Para el tercer sector, el encontrar oportunidades de relacionamiento con el sector privado se ha convertido en un reto diario. El poder generar propuestas de valor que interesen a una empresa de cara a establecer una relación ganar-ganar, se vuelve un desafío para el que este importante sector de la economía ya no puede seguir pensando en términos solo de fi lantropía o solicitud de donaciones para sus causas.
Los empresarios quieren encontrar propuestas que se alineen con su estrategia de negocio en las que las organizaciones del tercer sector se vuelvan un aliado que agregue valor, que pueda en algunos casos operar e implementar los programas sociales y que se enfoque en los puntos que en común generan este lazo de largo plazo.
El empresariado, a su vez, debe trascender la mirada sobre las organizaciones del tercer sector no solo para verlas como solicitantes de recursos, sino como un actor clave en su estrategia de RSE con el que el relacionamiento con la comunidad se puede potencializar, los procesos optimizar y la inversión social maximizar. La vinculación puede darse como parte de una estrategia comercial con un patrocino, una campaña de mercadeo con causa social; puede generarse como parte de un programa de sensibilización social a sus empleados con un programa de voluntariado, capacitación para sus colaboradores, diagnósticos sociales y en general lo que apoye la gestión de talento humano; puede entrar por lo que sería la ‘puerta grande’ al invitar a la organización social a ser parte de un proyecto con la comunidad donde opera la empresa y requiere una intervención de tipo social.
Estas son algunas maneras en las que estamos más acostumbrados a entender el tipo de relaciones entre ambos sectores. No son sufi cientes. El reto no está ahí: debemos concebir la simbiosis sector privado-tercer sector o sector social como dos actores de la misma orilla; el desafío a pensar en empresas incluyentes que diseñen sus estrategias de negocios contando con las organizaciones que tienen el acceso a la población base de la pirámide, que conocen lo que culturalmente es viable, que están encarando a diario las necesidades reales de las comunidades y que pueden lograr una sinergia entre los actores para crear el tan reciente ‘valor compartido’.
Es a este nivel al que tanto los directivos empresariales como los directivos sociales de América Latina estamos llamados a gestar un verdadero impacto en RSE, con alternativas que perduren e infl uyan positivamente en todas las esferas de la sociedad y trasciendan la solicitud de donaciones o un reporte anual de resultados.
El llamado a hacer diseños conjuntos que a la vez generan rendimientos económicos, mejora la reputación y las relaciones con los vecinos, permiten a poblaciones de base hacer parte de la generación de riqueza, suplir sus necesidades, incrementar su nivel de vida y las oportunidades en sus medios de vida y así romper el ciclo de la pobreza.
Un trabajo conjunto con fines comunes y resultados diversos que construyen y fortalecen las iniciativas de ambos sectores. De esta manera, lograr aportar a los Objetivos de Desarrollo Sostenible no será una utopía y el compromiso desde la RSE se articulará con las realidades de cada país, creando puentes que permitan construir de manera concreta las propuestas reales trabajando conjuntamente por su logro, pues somos todos actores de una misma sociedad.