El ciudadano establece una relación con la comunidad organizada, un vínculo con el entorno en el que vive. Esta relación abarca por un lado, el cumplimiento de deberes, ordenanzas, leyes, regulaciones y, por otro, recaba del ciudadano la acción proactiva que permita el bienestar y desarrollo permanente del entorno, porque la problemática de la comunidad es también la suya.
Esta acepción de ciudadanía se traslada a las organizaciones bajo la misma perspectiva. Cuando las organizaciones se sienten parte activa de las sociedades y comprenden que su desarrollo así como el de su entorno están ligados, se aprestan a ejercer una ciudadanía corporativa; es decir dejan de ser entes aislados, obnubilados por alcanzar únicamente rendimiento económico.
Hoy, como nunca antes, las organizaciones sienten la presión de la sociedad que demanda de ellas a nivel interno: lineamientos y políticas transparentes; procesos productivos respetuosos con el capital humano y el medio ambiente; y, a nivel externo: vinculación, diálogo, interacción con la comunidad a fin de encontrar una integración de los objetivos de las organizaciones con los de la sociedad, en la perspectiva de mejorar la calidad de vida de los pueblos y su desarrollo sostenible.
Lo mencionado sintoniza con el Pacto Global, instrumento de las Naciones Unidas (ONU) anunciado en el Foro Económico Mundial en 1999, que declara promover un diálogo social para crear una ciudadanía corporativa global a través del cumplimiento de los 10 principios que lo integran en áreas relacionadas con los derechos humanos, el trabajo, el medio ambiente y la corrupción.
La ciudadanía corporativa garantiza los mecanismos pertinentes para conocer cuáles son las expectativas, anhelos, deseos del entorno interno y externo de las organizaciones y determina la estrategia a seguir para solventar o por lo menos contribuir a que se cristalicen. El ejercicio de la Ciudadanía Corporativa adopta un modelo de gestión de los negocios ético y socialmente responsable frente a sus propias actuaciones y frente a terceros.
La trascendencia de la ciudadanía corporativa radica en que únicamente cuando la organización asume el reto de conectarse con el entorno a través de la gestión socialmente responsable empieza un camino hacia su legitimación, que a su vez garantiza su supervivencia. La organización como ciudadano corporativo al pasar por un proceso de diálogo y entendimiento con su entorno concreta acuerdos y compromisos formales y no formales a nivel interno y con instituciones, gobiernos, ONGs, instituciones colegiadas y demás actores con los que tiene relación y que le otorgan legitimidad, licencia para sus operaciones.
La ciudadanía corporativa equivale a la ciudadanía de una persona que goza de las bondades y beneficios de sentirse integrante de una comunidad, pero que a su vez y en virtud de ella, tiene compromisos y responsabilidades. El éxito de las organizaciones de hoy y que puede garantizar su futuro radica en que dejen de centrarse únicamente en el mercado y consoliden vínculos y legitimidad con el entorno.