El concepto de responsabilidad inicia por nosotros mismos, por asumir acciones y conductas que promuevan un óptimo desarrollo personal, nuestra salud física y mental, nuestro crecimiento espiritual, una adecuada emocionalidad, logros profesionales, sentirnos acogidos por una familia, por amigos, por un núcleo social, lograr un adecuado equilibrio y armonía y en fin, todo aquello que propenda por nuestro bienestar, siendo este un primer y esencial paso para poder proyectarnos a los demás, en razón a que no podremos brindar lo que no tenemos, lo que no hace parte de nosotros.
Cumplida esta primera tarea necesariamente pasamos a reconocernos como sujetos sociales, miembros de una comunidad y como tales, nos relacionamos a distintos niveles con personas que conforman nuestro núcleo familiar, profesional, laboral o de cualquier otra naturaleza. En otras palabras, vamos identificando y clasificando lo que hoy se denominan los ‘grupos de interés’.
A su vez, asumimos una conducta frente al medio ambiente, al mundo y es esta otra importante dimensión para tener en cuenta, de manera que vamos trascendiendo de lo particular (auto-ética) a la capacidad de hacernos corresponsables de los demás y de nuestro impacto en ellos (antropo-ética), hasta asumir esa conciencia de ser responsables de mundo como un todo (socio-ética).
En consecuencia, la Responsabilidad Social implica reconocer el impacto de nuestros actos y comprende las tres citadas dimensiones de la ética; además, siempre tiende a la Sostenibilidad ya sea personal, organizacional, regional o global, entendida esta en el ámbito de lo económico, lo social y lo ambiental. A nivel empresarial, sucede exactamente lo mismo. No obstante el tema se ha especializado y existen directrices que hoy son tenidas en cuenta para enmarcar el impacto de esas acciones empresariales en sus distintos grupos de interés,iniciando por los principios del Pacto Mundial o Pacto Global.
Posteriormente se dio vía libre a la Guía Técnica ISO 26000 de 2010. Por su parte, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, de la que Colombia aspira a ser miembro, desde el año 2000 presentó una serie de recomendaciones dirigidas por los gobiernos a las empresas multinacionales que incorporan normas y principios voluntarios para la promoción de una conducta empresarial responsable. Dichos principios citan inicialmente unos parámetros generales y posteriormente se refieren a la necesidad de publicación de informes, al empleo y sus relaciones laborales, a temas medio ambientales, de lucha anticorrupción, de intereses de los consumidores, ciencia y la tecnología, competencia y fiscalidad.
Existen además otros parámetros de carácter sectorial y principios como los de Ecuador, los de inversión responsable o la Carta Mundial de Turismo Sostenible, además de acuerdos y convenios internacionales como los de cambio climático o el Índice de Sostenibilidad del Dow Jones.
En conclusión, la Responsabilidad Social se deriva de esa conciencia ética de hacer las cosas bien y del impacto de lo que hacemos, en donde la creación de valor en forma integral es el objetivo prioritario. No bastan entonces los buenos propósitos, sino que es necesario convertirlos en acciones que en el mundo corporativo, como vimos, hoy están plenamente regladas y que aunque en muchos casos son de carácter voluntario, la misma sociedad y el mercado se encargan de reconocer o castigar los impactos de esas determinadas acciones o conductas. Mi invitación es a asumir de forma decidida el liderazgo hacia ese cambio vital en nosotros mismos, en los demás y en el mundo, propiciando un desarrollo sostenible, reconociendo que somos esa célula primordial para lograr una verdadera transformación social.