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“Fueron días marcados por la ilusión, pero también por una carga de trabajo abrumadora.” Así recuerda sus inicios en la responsabilidad social empresarial quien, en noviembre de 2002, asumió la Dirección de RSE del Grupo BBVA sin contar con equipo propio, enfrentándose en solitario —con el apoyo puntual de una consultora externa— al reto de elaborar la primera memoria de RSE de la entidad en menos de tres meses. Un desafío tan exigente como revelador, que marcó el comienzo de una trayectoria profesional profundamente comprometida con la sostenibilidad.
Su vínculo con estos temas, sin embargo, se remonta a los años noventa, durante su etapa como director general de la Fundación Argentaria, donde promovió investigaciones, seminarios y publicaciones centradas en la ética empresarial y la relación entre empresa y medio ambiente. Desde entonces, ha sido testigo —y protagonista— de una evolución profunda del concepto de RSE, pasando de una visión voluntarista y comunicativa a una más estructural y exigente, aunque aún, en su opinión, con importantes retos por superar.
“En aquellos primeros años predominaban el voluntarismo y la sorpresa empresarial ante las nuevas exigencias sociales, sobre todo en transparencia”, rememora. La internacionalización de las grandes compañías españolas, especialmente en sectores como banca, energía y telecomunicaciones, obligó a adoptar criterios de actuación más rigurosos. Y aunque la RSE se ha profesionalizado y tecnificado, advierte que “sigue dominada por una visión reputacional y aún no afronta de forma integral las externalidades negativas del modelo empresarial”.
Crítico con la concepción puramente voluntaria de la RSE, defiende una mayor regulación pública y una transformación más profunda del modelo empresarial: “La urgencia de los desafíos ecológicos puede ser el catalizador de un cambio radical”, afirma con convicción. A quienes empiezan en este ámbito, les recomienda formarse a fondo, conocer bien su empresa y atreverse a actuar con ambición, aunque eso implique ir contracorriente: “La RSE, en gran medida, supone un enfrentamiento con los criterios dominantes del mundo corporativo”.
«El éxito de una estrategia de RSE depende, en primer lugar, del compromiso firme y coherente de la alta dirección»
Su paso por el Grupo BBVA y su vinculación con iniciativas clave como el Observatorio de RSC o el primer número de Corresponsables —medio al que conoció en sus inicios y que, en sus palabras, “ha sido una herramienta fundamental para visibilizar las buenas prácticas empresariales”— consolidan una trayectoria que ha dejado huella. Y si bien se muestra autocrítico con algunos logros pendientes, tiene claro cómo le gustaría ser recordado: como alguien que intentó, con modestia y sinceridad, contribuir a que su empresa fuera mejor, “escuchando y atendiendo con respeto y compromiso a todas las personas y entidades con las que tuvo el privilegio de colaborar”.
Con motivo del 20º aniversario de Corresponsables, hemos tenido el honor de conversar con José Ángel Moreno Izquierdo, una figura clave y profundamente inspiradora en la historia de la responsabilidad social empresarial en España. Más allá de sus relevantes cargos —como Director de Responsabilidad Corporativa del Grupo BBVA o Director General de las fundaciones Banco Exterior y Argentaria—, José Ángel ha sido y sigue siendo un faro ético, una voz crítica y comprometida con una economía más justa, humana y democrática. Actualmente es miembro de Economistas sin Fronteras, organización desde la que continúa impulsando una visión ética y transformadora de la economía.
Economista de formación, su trayectoria profesional ha transcurrido en el sector financiero, donde también ejerció como economista del Servicio de Estudios del Banco Exterior de España, y donde, ya en su madurez profesional, decidió dar un paso valiente hacia la transformación social, participando activamente en la creación de la Fundación BBVA Microfinanzas y más tarde dedicándose a la docencia de la RSE en universidades como la de Navarra y la UNED.
