El ocio es un derecho, y a la sociedad se le olvida, porque todas las cosas que nos resultan fáciles y divertidas las damos por hecho. Pero el ocio está lleno de barreras invisibles e insalvables para muchos colectivos, como el autista; barreras que solamente se pueden derribar desde la propia sociedad porque no son limitaciones de la persona, sino trampas del entorno.
Todas esas barreras que van más allá de lo físico siguen siendo muy desconocidas, pero para una mente autista la accesibilidad sensorial y la cognitiva son tan importantes como la física para una persona con movilidad reducida. Espacios caóticos, sensorialmente muy cargados, aglomeraciones o colas son barretas para el colectivo autista, invisible y silencioso, tan acostumbrado a no tener facilidades, que no las demanda. Si el cine no me lo pone fácil, no voy, si en los conciertos sufro, no voy, si los recorridos de los museos son caóticos, no voy. Lo mismo pasa con acuarios, parques temáticos, restaurantes, boleras, minigolfs…
Nos encontramos con una realidad que convierte el ocio no en eso que debería ser (una actividad libre y elegida, satisfactoria en sí misma), sino en un tiempo que las personas en el espectro autista, y sus familias, tienden a pasar aislándose, o haciendo actividades muy solitarias.
El ocio adaptado ni está, ni se lo espera.
Bajo ese contexto nació venTEA con un objetivo doble: dar a las familias herramientas que les permitan ser lo más autónomas posibles en los espacios de ocio para no depender de una entidad intermediaria de discapacidad (muy caras, con opciones escasas, y nada inclusivas), y por otra parte exigir a los proveedores de ocio que cumplan con la responsabilidad de hacer de sus establecimientos lugares accesibles.
Empezamos adaptando una sala de cine pequeña en Madrid, y vamos ya por quince ciudades. De adaptar la visita a la Casa Museo Sorolla hemos pasado a hacer convenios con asociaciones de distintos puntos de España que nos han llevado a contar con material de anticipación, por ejemplo, de la Catedral de Burgos o de la isla de Cortegada. Y así, restaurantes, parque de bolas, trampolines… lo que sea que las familias, o las propias personas en el espectro, nos pidan, porque venTEA funciona como un buzón de sugerencias al que saben que se pueden dirigir.
Y vamos más allá: el ocio no es sólo llegar a un sitio, entrar, disfrutarlo, y salir. Puede haber imprevistos, esperas, interacciones con personas que no son de nuestro entorno y ante quienes podemos ser vulnerables, desregulaciones emocionales. Hay que explicitar el mundo neurotípico, porque está lleno de normas de comportamiento poco consistentes y marcadas por las convenciones sociales, tan complicadas para una mente autista (yo no puedo expresar mi estar contenta igual viendo Las Meninas que en un estadio de fútbol si mi equipo marca un gol, aunque las dos cosas me vuelvan loca de alegría). Con el tiempo, y la ayuda de las familias, hemos hecho materiales de apoyo al ocio que pueden servir para que esas experiencias que pueden dar tanto miedo y que para muchas personas en el espectro han sido muy traumáticas, sean apetecibles.
Como decía Raquel Sastre en su libro Risas al punto de sal (Planeta, 2021), hace falta un TripAdvisor, y eso es lo que es venTEA: una suerte de guía del ocio que recoge los espacios en los que cualquier persona puede disfrutar del ocio y ser feliz siendo autista, y además proporciona a las familias, de manera gratuita, materiales de apoyo para hacerlo.
Cuanto más estemos presentes, cuanto más visible sea el colectivo, y cuanto más inclusivos sean los espacios en los que transcurre la vida, más sanas serán las sociedades. Porque convivir con la diferencia es lo que nos hace conscientes de la diversidad de personas, de necesidades, y de oportunidades. Naturalizar la diferencia desde los espacios de ocio, disfrutar en los mismos sitios de la misma actividad, y convivir en armonía nos hace, sencillamente, mejores.
Para más tribunas responsables visite nuestra biblioteca Corresponsables.