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Evangelina Gómez Durañona lleva décadas defendiendo una idea sencilla pero transformadora: que las empresas, lejos de ser solo generadoras de rentabilidad, deben entenderse como ciudadanos corporativos capaces de mejorar su entorno. Desde su rol como Directora Ejecutiva de CERES en Ecuador desde el 2012, ha sido una de las voces más coherentes y comprometidas de la región en el impulso de un modelo de desarrollo sostenible que conjugue justicia social, conciencia ambiental y rentabilidad ética.
“Si la RSE no se alinea con tus propósitos de vida, no tomes ese camino. Pero si sí lo hace, lánzate sin miedo, porque no hay mayor satisfacción que saber que estás contribuyendo a cambiar el mundo”, afirma con convicción. Para la también miembro del Consejo Consultivo de Alliance for Integrity Ecuador, la Responsabilidad Social no es una técnica o una moda, sino una forma de vida que impregna cada decisión personal y profesional. Y como recuerda con humor, desde sus inicios “me tocó evangelizar sobre qué era la responsabilidad social… parecía que el nombre ya lo traía incorporado”.
En este especial por el 20º Aniversario de Corresponsables, Evangelina Gómez rememora con afecto su primer encuentro con Marcos González en México: “ni me conocía y ya me quería entrevistar”, bromea, y celebra el papel de Corresponsables como “una fuente clave de consulta y difusión para toda Iberoamérica”. Porque, como ella misma encarna, la RSE se construye cada día con alma, corazón y mucha pasión.
Evangelina, ¿recuerdas cuál fue ese primer momento en el que conectó con la necesidad de trabajar por un desarrollo más equilibrado y responsable, con la RSE?
Desde hace 12 años tengo el honor de dirigir CERES, pero podría decir que ese despertar se remonta mucho más atrás. Fue allá por el año 1995, cuando me fui a vivir a las Galápagos. Allí comencé a darme cuenta de la necesidad de trabajar para lograr un equilibrio real entre el desarrollo económico, social y ambiental.
Una de las anécdotas más curiosas de aquellos años es que algunos se reían diciendo que mi nombre “venía como anillo al dedo”, porque me tocaba evangelizar sobre qué era la responsabilidad social. Y, en cierto modo, así fue.
Muy buena anécdota… Has vivido la evolución del concepto de RSE durante más de una década al frente de CERES. ¿Cómo describiría ese cambio desde sus primeras experiencias hasta el momento actual?
Sin duda ha habido un cambio gigantesco. Hace 12 años, muchas personas y empresas creían que la Responsabilidad Social era sinónimo de filantropía, algo vinculado casi exclusivamente a donaciones en fechas señaladas como el inicio de clases, la Navidad o cuando ocurría algún evento adverso como inundaciones, incendios o terremotos.
“Me tocó evangelizar sobre qué era la responsabilidad social… parecía que el nombre ya lo traía incorporado”
Hoy el panorama es distinto. Ya hay muchas empresas que han adoptado la Responsabilidad Social como un verdadero modelo de gestión, y otras en las que la Sostenibilidad se ha convertido incluso en un acelerador para la innovación de productos y servicios.
En ese proceso, ¿qué barreras encontró al implementar prácticas de RSE? ¿Y qué dificultades observó en el camino de otros pioneros como usted?
En sus inicios, la RSE solía estar anclada a los departamentos de marketing o comunicación. En aquel entonces no había una comprensión profunda de lo que implicaba, y el enfoque era muy limitado, centrado casi exclusivamente en acciones filantrópicas con las comunidades. Los temas ambientales estaban completamente desconectados de los sociales, y la gobernanza ni siquiera entraba en la conversación.
“Pasamos de entender la RSE como filantropía puntual a convertirla en un verdadero modelo de gestión empresarial”
Al igual que muchos colegas de la región, tuvimos que demostrar que ser socialmente responsables no solo era lo correcto, sino que también era un buen negocio. Había que desmontar la idea de que la RSE era un gasto, y empezar a hablar de inversión, de retorno, de impacto medible.
En estos años ha compartido espacio con actores clave del ecosistema de la RSE iberoamericana. ¿Cómo recuerda su vínculo con Corresponsables y qué papel le atribuye en este recorrido?