«La tentación de convertir la RSE en un mero instrumento reputacional es constante, especialmente en empresas cotizadas»
Autor de numerosos artículos y de dos libros esenciales —Entre el fragor y el desconcierto (2000) y Poder corporativo, irresponsabilidad empresarial y democracia económica (2021)—, José Ángel representa a una generación de profesionales que no se conformaron con lo posible, sino que trabajaron por lo necesario. A quienes no entendieron la responsabilidad social como un departamento, sino como un compromiso ético transversal, profundo y transformador.
¿Cómo recuerdas tus comienzos en la Responsabilidad Social? ¿Alguna anécdota a destacar?
Mi vinculación inicial con la RSE se remonta a los años noventa, durante mi etapa como Director General de la Fundación Argentaria. En ese entonces, promoví investigaciones, seminarios y publicaciones centradas en la ética empresarial y la relación entre empresa y medio ambiente. Sin embargo, fue en noviembre de 2002, al asumir el cargo de Director de RSE del Grupo BBVA, cuando mi implicación en esta materia adquirió una dimensión completa y estructural.
«Si el objetivo es construir empresas que generen un impacto positivo real en la sociedad, se volverá imperativo revisar profundamente el modelo empresarial actual»
Una anécdota significativa de aquella etapa inicial refleja bien el contexto que vivíamos entonces: durante mis primeros meses como Director de RSE, no se me asignó ningún equipo. Conté únicamente con el apoyo ocasional de la secretaria de mi superior y de una consultora externa, contratada puntualmente para colaborar en la elaboración de la primera memoria de RSE del Grupo, cuyo plazo de entrega era inferior a tres meses. Aquellos fueron días marcados por la ilusión, pero también por una carga de trabajo abrumadora que, aún hoy, evoco con cierta angustia.
No tuvo que ser fácil crear aquella primera memoria…
Sin duda ése fue el primer gran proyecto: la creación de la primera memoria de RSE de la entidad financiera. A pesar de los limitados recursos, se trató de una iniciativa de enorme envergadura que exigió un esfuerzo extraordinario. Fue una etapa de aprendizaje intenso y trabajo exhaustivo, pero también de una gran motivación personal.
¿Cómo era el panorama de la RSE en sus inicios, en comparación con el actual?
En aquellos primeros años predominaban el voluntarismo y la ilusión por parte de algunos individuos, frente a una cierta sorpresa generalizada en el mundo empresarial ante nuevas exigencias sociales, sobre todo relacionadas con la transparencia. Estas demandas afectaron particularmente a las grandes empresas españolas que se estaban internacionalizando desde los años noventa, principalmente hacia América Latina. Las agencias de calificación, organizaciones sociales internacionales y diversos grupos de interés empezaron a exigirles criterios de actuación y niveles de transparencia que, hasta entonces, eran poco comunes en nuestro entorno.
«A quienes se inician en la RSE les diría: ‘Formarse lo máximo posible y atreverse a actuar con ambición, aunque eso implique ir contracorriente’»
La internacionalización de estas grandes compañías, especialmente en la banca, energía y telecomunicaciones, impulsó una primera aproximación a la RSE centrada en la comunicación y la imagen corporativa. Faltaba una reflexión profunda sobre el alcance del proyecto, lo que se tradujo en una escasa planificación y estructura. Desde entonces, sin embargo, se ha avanzado notablemente en las grandes empresas: la RSE ha sido profesionalizada, formalizada y tecnificada. Aunque, a mi juicio, sigue dominada por una visión reputacional y aún no afronta de forma integral las externalidades negativas del modelo empresarial.
Luego incidiremos si te parece bien en la situación actual y retos de futuro, pero antes… ¿qué otros obstáculos encontraste al implementar la RSE en sus primeros años?
Los desafíos fueron numerosos. El principal fue el desconocimiento de la RSE por parte de los altos y medianos directivos, quienes asumían que la responsabilidad corporativa se limitaba a acciones filantrópicas y no afectaba a sus áreas de gestión. Esto generaba resistencias, y exigía un esfuerzo delicado y personalizado de formación y sensibilización. En muchos casos, el responsable de RSE era percibido como alguien sin la autoridad necesaria para influir en los niveles más altos de la organización.
