Según con el más reciente reporte del MinTIC, Colombia tiene 66,2 millones de líneas de voz, lo que representa una penetración del 131,6%. El país venía completando la transición de voz a datos, como otras naciones. Entre 2018 y 2019, los accesos a internet móvil crecieron un 12%. El año anterior, el país cerró con 30,9 millones de líneas con acceso a internet móvil.
Y entonces llegó la nueva realidad. Atravesamos un momento que aunque es de incertidumbre, también deja un mensaje de esperanza. La pandemia que estamos enfrentando como humanidad dejó algo claro: el internet es una autopista que evitó que nos detuviéramos.
Gracias a la conectividad, los colombianos pudimos seguir digitalmente conectados con nuestros seres queridos, con las noticias, con los entes gubernamentales; con los colegios y universidades; y, en la medida de lo posible, tuvimos la oportunidad de trabajar de manera remota. Esta contingencia posicionó a la conectividad como el gran multiplicador de la equidad.
Recientemente aseguré algo particularmente impopular en una entrevista: considero que la llegada de la tecnología 5G se retrasará entre dos y tres años. El 5G es atractivo por lo que se puede lograr y esa visión de futuro siempre es atrayente. Pero debemos no sólo adaptarnos a esta nueva realidad, sino que, además, debemos sacarle el mayor provecho. Insisto, esta crisis mostró que tener colombianos conectados no es algo suntuoso; por el contrario, es la diferencia entre un país dinámico y en movimiento y una nación que puede caer en el abismo de la desigualdad y la pobreza.
Esto tiene tintes polémicos, pero la irrupción de esta pandemia y su implosión en la economía puede democratizar la competencia en varias industrias y, por encima de todas las cosas, cerrar la renombrada brecha digital que tiene Colombia de una buena vez. Tenemos por delante un desafío de proporciones titánicas.
La subasta de espectro, que se completó en diciembre de 2019, marca el camino para llevar internet de banda ancha a rincones del país que ni siquiera tienen una torre de telecomunicaciones. Tigo tendrá la oportunidad de llegar a más de 1.600 localidades nuevas e invertirá más de $3 billones en los próximos años.
Es necesario desarrollar políticas y estructuras que incentiven el fortalecimiento de la infraestructura de telecomunicaciones e incrementen el consumo y el uso de la tecnología como una herramienta de crecimiento, de impulso a la economía, de comercio, de educación y de aprendizaje. Estamos haciendo la tarea. Tigo ya inició el despliegue más ambicioso de su historia en la banda de 700 MHz.
Pero si queremos dar un salto en la transformación digital, es necesario subir el siguiente escalón. Ese siguiente escalón, en la realidad que hoy tenemos en el país, se llama 4G. Es ahí donde el gobierno y los operadores deben enfocar sus inversiones y esfuerzos. No habrá 5G, ni una verdadera revolución digital, sino aseguramos primero la base: la conectividad a banda ancha de la Colombia profunda.
Eso es equidad. Eso es democracia. Esa es la prioridad. Los próximos años serán emocionantes y retadores (espero que no tanto como este). No es fácil, es cierto, pero estamos en el momento justo para encaminar las políticas, sumar esfuerzos y sobre todo para tener visión del país conectado que queremos y necesitamos.