Su pasado no ha sido fácil… ¿Cómo empezó todo? ¿A qué edad comenzó a entrar en el mundo de las adicciones?
En mi caso empezó cuando era muy joven. Pero me di cuenta y le puse remedio en 2003; en abril ingresé en un centro de adicciones. Hasta entonces anduve como 14 años mintiéndome mucho.
¿Qué le llevó a eso?
Yo nunca tuve una educación en torno al riesgo sobre lo que podía suponer el alcohol… Así que en mi pandilla, cuando salíamos, ya desde muy jóvenes bebíamos cerveza, algún cubalibre, etc. Poco a poco, eso fue pasando a mayores; pero yo nunca fui consciente de cuándo lo hizo. El problema era también que, debido a mi gran aguante (podía ingerir grandes cantidades de alcohol sin sentirme mal), tenía la sensación de que controlaba. Además, como durante el resto de la semana no consumía nada, me parecía que no era algo tan nocivo. Me decía a mí mismo: “esto no es un problema. De vez en cuando, como cualquier persona, salgo y bebo, me lo paso bien y punto”. No veía ningún inconveniente ni tampoco creía que fuese incompatible con el deporte. Eso sí, cuando empecé a tomar sustancias ilegales ya me sentía muy mal conmigo mismo, y al final me di cuenta de que era un infeliz teniéndolo todo.
¿Surgió a raíz de independizarse?
Fue cuando me fui a Barcelona con 17 años. Había ciertos problemas en casa, no estaba muy adaptado al nuevo matrimonio de mi padre. Y es cierto que cuando llegué a Barcelona ya venía con dos años anteriores en los que salía los fines de semana, en los veranos tomaba bastante alcohol, y sobre todo también cuando salía con la selección al terminar los torneos. La forma que teníamos de evadirnos era celebrándolo con alcohol.
¿Cuál fue el punto de inflexión? ¿Qué es lo que le animó a salir?
Pienso que te das cuenta. Son pequeños detalles que van ocurriendo en tu vida y que todos, sumados a un acontecimiento bastante dramático, me hicieron reaccionar. El momento dramático fue cuando me echaron de la selección en el año 2000; luego volvieron a recuperarme para el Mundial de 2003, pero no pude aguantar los entrenamientos y la última vez que salí desaparecí dos o tres días, así que volvieron a expulsarme y me quedé sin ir al Mundial. Ahí me di cuenta de todo. La cantidad de cosas que habían ocurrido por las que yo culpaba a los demás, cuando el verdadero culpable era yo. La suma de todos esos acontecimientos de mi vida hizo que me diera cuenta, más allá de lo que yo mismo podía pensar, porque yo pensaba que era un inmaduro, un irresponsable, sí, me comportaba como tal, pero esa inmadurez e irresponsabilidad venían por el consumo de alcohol y otras sustancias.
¿Cuál es su peor recuerdo de todo esto?
Hay recuerdos duros… Hay un recuerdo complicado: me acuerdo de un día que llegué tarde a casa, por la mañana. Aquel día yo estaba al cuidado a mi hija de dos años (me echaba una mano la abuela de la niña), recuerdo que estaba durmiendo y que ella fue a despertarme de la siesta y la miré como reprochándole que me hubiese despertado… Son pequeños detalles que me hicieron decirme a mí mismo: “estás mal”. Miré a la niña como diciéndole “déjame en paz, que estoy durmiendo”. La niña, con dos años, lo que quería era a su padre, pero su padre estaba resacoso en el sofá de casa. Esos son recuerdos que me hacen pensar en no querer volver a vivirlo.
Y, por extraño que suene, ¿algún buen recuerdo?
Sí, en el momento de la recuperación. Desde que me dicen lo que tengo que hacer, para mí todos aquellos momentos son buenos. No hay ningún día malo ahora, desde estos ocho años y medio que llevo sin tomar nada. El peor día de estos años no tiene nada que ver con el mejor día de entonces. Para mí, desde que lo dejé, todo es bueno, a todo sé sacarle el punto positivo; incluso en momentos difíciles, como la pérdida de un amigo. He tenido que lidiar con circunstancias bastante difíciles, pero si no consumo, soy capaz de enfrentarme a todo.
¿Tiene alguna secuela de todo aquello?