«El principal obstáculo al implementar la RSE fue el desconocimiento de la misma por parte de los directivos»
Otro obstáculo importante fue la escasez de recursos humanos y materiales, especialmente en los inicios. Afortunadamente, en mi caso, el respaldo de la presidencia fue claro, y el equipo fue creciendo con rapidez: en 2007 ya contábamos con un equipo de diez personas. La complejidad estructural del grupo, con presencia en múltiples países y filiales independientes, también dificultó establecer una estrategia común de RSE, algo que no empezó a materializarse hasta 2005. En resumen, las principales barreras eran internas más que externas.
Tuviste experiencias similares a las de otros pioneros de la RSE…
Sí, muchas de las empresas pioneras atravesaron situaciones semejantes. Éramos pocos los que abordábamos la RSE con decisión, y por ello coincidíamos en casi todas las iniciativas y plataformas del sector. Compartíamos dificultades, limitaciones presupuestarias y una firme convicción sobre el valor de nuestro trabajo. Aquellos pioneros impulsaron cambios importantes desde dentro, muchas veces sin contar con el respaldo decidido de sus organizaciones. Fueron líderes sin poder formal, pero con una gran determinación.
En aquella época nació Corresponsables, que este 2025 está celebrando su 20 aniversario…
Creo que conocí a Corresponsables, y personalmente a Marcos González, en los primeros años del proyecto, probablemente entre 2003 y 2004. Recuerdo vívidamente el primer número de la revista. Lo que más me impresionó de Marcos no fue solo su esfuerzo por sacar adelante una publicación especializada en RSE, sino su convicción profunda de que era posible construir empresas más responsables.
«Corresponsables ha sido una herramienta fundamental para visibilizar las buenas prácticas empresariales y promover la colaboración entre empresas, administraciones y organizaciones sociales.»
Desde entonces, Corresponsables ha sido una herramienta fundamental para visibilizar las buenas prácticas empresariales y promover la colaboración entre empresas, administraciones y organizaciones sociales.
¿Qué otros referentes destacarías?
Hablando siempre del caso español, en mi opinión los pioneros en la gestión fueron los responsables de RSE de las primeras empresas que asumieron de forma más expresa esta cuestión. Entre los que me atrevo a destacar (porque fueron con quienes más relación tuve y más experiencias compartí), los responsables de RSE de Iberdrola, Telefónica, Repsol, Mapfre y Eroski.
Y respecto a mis referentes, y ciñéndome al aspecto teórico y formativo, no puedo dejar de mencionar a cinco personas de las que aprendí mucho y que fueron fundamentales en mi bagaje profesional: Adela Cortina, Marta de la Cuesta, Josep María Lozano, José Miguel Rodríguez y Antonio Vives. Y junto a ellos, un político que fue decisivo en el impulso inicial de una RSE exigente en nuestro país y al que nunca se le agradecerá bastante su aportación: Ramón Jáuregui.
¿Puedes compartir algún otro caso de éxito que consideres emblemático en el campo de la RSE?
Un caso modesto, pero eficaz: el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa. Quizás no se le pueda calificar como emblemático, pero para mí representa un ejemplo excepcional de rigor en la evaluación de la RSE de las grandes empresas españolas, con total independencia y con muy modestos recursos económicos.
«La responsabilidad social empresarial no es un departamento, sino un compromiso ético transversal, profundo y transformador»
¿Cuáles han sido, en tu opinión, los otros hitos más importantes en la evolución de la RSE y la Sostenibilidad en estas dos décadas?
En buena medida, la respuesta se encuentra implícita en los puntos anteriores, pero me gustaría destacar dos aspectos clave. Por un lado, el creciente descrédito de la concepción empresarial de la RSE entendida de forma estrictamente voluntaria e instrumental. Por otro lado, se constata cada vez con mayor claridad el impacto negativo que tiene para la sociedad una gestión empresarial centrada obsesivamente en la maximización del beneficio a corto plazo.
