Sin embargo, un importante porcentaje de participantes entre los diversos programas que ejecutamos provienen de otros sectores de similar status socio-económico, quienes en muchos casos emprenden largos recorridos para lograr llegar a sus clases en Huancavilca. ¿A qué se debe esta gran acogida? ¿Por qué cruzar la ciudad? ¿De qué tipo de clases o talleres hablamos?
Lejos de la asistencialismo o filantropía, Fundación Huancavilca ha promovido el impulso de actividades artísticas como respuesta para generar espacios participativos en los cuales los protagonistas sean la niñez y juventud que precisamente por las condiciones de su entorno social carecen de la posibilidad de asistir a espacios artísticos particulares. Un ejemplo que nos llena de orgullo es precisamente el Centro de Expresión Musical (CEM), programa innovador e inclusivo que desde el año 2002 brinda a niños, niñas y jóvenes provenientes de sectores de escasos recursos de Guayaquil la posibilidad de aprender a tocar diferentes instrumentos musicales: violín, trompeta, trombón, clarinete, flauta, contrabajo, violonchelo, entre otros. Producto de esta iniciativa surge ‘La Orquesta Sinfónica del Guasmo’. ¿Qué beneficios derivados tiene este programa? ¡Múltiples! Previene su incursión y/o aleja su participación en actividades y situaciones de riesgo, fortalece la autoestima, incrementa el rendimiento escolar, genera oportunidades de becas, acceso a enseñanza privada, propicia manifestaciones de afecto y comunicación familiar mejor canalizadas, desarrolla la capacidad de trabajo en equipo, inclusión, disciplina, perseverancia y solidaridad.
Huancavilca ha logrado establecer un liderazgo en esta metodología de intervención social porque se involucra a la familia y se realiza un proceso de formación integral generando un programa exitoso y sostenido que ha recibido el reconocimiento internacional como sucedió en el año 2009 durante la participación en el sistema de Orquesta y Coros de la república de Argentina en el ‘Primer encuentro internacional de Orquestas y Coros de niños, niñas, adolescentes y jóvenes de escasos recursos’ realizado en Mar del Plata. Hacemos énfasis en el componente inclusivo del programa, pues aunque inicialmente se aprecia como estrictamente cultural, se ha demostrado que no solo es posible romper el paradigma respecto a que la música clásica está reservada para élites sino que es un modelo replicable, eficaz alternativa de socialización, motivación y ejemplo, con resultados e impacto evidenciado en un real cambio de vida de los involucrados, sus familias e incluso de las comunidades a las cuales pertenecen.
A pesar de las dificultades económicas para lograr el financiamiento estable e idóneo del programa, gracias a las actividades de autogestión, al apoyo de algunas instituciones públicas y empresa privada mediante convenios temporales específicos y la labor de un equipo comprometido con vocación de servicio, ha sido factible brindar a lo largo de estos años la oportunidad de ser parte de este maravilloso programa a más de 500 niñas, niños y jóvenes, descubrir y potenciar el talento de músicos con extraordinaria proyección. Actualmente muchos de los integrantes de la primera generación de la orquesta se dedican a la música como actividad permanente, siendo su sustento y actividad principal de ingresos.
Los indicadores obtenidos van mucho más allá del aspecto cuantitativo. Irónicamente, a pesar del reconocimiento público, luego de 12 años de labor y alrededor de 350 exitosos conciertos a nivel nacional, nuestra tarea se ve limitada y frustrada ante la dificultad de lograr la asignación permanente de recursos. Resulta que la experiencia nos lleva a concluir que lamentablemente la cultura y el arte no constan en el ‘top’ para la asignación de recursos en proyectos. Me pregunto frecuentemente si la inversión oportuna en la niñez y juventud, más aun desde un campo transversal como es lo artístico cultural, ¿no debería ser una prioridad para el sector público y las empresas que despliegan programas de Responsabilidad Social?