Liberación Nacional (ELN), engañada e ilusionada con todas y cada una de las pretensiones que podían ofrecerle a su edad, esos sus supuestos amigos de lucha, quienes aparentemente la comprendían y la animaban para afrontar todos los problemas que tenía en el seno de su hogar, y todo porque sus primeros años de vida no los compartió con ellos y desde luego su inserción al grupo familiar no fue el más adecuado.
Magdalena venia del seno de sus tíos, quienes la habían acostumbrado a llevar una vida de ciudad, entre estos paseos, fiestas, reuniones familiares, compras y hasta permisos para viajar con sus primos a otras ciudades, los cuales en la finca de sus padres no era frecuente, el cambio cultural y social hacían que cada día esa niña que en su momento lo tenía todo, confrontara a su padre con quien constantemente discutía, según ella por su mala relación con sus hermanas quienes de vez en cuando le recordaban que lo construido hasta el momento por sus padres no le pertenecía y que no podía tener voz y voto ante las obligaciones que le correspondían.
Realmente Magdalena era una mujer con carácter fuerte y caprichosa, pero con los pies en la tierra, por todo lo que en la vida le había tocado vivir desde sus seis años, en medio de médicos, enfermeras y quirófanos; además su vida se había dividido en dos, por lo tanto tuvo que dejar su colegio, sus padres y hasta sus amigos; para someterse a muchas intervenciones quirúrgicas que la fueron separado cada vez mas de los suyos y acostumbrarse al ambiente de un hospital en una ciudad que para ella era inimaginable, teniendo en cuenta que allí sus padres no podían tenerla por los costos que representaba y porque su señora madre estaba en ese momento a punto de dar a luz a su quinta hija, además sus padres no contaban con ningún familiar que los orientara en la ciudad de Bogotá y menos que los ayudara con la niña, la cual tenía que someterse mensualmente y por más de ocho años a una cirugía plástica, para lograr una recuperación parcial de sus secuelas. Con el pasar del tiempo sus padres la trasladaron a la ciudad de Cúcuta y allí pudo recibir su tratamiento y educación en compañía de sus tíos y primos quienes la consentían como si ella también fuera hija de ellos.
Desgraciadamente, con el pasar de los años sus padres la llevaron nuevamente al seno de su hogar, pero la relación con ellos no fue la esperada y esta niña que se sentía toda una mujer grande para tomar decisiones, tomo su ropa, sus cosas y se fue a vivir con sus amigas a un municipio cercano, lo que ella nunca imagino era que esas compañías con las que andaba, más adelante la iban a influenciar para hacer parte del grupo armado ilegal ELN antes de cumplir su mayoría de edad en el cual participó, sin que sus padres se enteraran, hasta que el comandante tomara la decisión que ella tenía que ingresar al brazo armado de la organización, pues según él, era hora que la niña estuviera recibiendo instrucción militar y doctrina que muchos de los compañeros que habían ingresado en su tiempo ya habían recibido.
Pero lo que ellos no sabían, era que Magdalena no quería “colaborar” más con la causa y se había cansado de estar de un lado a otro, porque su trabajo en el grupo consistía en apoyar las “luchas sociales” de esta organización ilegal. Por otra parte, varios de sus compañeros y algunas de sus amigas ya se habían fugado del grupo y habían emprendido la huida hacia la legalidad y de una manera u otra sabían algunos movimientos que el comandante había empezado a establecer, el cual consistía en ejecutar a esta muchacha que se reusaba con seguir en el camino de la lucha armada.
Igualmente la situación de orden público cada día empeoraba en la región y el Ejército Nacional promovía la Reinserción, entonces las amigas de Magdalena la contactaron para contarle que ellas ya se habían entregado al ejército y que por favor lo hiciera antes que llegaran por ella; porque el objetivo del ELN era tenerla viva o muerta por toda la información que poseía y porque se habían dado cuenta que ella no quería continuar en la organización. Obviamente Magdalena no tenía otro camino o se desmovilizaba o se iba al grupo a recibir las instrucciones de sus superiores. Pero ella opto por perseguir su libertad, sueños y metas; las cuales ha venido logrando en el proceso de reintegración que hoy adelante la Agencia Colombiana para la Reintegración de Personas y Grupos Alzados en Armas (ACR) de la Presidencia de la Republica.
Logró terminar su bachillerato, ese que le había arrebatado la guerra, realizó un técnico laboral y una carrera profesional en una de las universidades de la capital del país. Además hoy es contratista de la ACR y allí desempeña su trabajo con gran responsabilidad y compromiso, porque para ella lo más importante es la reconciliación, la paz del país y el mensaje que se trasmita a los niños, niñas, jóvenes y adolescentes del país; porque así, no se permite que la historia se repita en las nuevas generaciones.