No sabría decir. Me pasó factura en lo material, en lo físico y en lo mental pues quizás sí que hay momentos que estoy algo más decaído sin tener que estarlo, pero siempre me doy mensajes positivos. Secuela que sea visible ahora, no, pero no sé dentro de veinte años. De momento todo funciona bien y tengo capacidad de trabajo; no tengo ningún deterioro cognitivo importante.
¿Cómo ve el panorama educativo actual respecto al que vivió usted?
Creo que hay situaciones que abordar. Hay que estudiarlas, detectarlas y posiblemente poner los medios adecuados. En esta época de crisis ha habido recortes en algunos aspectos que yo creo que son importantes, y hemos de que tener cuidado con cómo enfocamos ciertos trastornos de aprendizaje que están apareciendo en las aulas. De cada 25 alumnos, hay 4 o 5 que tienen algún trastorno de aprendizaje. Se trata de trastornos reeducables, por lo que si se les presta un poco de atención y si se les dedica tiempo, pueden evitarse fracasos escolares en el futuro.
Pero siempre lo ha habido. Lo importante es empezar a detectarlo y a confeccionar programas no sólo de prevención sino también de traten estos trastornos, como pueden ser la dislexia, la hiperactividad, la lateralidad cruzada, la visión convergente, etc. Estos trastornos les hacen ir retrasados en clase; hay que averiguar a qué se debe antes de tacharles de ‘vagos’. Los chicos no son vagos sino que tienen dificultades y, como son inmaduros, dejan de hacer lo que les cuesta y se van a lo que menos les supone un trabajo duro. Eso hay que detectarlo antes de poner etiquetas a los alumnos.
¿Cree que después de su experiencia es más fácil educar a esos niños?
Perfectamente. Sobre todo si no les machacas con los juicios, si le haces sentir que le estás apoyando, que les quieres y que evidentemente han de esforzarse para superar ese trastorno de aprendizaje. Sobre todo debemos diferenciar entre un trastorno de aprendizaje y el coeficiente de inteligencia. Un chico que no estudia o no va al mismo ritmo que los demás, no siempre es por que sea menos inteligente; todo lo contrario, quizás tenga dificultad mayor en la comprensión numérico-lectora, en la lecto-escritura, etc. No tiene nada que ver con el cociente de inteligencia. Normalmente, esos chicos suelen estar por encima de la media porque tienen una inteligencia adaptativa superior a la de los otros, ya que tienen que utilizarla para sobrevivir en las aulas, que son muy crueles.
En momentos difíciles como el actual, ¿se refugian más las personas en las drogas?
Depende de la mentalidad. Hay personas que son pesimistas, entonces la crisis les afecta más; otras personas ven la crisis como una oportunidad de crecimiento, de cambio, de pensar de otra manera, de cambiar el rumbo… Eso depende de la personalidad de cada uno. Unos son más ambiciosos y proactivos y a otros les cuesta más salir adelante.
¿Cuál es el papel de la Administración?, ¿se está trabajando desde el sector público para que los jóvenes no caigan en las adicciones?
Hay medidas de prevención buenas, se invierte bien el dinero, pero también es cierto que algunas campañas podrían ser más eficaces, podrían ahondar más en la cuestión. A veces se aborda el tema de una manera muy superficial, sobre todo cuando se trata del alcohol, etc. Creo que se podría dar un mensaje más punzante y que vaya bien dirigido a las personas que realmente tienen que preocuparse de la prevención. Pero sí que se trabaja, se invierte mucho dinero en intentar prevenir, en intentar mejorar los desastres que provoca el consumo. Sin embargo, insisto en que el mensaje debería ser un poco diferente, y ahí me ofrezco a colaborar.
Y respecto al sector privado, ¿cuál es el papel de las empresas?, ¿es la RSE la solución para canalizar este tipo de cuestiones?
Se invierte dinero en obra social, lo que pasa es que cada empresa busca que su área de Responsabilidad Social Corporativa vaya alineada a sus valores. Entonces, hay valores que no tocan, como segmentos sociales que están dañados. Creo que sí, la intención de todos es ayudar y mejorar la sociedad, o simplemente devolver parte de lo que la sociedad les ha dado. Ahí están los trabajos de cada uno. Lo que pasa es que no se venden muy bien, no salen a la luz, y eso es importante, porque si haces algo por la sociedad, véndelo, exponlo para que la gente pueda opinar y pueda saber que tú, aunque estés ganando mucho dinero, estás dando algo a la sociedad. Creo que eso es lo que les falla, la comunicación.