Una plantación de 300 hectáreas de eucalipto, especie exótica y monocultivo que deteriora la biodiversidad, ocupa ilegalmente terrenos baldíos protegidos en las Sabanas de La Fuga, Guaviare, dentro de una Zona de Reserva Forestal de alta relevancia ambiental. Este ecosistema, un corredor clave entre la Orinoquía y la Amazonia, enfrenta graves riesgos debido al impacto del eucalipto: consumo excesivo de agua, compactación y erosión del suelo, y competencia desleal con flora nativa, afectando especies endémicas.
Pese a estar plenamente identificado desde 2020, el cultivo persiste sin autorización de la Agencia Nacional de Tierras (ANT), evidenciando la debilidad del Estado para intervenir. Factores como el control de grupos armados y la falta de cartografía oficial complican la vigilancia. Además, la deforestación histórica del Guaviare, impulsada por la ganadería, la coca y el monocultivo de palma, agrava el problema, amenazando incluso el cercano resguardo indígena nukak.
Sin acciones coordinadas ni políticas efectivas que frenen estas actividades ilegales, el eucalipto sigue expandiéndose, mientras las autoridades se limitan a observadores pasivos de un deterioro ambiental irreparable.
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