Recuerdo con claridad cómo conocí a Marcos González allá por el año 2013, en el Encuentro Latinoamericano de RS organizado por Cemefi. Él estaba en un stand, contando con entusiasmo qué hacía Corresponsables. Me acerqué, le conté que era Directora Ejecutiva de CERES en Ecuador, y enseguida me preguntó si podía entrevistarme. Me sentó en un espacio que tenía listo para ello. Me reí mucho porque pensé: “ni me conoce y ya me quiere entrevistar”. Fue el inicio de una buena conexión.
“Corresponsables ha sido una fuente clave para posicionar la RSE en Iberoamérica”
Al año siguiente, en 2014, coincidimos en el diplomado de Responsabilidad Social de la Universidad Castilla-La Mancha, fuimos compañeros, y desde entonces mantenemos una bonita amistad.
Sin duda, Corresponsables se ha convertido en uno de los medios que más ha contribuido a posicionar la RSE en Iberoamérica. Sus publicaciones son hoy una fuente de consulta fundamental para conocer buenas prácticas, tendencias y visiones diversas.
¿Qué lecciones personales y profesionales le ha dejado este camino en la Responsabilidad Social?
La más importante, que todo evoluciona. Y que, por tanto, debemos estar abiertos al cambio, no resistirnos a él. Adaptarnos, ser resilientes, entender que nada es estático y que solo avanzamos si aprendemos a fluir con el entorno.
En este recorrido de más de 20 años, ¿cómo describirías tu evolución como profesional y como persona?
Más que hablar de una trayectoria profesional, creo que lo más relevante es haber evolucionado como persona. Estos años me han ayudado a ser más empática, más consciente, más comprometida con lo que ocurre a mi alrededor. La RSE, cuando se vive con autenticidad, no se queda en la oficina: se convierte en una forma de mirar el mundo.
«Tuvimos que demostrar que ser socialmente responsables no era un gasto, sino una inversión con retorno medible”
¿Qué hitos destacarías como transformadores en la evolución de la RSE y la Sostenibilidad en estas últimas dos décadas?
Creo que el gran paso ha sido dejar atrás una visión filantrópica y avanzar hacia modelos de negocio verdaderamente sostenibles. Esa transición, que aún sigue en proceso, es la que ha abierto la puerta a que la RSE se entienda como parte central del valor que genera una empresa, y no como un añadido.
¿Hay algún momento especialmente memorable en su trayectoria que le gustaría compartir?
Vivo cada día como memorable, pero si tengo que destacar uno, sería mi participación como panelista en la Cumbre CELAC–Unión Europea que se celebró en Bruselas en 2015. El lema de aquella cumbre era muy potente: “Europa, América Latina y el Caribe: fomentar un crecimiento integrador y sostenible mediante el refuerzo del papel de las pequeñas y medianas empresas”. Poder participar ahí fue una experiencia muy significativa para mí.
“Mi mayor contribución ha sido inspirar a las empresas a entender que son ciudadanos corporativos con poder de transformación”
Si pudiera compartir un mensaje para quienes se están iniciando en este campo, ¿qué les diría?
Les diría que esta no es solo una profesión, es un modo de vida. Si la RSE no se alinea con sus propósitos personales, no deberían seguir ese camino. Pero si sienten esa conexión, entonces que se lancen, porque es un mundo apasionante. No hay mayor satisfacción que saber que estás contribuyendo a cambiar el mundo. Puede sonar soñador… pero es una realidad.
¿Qué mirada tiene hacia el futuro de la RSE y la Sostenibilidad? ¿Qué le preocupa, qué le ilusiona?
Lo que más me preocupa es que la Sostenibilidad termine convirtiéndose en una estrategia de comunicación vacía, en greenwashing. Es un riesgo real. Hay que luchar para que no ocurra.
¿Y cuál diría que ha sido su mayor aporte a este campo? ¿Cambiaría algo si volviera a empezar?
Creo que mi principal contribución ha sido inspirar a las empresas a ir más allá de la rentabilidad. A entender que son ciudadanos corporativos, y que como tales pueden y deben transformar su entorno.
¿Si cambiaría algo? No lo creo. Los tropiezos y desafíos que he enfrentado me han hecho evolucionar. Si todo fuera perfecto, no existirían oportunidades reales de mejora.
Para terminar, Evangelina, ¿cómo le gustaría que la recordaran en el ámbito de la Responsabilidad Social?
Como una persona que le puso alma, corazón y mucha pasión a su trabajo. Que lo hizo convencida de que este mundo puede ser un lugar más justo, equitativo y ambientalmente saludable. Y que, desde su lugar, aportó un granito de arena para cambiar la vida de las personas.
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