En cuanto a hitos concretos, creo que han sido especialmente relevantes los múltiples documentos y directivas de la Unión Europea sobre estas cuestiones (empezando por el inicial Libro Verde), el Pacto Mundial de Naciones Unidas (muy insuficiente, pero que ayudó indudablemente a la difusión de la RSE), los Principios Rectores de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y Empresas, los acuerdos internacionales sobre cambio climático auspiciados por Naciones Unidas (especialmente el Acuerdo de París de 2015) y las primeras leyes nacionales de diferentes países (y especialmente la francesa) sobre información de RSE, Derechos Humanos y Sostenibilidad.
«La urgencia de los desafíos ecológicos puede ser el catalizador de un cambio radical»
Respecto a los factores que han impulsado esta concienciación creciente por la RSE entendida en sentido amplio, me parece necesario insistir en la movilización de las organizaciones sociales y en la preocupación de los organismos internacionales y, sobre todo, de la Comisión Europea y del Parlamento Europeo, por estos temas, así como en la ingente literatura académica crítica con la mencionada concepción convencional de la RSE y con la gestión empresarial cortoplacista.
¿Qué cambios significativos ha observado en la RSE en España desde sus inicios?
He observado varios cambios significativos en la evolución de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en España a lo largo de los años. En primer lugar, se ha alcanzado un conocimiento mucho más profundo y extendido sobre lo que realmente supone la RSE, tanto en el ámbito empresarial como en la sociedad en general. En segundo lugar, ha crecido notablemente la preocupación por su aplicación entre los principales organismos internacionales y la sociedad civil.
Además, se ha producido un notable incremento de la legislación y la regulación, especialmente impulsadas por la Unión Europea. A esto se suma la expansión de una industria especializada compuesta por consultores, auditores, certificadores, comunicadores…, lo que ha contribuido a su aplicación, pero también ha supuesto una mercantilización de la misma y una sofisticación en ocasiones excesiva.
«La RSE ha sido profesionalizada, formalizada y tecnificada, pero sigue dominada por una visión reputacional»
Por último, se ha impuesto una creciente exigencia de profesionalización y tecnificación en los responsables de su gestión dentro de las grandes empresas, lo que ha elevado los estándares, pero también la complejidad del ejercicio de sus funciones.
¿Qué lecciones te ha dejado tu trayectoria en RSE?
He aprendido que el éxito de una estrategia de RSE depende, en primer lugar, del compromiso firme y coherente de la alta dirección. Además, es imprescindible dotar al área de RSE de recursos suficientes y situarla en un nivel jerárquico que permita su interlocución directa con las áreas clave de la empresa.
También he constatado que la tentación de convertir la RSE en un mero instrumento reputacional es constante, especialmente en empresas cotizadas. Por ello, creo que es indispensable avanzar hacia una mayor regulación y control públicos de las prácticas empresariales.
¿Podría compartir alguna otra experiencia especialmente memorable en su trayectoria en RSE, tanto positiva como negativa?
«Memorable» es un calificativo demasiado grandilocuente para mi trayectoria profesional, pero recuerdo con especial orgullo dos modestos logros: la buena calificación que, al menos en términos comparativos, se otorgó generalizadamente al informe de RSE de nuestro grupo en los años en que fui responsable del área y la muy buena sintonía que mantuve con las organizaciones sociales dedicadas al seguimiento de la RSE, incluso en casos en que eran muy críticas con las empresas.
En cuanto a objetivos que creo que no llegué a conseguir satisfactoriamente, destacaría los insuficientes progresos realizados en la concienciación de los directivos de muchos de los departamentos esenciales en la actividad del banco en que trabajaba acerca de la importancia y del contenido de la RSE en sus ámbitos.
¿Qué destacarías de la evolución de tu trayectoria profesional y/o personal en este ámbito a lo largo de los últimos 20 años?
He experimentado un progresivo desencanto respecto a las posibilidades que ofrece la concepción convencional de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) y la capacidad de las empresas para asumir de manera consistente sus múltiples responsabilidades con la sociedad.
Aunque considero útiles las figuras del responsable y del departamento de RSE, sus limitaciones son evidentes. Es común que la dirección de la empresa los utilice de forma puramente instrumental.
Por ello, me he vuelto cada vez más crítico con la concepción voluntaria de la RSE y partidario de una regulación y control públicos más severos y exigentes, especialmente en las grandes corporaciones.
