En un entorno global donde la sostenibilidad se ha convertido en un imperativo, Perú está tomando pasos decisivos hacia la integración de su biodiversidad con su economía, en un esfuerzo por avanzar hacia un futuro más verde y equitativo. Este proceso de transición, enmarcado en la reciente participación del país en el evento de la ONU sobre Biodiversidad en Cali, Colombia, revela no solo un compromiso con la agenda ambiental internacional, sino una apuesta por el desarrollo social y energético de la población peruana.
El país ha dado un paso destacado al ser uno de los 44 de 195 países que aprobaron sus estrategias nacionales de diversidad biológica, posicionándose así a la vanguardia en planificación ambiental. Esto refuerza la voluntad de Perú de incorporar la biodiversidad como un activo en su desarrollo económico, impulsando, entre otras iniciativas, acuerdos pioneros con federaciones indígenas para la distribución de beneficios del mercado de carbono. Este acuerdo resalta el enfoque inclusivo y participativo en la gestión de los recursos naturales del país.
Sin embargo, más allá de los logros en el ámbito ambiental, Perú enfrenta el desafío de equilibrar sus compromisos con las urgentes necesidades de desarrollo social, como el acceso universal a la electricidad. A pesar de los avances significativos en electrificación rural, que proyectan alcanzar una cobertura del 96% para 2026, persiste una brecha importante, sobre todo en comunidades aisladas. Aquí, las soluciones innovadoras, como los sistemas híbridos solares-diesel, juegan un papel crucial para garantizar que los beneficios de la electrificación lleguen a todos los rincones del país.
El sector energético peruano también está marcando un camino hacia una mayor sostenibilidad. Con una matriz energética en la que predomina la hidroelectricidad y el gas, el país apunta a alcanzar un 30% de energías renovables para 2030, y hasta un 40% con la cooperación internacional. Sin embargo, el verdadero reto para reducir las emisiones proviene del cambio en el uso del suelo, lo que exige una aproximación más holística en la política ambiental.
La integración de la economía verde con el mercado de carbono y la inversión en energías renovables son piezas clave para Perú. Se están desplegando proyectos de transmisión energética por más de 2,500 millones de dólares y se anticipa una inversión de hasta 25,000 millones de dólares en proyectos solares y eólicos. Estos esfuerzos, acompañados de una legislación más coherente en la transición energética, brindan una oportunidad para diversificar la matriz energética, pero también requieren una coordinación más eficiente entre los distintos niveles de gobierno.
La conservación de los ecosistemas y la transición hacia la economía circular también son áreas de enfoque crítico. En particular, la creación de un Centro de Excelencia en Circularidad de Baterías (CECB) para promover la electromovilidad es un ejemplo de cómo el país busca liderar el cambio hacia una economía más circular y baja en carbono. Además, el fortalecimiento de la transparencia en el mercado de carbono y el monitoreo de los cambios en el uso de la tierra, a través de sistemas de alerta temprana, son medidas que permiten mitigar los impactos de la degradación ambiental.
La ruta hacia un Perú más sostenible no está exenta de desafíos, pero la inversión y la innovación en energías renovables, así como el compromiso con la conservación y la justicia social, son claves para construir un modelo de desarrollo que beneficie a toda la población. Si Perú logra mantener su impulso hacia la sostenibilidad, puede convertirse en un referente en la integración de la biodiversidad con el crecimiento económico verde.