En medio de gran pompa, protagonismo y exhibiciones fastuosas se organizan encuentros, foros y otros eventos. Se conceden publicitados premios y homenajes. Se impulsan ‘buenas prácticas’ en este campo. De forma inusitada han aparecido expertos, asesores, gurúes y burócratas internacionales que ‘dominan’ la materia.
Si tanta algarabía ha sido posible alrededor de la RSE, bajo semejante parafernalia surgen inquietudes: ¿por qué existen en nuestros respectivos países tan pocas empresas que publican sus memorias de Sostenibilidad? ¿Por qué hay poquísimas de ellas que tienen formalizado un sistema de gestión en RSE? ¿Por qué muchas, casi todas, de las que intervienen en los mencionados foros –que resultan ser siempre las mismas– sólo exhiben buenas prácticas, programas sociales, acciones proambiente y no una aplicación íntegra y completa de la RSE?
Reafirmemos lo que investigaciones serias nos relatan: los empresarios inteligentes conocen la RSE, entienden la RSE, quieren la RSE, saben que la RSE les daría un nivel óptimo de excelencia organizacional y, sobre todo, de alta rentabilidad para sus operaciones, que les concedería un liderazgo prominente, les ubicaría en sitiales privilegiados donde serían predilectas de clientes, de su personal, de sus proveedores y de sus demás grupos de interés.
Entonces basta ya de prolegómenos en RSE, so pena de quedarnos en la comodidad de las apariencias y del maquillaje de imagen. Es tiempo de superar esa etapa de novelería y de aplicar herramientas idóneas y medibles. ¿Queremos contribuir con la cacareada Sostenibilidad? Es hora de progresar, perfeccionar y formalizar la RSE.
Con ese fin disponemos actualmente de medios e instrumentos que nos muestran qué, por qué y cómo hacer RSE. Existen varias e idóneas iniciativas, empezando por la Norma ISO 26000 RS, que nos devela una cantidad de componentes, desde ponernos al día en el argot. Nos muestra lo holístico de la RS, alimentándonos de todo el ámbito y elementos necesarios para una eficaz aplicación. ¿Que la ISO 26000 no es certificable y queremos certificar en RSE? Fácil solución: utilicemos la SGE 21, norma de gestión ética y de RS certificable, versátil, didáctica y sencilla de aplicar, además, coincidente con la ISO 26000 en los aspectos de fondo. ¿Queremos reportar RSE como se debe? Usemos la guía G4 del GRI.
Por lo visto no cabe justificación para no hacer RSE de una manera técnica, metodológica y estructurada. Percibimos que el no hacerla de esa manera genera juicios de valor no tan positivos hacia el empresariado. ¿Será que el entrar como se debe en RSE compromete una transparencia a la que algunos empresarios no están acostumbrados? ¿Será que se insiste en lo urgente antes que en lo importante? ¿Será que el plazo inmediato se antepone a la auténtica Sostenibilidad? ¿Será que la rendición de cuentas es molesta y exige demasiado?
Oportuno, a manera de conclusión, recordar la publicación de Harvard Business Review de diciembre de 2006 titulada Estrategia y Sociedad, cuyos autores son Michael E. Porter y Mark R. Kramer, quienes afirman: “La respuesta corporativa más común no ha sido estratégica ni operativa, sino cosmética: relaciones públicas y campañas en los medios, cuyo núcleo es a menudo un lustroso reporte de RSC que muestra las buenas obras sociales y ambientales de la empresa”.
Cuando nos hiere la inequidad en la distribución de la riqueza, la depredación del planeta y que, sobre todo, padecemos un descalabro mundial de carácter ético, inquirimos: ¿será que la ausencia de una auténtica RSE, en todas las latitudes, genera tanta tragedia?