¿Qué le parece el Acuerdo de París aprobado en la COP21?
Es un gran acuerdo con el que se ha logrado dar una respuesta actual y moderna a un problema que llevaba encasillado en respuestas tradicionales más de 20 años. El Acuerdo de París juega con la responsabilidad individual de los países poniendo sobre la base que cada región debe asumir responsabilidad respecto a su propio futuro y entender que es inevitable poner en práctica políticas de cambio climático y cambiar el actual modelo económico y de desarrollo porque es insostenible. De esta manera, cada país debe preguntarse cómo concilia los objetivos domésticos, las prioridades políticas, económicas y sociales con las necesidades climáticas. Sobre ese interés particular que representa cada una de las contribuciones nacionales, el Acuerdo de París presenta una propuesta para conciliar la suma de los intereses particulares con el interés general de disponer de una economía neutra en emisiones lo antes posible.
En definitiva, creo que es un acuerdo interesante que, además, utiliza la transparencia y la rendición de cuentas como vector principal de presión sobre el sistema para canalizar y acelerar la transición hacia una economía baja en carbono. Es decir, el hecho de que la gente pueda disponer de información simplificada y clara sobre los esfuerzos nacionales para combatir el cambio climático se convierte en un factor de motivación muy interesante. YA veremos qué efecto tienen en nuestras empresas, gobiernos, etc que los ciudadanos podamos exigirles y estemos pendientes que lo que dicen que harán, lo que no hacen, etc.
¿Cuál es el papel de la empresa energética para hacer frente al cambio climático?
Es uno de los actores más importantes. Las empresas energéticas son muy sofisticadas tecnológicamente y muy flexibles en términos de adaptación al negocio. Probablemente estas características las han mantenido en una posición de dominio en los ámbitos de cada país pero las empresas energéticas son las que mejor saben cómo se pueden satisfacer las necesidades energéticas. Por lo tanto, son actores fundamentales en ese debate sobre cómo imaginar la transición hacia una economía neutra a medio plazo.
En este sentido, es importante que las empresas energéticas entiendan que es inevitable que haya un debate honesto respecto al cambio de modelo. Si el empeño está en no moverse y no cambiar, saldremos todos perdiendo. Sin embargo, todo el mundo entiende las empresas energéticas también, que es necesario un proceso de adaptación. Por lo tanto, se trata de garantizar un debate honesto en el que, insisto, la principal discusión sea cómo imaginar esa transición hacia una economía baja en carbono.
El cambio climático es una problemática global pero se insiste mucho en la necesidad de actuar localmente. ¿Qué pueden hacer las ciudades para líder esta lucha?
Las ciudades son el actor más interesante en este momento porque tienen un espacio físico en el que se hace muy rápidamente visible cualquier esfuerzo. En las ciudades hay necesidades energéticas y de consumo obvias y hay un impacto social de su gestión en los ciudadanos.
Las ciudades pueden pensar en términos de planificación urbana, aprovechamiento energético, ahorro y eficiencia en edificios, soluciones de movilidad diferentes a la ocupación del vehículo privado, reutilización de recursos y residuos y también pueden pensar en utilización de la nuevas tecnologías de la información para un interés colectivo a través de la economía colaborativa, etc. Por ello creo que son actores absolutamente determinantes. Además, en las ciudades tienen un protagonismo y carisma especial los alcaldes. Los gobiernos municipales y os alcaldes son políticos próximos, que trabajan con una mentalidad muy pragmática, en soluciones muy concretas; y que están muy involucrados y acostumbrados a ser exigidos y ser visibles al escrutinio de los vecinos.
Pensemos además que 2016 cuenta con una oportunidad fantástica para hacer visible el esfuerzo de las ciudades. Este año se celebra la reunión mundial Hábitat III, una cumbre que gira entorno a la ciudad sostenible. Evidentemente, los problemas de los crecimientos informales de las grandes ciudades de países emergentes no tienen nada que ver con la reinvención de las ciudades consolidadas en países con economías más maduras; pero el dinamismo que y la innovación en la gestión que pueden aportar las ciudades en este desafío es absolutamente trascendental.
Este año se han aprobado los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ¿cuáles son los retos del sector energético de cara a esta Agenda 2030?
Creo que el sector energético tiene retos pero también tiene una oportunidad fantástica. Es decir, hay un gran negocio en pensar en cómo satisfacer las necesidades energéticas del 17% de la población mundial que hoy no tiene acceso a la energía. Sin embargo, este reto no puede ser visto con los ojos “lograrlo a cualquier precio”. Hay que entender dónde se produce esa demanda de energía, cómo los ciudadanos pueden absorber ese servicio, cómo se adecúan las condiciones financieras para poder acompañar ese proceso, etc. Por tanto, hay que pensar de manera diferente pero hay una voluntad y una capacidad tecnológica muy fuerte de hacerlo. De hecho, el sector energético es probablemente el conjunto de empresas que, por su experiencia y conocimiento, están en mejores condiciones de poder combinar de una forma innovadora todas las diferentes realidades para satisfacer la demanda creciente de energía en el ámbito de los ODS en países en desarrollo.
Por otra parte, también en los países emergidos, y en relación a los ODS, hay una demanda de energía distinta. Por ejemplo, Europa es una de las zonas más ricas del planeta pero nos hemos dado cuenta de que somos interdependientes y lo que les pasa a nuestros vecinos, nos afecta. Nos hemos dado cuenta de que dentro de nuestras fronteras no podemos dar por seguro el bienestar, el progreso, el empleo, el acceso a la energía, el agua, etc. Hemos incrementado las desigualdades, estamos viendo episodios de pobreza y exclusión del sistema mantenido en el tiempo. Y eso es solo la punta del iceberg porque esta situación, consolidada en el tiempo, será mucho más dramática.
En el ámbito energético, esta situación se materializa en una pobreza energética que afecta a los edificios, es decir, a donde vive la gente, pero también al transporte. Por ejemplo, la gente se va fuera de la ciudad porque consigue un piso más barato pero mal aislado. Con los años descubrirá que pagará una triple hipoteca: la de una casa mal aislada energéticamente, la del transporte que a lo mejor en esa zona aún no existe en términos de transporte público y le obliga a utilizar el coche privado; y la hipoteca del tiempo que pierde a diario, que es vida útil de cada persona, en esos desplazamientos si la ciudad no está bien pensada. Todo esto, de alguna manera, forma parte de los términos en los que deberemos definir qué significa el Objetivo de Desarrollo Sostenible de acceso a la energía.
¿Qué opina sobre la legislación española en materia de energías renovables? ¿Y qué posición debería tener España en el impulso de estas fuentes de energía?
A pesar de que España ha tenido una oportunidad muy grande de reinventarse en este aspecto y casi la ha destrozado, todavía tiene la oportunidad de ser un actor clave en el despliegue de una revolución industrial, una revolución del bienestar de las personas, como lo es la revolución asociada al empleo de energías renovables. Obviamente esto implica un debate importante y difícil pero que hay que tener. No podemos quedarnos en el pasado y nos olvidarnos del futuro.