¿Qué consejo darías a las nuevas generaciones de profesionales interesados en la RSE?
A quienes se inician en el ámbito de la Responsabilidad Social Empresarial, me atrevo a ofrecer dos recomendaciones esenciales. En primer lugar, les animaría a formarse lo máximo posible en RSE y a conocer en profundidad tanto su empresa como el sector en el que se desenvuelven. La comprensión del entorno es clave para una gestión eficaz. En segundo lugar, les invito a ser ambiciosos en sus metas: a trabajar con determinación por mejorar los comportamientos empresariales, incluso si esto implica enfrentarse a discrepancias con sectores de la dirección.
«La RSE, en gran medida, supone un enfrentamiento con los criterios dominantes del mundo corporativo.»
Han de estar dispuestos a asumir los riesgos profesionales que esto conlleva, sin perder de vista que deben también ser realistas respecto a sus expectativas. El entorno empresarial actual, profundamente influenciado por la lógica del corto plazo, tiende a desincentivar —e incluso a impedir— el desarrollo de una responsabilidad social verdaderamente auténtica y coherente. No deben olvidar que la RSE, en gran medida, supone un enfrentamiento con los criterios dominantes en el mundo corporativo.
¿Y cómo ves el futuro de la RSE y la Sostenibilidad en las próximas décadas? ¿Qué retos y oportunidades anticipas?
Respecto al futuro de la RSE y la sostenibilidad, estoy convencido de que estará marcado por dos tendencias principales. La primera, un aumento notable en la complejidad de la gestión, con una creciente necesidad de cuantificar y medir los impactos y resultados, así como una integración cada vez más intensa de la digitalización y la inteligencia artificial en los procesos. La segunda tendencia será una mayor complejidad en el ámbito regulador y legislativo, impulsada especialmente desde instancias internacionales y supranacionales. Todo ello exigirá un perfil profesional más especializado y con competencias cada vez más sofisticadas.
En cuanto a los retos que se vislumbran en el horizonte, el más significativo será, sin duda, la creciente tensión entre una RSE real y transformadora y los objetivos empresariales centrados en la maximización del beneficio a corto plazo. Afrontar esa contradicción requerirá decisiones valientes, tanto por parte de las empresas que deseen avanzar sinceramente en sostenibilidad, como por parte de los gobiernos y organismos internacionales llamados a regular y exigir un comportamiento más ético y responsable. En este contexto, la dimensión ecológica se convertirá en un factor cada vez más apremiante, introduciendo limitaciones urgentes e intensas en la actividad empresarial y acelerando la necesidad de replantear los modelos de negocio vigentes.
De hecho, si el objetivo es construir empresas que generen un impacto positivo real en la sociedad, se volverá imperativo revisar profundamente el modelo empresarial actual.Ahora bien, entre estas dificultades también se esconde una gran oportunidad: precisamente la urgencia y la gravedad de los desafíos ecológicos pueden ser el catalizador de un cambio radical.
Las empresas que sepan leer adecuadamente el presente y anticipar el futuro con una mirada positiva, amplia y de largo alcance, serán las que lideren la transformación hacia una economía verdaderamente sostenible.
¿Hay algo que harías diferente si volvieras a empezar? ¿Y cómo te gustaría que se te recordara dentro del ámbito de la RSE?
Si tuviera la posibilidad de volver al punto de partida, sin duda plantearía mayores condiciones a mi empresa antes de aceptar el cargo de director de RSE. Esas garantías iniciales habrían facilitado el desarrollo más sólido de una estrategia verdaderamente transformadora desde el inicio.
Y si tengo que elegir cómo me gustaría ser recordado en este campo, diría que como alguien consciente de las limitaciones inherentes a la voluntariedad en el progreso de la RSE, pero que, a pesar de ello, intentó, con modestia y sinceridad, contribuir a que su empresa fuera mejor.
Alguien que procuró escuchar y atender con respeto y compromiso a todas las personas y entidades con las que, en el ejercicio de sus funciones, tuvo el privilegio de colaborar.
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