De esta población, el 95% es de origen colombiano, mientras un pequeño porcentaje de solicitantes de asilo procede de Cuba, Afganistán, Perú y otros países de Asia y África.
Las personas desplazadas forzosamente traen consigo conocimientos, habilidades y experiencia que se puede aprovechar, y tienen un gran potencial de ser autosuficientes. El desarraigo, además de la enorme pérdida que supone, acarrea, de la misma manera, la enorme fortaleza de adaptarse a un nuevo contexto.
Sin embargo, las personas refugiadas en Ecuador luchan a menudo por alcanzar medios de vida sostenibles y dignos. En su búsqueda por un empleo, muchos experimentan el subempleo debido a la falta de documentación apropiada. Factores que también influyen son un limitado conocimiento sobre sus derechos o la falta de oportunidades generada por el desconocimiento de la oferta existente en el país. A todo ello se suma la dificultad para restablecer el capital social de su país de origen y sus redes de apoyo.
Es sin duda un contexto con numerosos retos. Pero en el que, como ACNUR, también observamos muchas oportunidades de incorporar de manera productiva a una población que aspira a convertirse en actores de su propio futuro.
En Ecuador, a través de una iniciativa denominada Modelo de Graduación, que parte de un enfoque integral para la reducción de la pobreza, cientos de familias han avanzado hacia mayores posibilidades de integración local. A través de este programa desarrollado por ACNUR y la organización HIAS, y gracias al apoyo del Departamento de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Comisión Europea (ECHO), una situación socio-económica vulnerable como punto de partida deja de ser un obstáculo para la autosuficiencia de los hogares.
El Modelo de Graduación es un enfoque innovador diseñado por las organizaciones BRAC y TrickleUp, que ha sido implementado con éxito en varias partes del mundo para crear una red de seguridad e impulsar que las familias superen su situación de extrema pobreza. En Ecuador, ACNUR ha adaptado este enfoque a la población refugiada. Así, a través de un conjunto de criterios predefinidos para favorecer la mejora del bienestar y de los ingresos, los hogares pueden alcanzar una autonomía que les permita romper con el ciclo de la dependencia de la asistencia.
Gracias a la colaboración directa con instituciones del Estado, socios privados -empresas, bancos, y entidades que ofertan microcréditos- y otras instancias, estamos trabajando de manera intensa para que esta población alcance medios de vida dignos y sostenibles, contribuyendo a su vez de esta manera al desarrollo del país que les brinda una segunda oportunidad.
En 2015, fueron 200 familias viviendo en Santo Domingo las que iniciaron este proceso de trabajo. Este año 2016, 1.500 hogares más han participado en este innovador programa que, además, se alinea con los esfuerzos de erradicación de la pobreza del Estado ecuatoriano.
Para ACNUR, sabemos que para que este proceso sea exitoso es clave establecer relaciones con socios como las entidades del sector privado. Y que se favorezca, de esta manera, una suma de esfuerzos a la generosidad de los gobiernos centrales y locales en el impulso para la creación de empleo, la autosuficiencia y la integración completa en países anfitriones.
Estamos convencidos de que las alianzas para favorecer la empleabilidad de las personas, su adecuación a las necesidades del mercado, tanto en la creación de microempresas como en el acceso al empleo formal, son decisivas. De igual manera, la apuesta del sector privador para permitir a estas poblaciones acceder a los servicios financieros genera oportunidades de futuro, ampliando la cartera de negocio al tiempo que las personas mejoran el manejo de sus propios ahorros.
Desde ACNUR, creemos por tanto que estos procesos para favorecer una población refugiada económicamente activa es una apuesta ganar-ganar para la población, para el tejido económico y, en definitiva, para el país.
Con todo esto en mente, queremos reconocer y agradecer los esfuerzos de las empresas, bancos, cajas de ahorro y crédito, entidades de formación vocacional… y, en general, a ese vibrante sector privado que ha confiado en las capacidades y habilidades de la población refugiada. Y que esperamos siga ampliando su esfera de manera progresiva.