Esta realidad es preocupante, la iglesia con San Juan Pablo II, con Benedicto XVI y hoy con el papa Francisco sigue haciendo énfasis en la necesidad que los seres humanos vivan la solidaridad, que nos acerquemos a los que sufren, a quienes carecen del alimento.
En nuestro país es preocupante la inequidad, la injusticia que se vive, esto en Bogotá se manifiesta cuando a los pobres no los vemos. Muchos jóvenes que van a la universidad y pasan hambre, porque no tienen cómo comprar sus alimentos, estas situaciones solo los vencemos con la generosidad. El Banco de Alimentos ha identificado que la gente humilde es capaz de ayudar a otros que atraviesan por dificultades mayores; muchas de las organizaciones vinculadas nacieron siendo parte del problema y hoy son parte de la solución.
Durante los 14 años de existencia del Banco de Alimentos de Bogotá, hemos ido reinventando la manera en cómo podemos ayudar, pero aún tenemos mucho por aprender. Iniciamos nuestro trabajo ofreciendo alimentos a organizaciones que trabajan por mejorar las condiciones de vida a la población vulnerable.
Gracias a un estudio conjunto con la Universidad Nacional y la Pontifica Universidad Javeriana, nos dimos cuenta de que no solo era importante alimentar a la gente sino mejorar su situación nutricional, haciendo a nuestros aliados consientes de las buenas prácticas de manufactura, presentación y aprovechamiento que se requiere para salvar los alimentos. Para ello se crearon programas como el de Nutrición Integral que es capaz de reunir todos los aspectos mencionados, con el apoyo de las organizaciones y la empresa privada.
En un tercer momento se ha hecho énfasis en el fortalecimiento organizacional, con la participación de las universidades y la empresa privada, que nos ayudan a capacitar a los líderes sociales para que se empoderen de su ejercicio. A las organizaciones sociales de base, hay que fortalecerlas, haciéndolas capaces cumplir con efectividad y justicia su labor, como decía San Felipe Neri “Haz el bien y hazlo bien”; buscamos que las organizaciones perduren en el tiempo y presten un mejor servicio a sus beneficiarios.
Lo anterior se refleja en ver los niños que están vinculados con nuestras organizaciones, quienes hoy tiene la oportunidad de asistir a la escuela y como decía Beatriz Londoño, en su época de directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, “los niños que si reciben afecto y alimento, son capaces de aprender, de competir, de socializar, de llevar una vida saludable y se van a mantener en el sistema educativo”. Es gratificante ver como las organizaciones se esfuerzan por brindar un mejor servicio a las personas que lo necesitan, insisto en la labor con los niños, porque ellos son cerca del 70% de nuestra población, también hay un trabajo importante con el adulto mayor, rehabilitación, discapacidad, farmacodependencia y las familia. Hoy en día las parroquias, algunas de las organizaciones, nos permiten llegar a 14 mil familias.
El trabajo con las empresas que nos apoyan reflejan un modelo transparente y responsable, una dinámica donde las Instituciones sientan que el Banco de Alimentos es un aliado estratégico en responsabilidad social empresarial, donde se realizan un conjunto de acciones en las que interactúan las universidades, las empresas, hombres y mujeres de buena voluntad que se ponen de acuerdo para ayudar a quienes más lo necesitan. La alimentación, salud y educación, son necesidades que debemos satisfacer, es necesario generar una nueva dinámica de economía y un nuevo ritmo para la humanidad. No es fácil solucionar todos los problemas, pero sí podemos generar una mentalidad diferente.
El Banco de Alimentos quiere convertirse en un puente que sirva a las empresas, para generar proyectos autosustentables, que estén al cuidado del medio ambiente y quieran acercarse a las realidades de pobreza en sus comunidades y, puedan tener un mayor impacto social de una menara ordenada, con una población claramente identificada y con organizaciones sociales de base comprometidas con el bienestar las comunidades vulnerables.