Podría decirse que esto es un exceso de optimismo ya que se estaría buscando ensillar la bestia antes de tenerla en el corral, pero también podría argumentarse que no hay paz en este caso sin la firma del acuerdo entre el Estado y las FARC y sin una propuesta clara de materialización, es decir, de posconflicto.
Si bien el posconflicto es tema de actualidad en los medios de comunicación, también se viene debatiendo desde hace décadas en el país. Más allá de las noticias sobre la voluntad del gobierno actual de conseguir apoyo internacional para financiarlo y sobre los testimonios de antiguos combatientes de guerras extranjeras acerca de sus factores de éxito, existen reflexiones decantadas de cómo llevarlo a cabo.
La Fundación Ideas para la Paz, el Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales de la Universidad de los Andes y el Instituto de Investigaciones Socio-jurídicas Gerardo Molina de la Universidad Nacional de Colombia, son referentes nacionales en el tema. Según ellos, el posconflicto obedece a temas no solamente militares sino también económicos, sociales, judiciales y político-administrativos donde confluyen los intereses del Estado, la sociedad civil y las empresas. Del gasto militar a la construcción de capital social, pasando por el fortalecimiento institucional y la creación de empleo, el posconflicto no alcanza y no puede ser abordado por un solo actor. Esto está claro para la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia pero todavía hace falta interiorizarlo y llevarlo a la práctica por parte de las empresas, enfrentando obstáculos tales como la baja demanda, la alta competencia (desleal en algunos casos), el acceso limitado a materias primas y los bajos márgenes de rentabilidad. Todos estos obstáculos podrían superarse progresivamente durante el posconflicto, dándole a las empresas más oportunidades de permanecer en el mercado y por tanto de ser sostenibles.
Lo que implica la Sostenibilidad corporativa en el posconflicto colombiano es asegurar un buen desempeño presente de la empresa y crear las condiciones para mejorarlo en el futuro, al mismo tiempo que se atienden las necesidades del país luego de firmados los acuerdos de La Habana. Hay que estar preparados ya que el reto de paz es colectivo. Por tanto, el desempeño presente de las empresas exige una rentabilidad social de sus activos, toda vez que se crea valor, construyendo capital social y reduciendo los pasivos ambientales.
Las condiciones para mejorar este desempeño empresarial en el futuro se crean en conjunto con el Estado y la sociedad, adoptando una visión política y ética del negocio que permee a la organización en su estrategia, estructura y cultura. La visión política del negocio obliga a la empresa a tener una postura clara y compartida frente al desarrollo de los territorios donde actúa, y la visión ética pone a prueba su convicción de jugar un papel clave en la sociedad, que la hace responsable del bienestar de sus grupos de interés. Esta idea de empresa solo se materializa en hechos concretos si se cuenta con adecuados recursos y capacidades organizacionales y, al parecer, solo las grandes empresas tendrían los medios para asumir el reto del posconflicto. No obstante, las pequeñas y medianas empresas también tendrían la oportunidad de permanecer en el mercado a pesar de la complejidad del entorno, apoyándose de las grandes, por ejemplo, a lo largo de la cadena de suministro.
La participación de la empresa privada es clave en este proceso pues su sostenibilidad es inherente al bienestar de la sociedad en su conjunto. Aunque las empresas grandes estén mejor preparadas para ello, también pueden apalancar a las pequeñas y medianas si se logra una buena articulación con el Estado y la sociedad civil, sobre todo en las regiones del país más olvidadas y afectadas por la violencia. El posconflicto viene después del acuerdo de paz pero necesita construirse de manera colectiva durante el conflicto.