La Responsabilidad Social Empresarial se inscribe en este marco con la identificación de aspectos sociales que afecten el bienestar de las personas en la extracción de las materias primas, el diseño, la producción, el transporte, la comercialización, el consumo y el posconsumo de los productos. De todos modos, la forma de incorporar a los grupos de interés en este análisis no es de forma lineal (las fases del ciclo de vida no van una después de otra necesariamente) sino de manera compleja (en red, donde cada persona, organización y/o grupo es un nodo de una vasta red, relacionados entre sí de forma iterativa); en esto se basa el diseño sistémico de productos en donde se asumen oportunidades complejas, incorporando multicriterios en cada decisión sobre un bien o servicio. Alex J. Ryan en su texto “A Theory of Systemic Design” destaca cómo el diseño sistémico ayuda a las organizaciones a asumir sus “…retos más complejos” y una de las características que destaca es la colaboración entre los diferentes grupos de interés.
En esta línea, el diseño sistémico se articula a otros marcos que involucran la sostenibilidad en los sistemas de producción y consumo, como el de la economía circular (similar el concepto de “la cuna a la cuna” analizado en el libro “De la Cuna a la Cuna” de Michael Braungart y William McDonough) y el de la ecología industrial (en donde los sistemas industrias emulan las dinámicas de los flujos de materia y energía de los sistemas naturales, ofreciendo beneficios económicos y ambientales al tiempo); Hardin Tibbs en su texto “Industrial Ecology. An environmental Agenda for Industry” mencionaba ya en 1993 cómo empresas como 3M lograron reducir en un marco de tiempo de unos 15 años aproximadamente la generación de residuos en medio millón de toneladas.
Lograr esto supone identificar y medir los flujos de materia y energía a lo largo de todo el ciclo de vida de los productos, como describe la herramienta Análisis de Flujo de Materiales, y como reconoce el documento de la Comisión Europa “Product Environmental Footprint (PEF) Guide” Para esto es requerido soportarse sobre los diferentes grupos de interés para aunar esfuerzos para consolidar la información del desempeño de un producto; en otras palabras, sólo a través de la colaboración entre las distintas personas, organizaciones y/o grupos se puede realmente pensar en productos más sostenibles. Colaborar entre las personas se ha convertido cada vez más en una oportunidad de negocio, a tal punto que un informe del Observatorio de Innovación en Negocios llamado “The Sharing Economy. Accessibility Based Business Models for Peer-to-Peer Markets” destaca que el consumo colaborativo podría convertirse en un mercado de aproximadamente 110 billones de dólares. Además, en un informe de PricewaterhouseCoopers (PwC) en consumidores de EE.UU., llamado “The Sharing Economy. Consumer Intelligence Series”, se concluye que el “76% de los consumidores está de acuerdo en que la economía colaborativa es mejor para el ambiente”.
En AISO (Academia de Innovación para la Sostenibilidad) estamos adelantando diferentes proyectos en el sector de alimentos, en el ámbito de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), y en la educación ambiental. Siempre articulamos las voces de los actores involucrados, para compartir el conocimiento y lograr mejores resultados para las personas y para el ambiente.