Ferrer se ha convertido en empresa B Corp gracias a su impacto positivo en la sociedad y el planeta. La compañía ha superado el estándar B Corp a nivel global por su cumplimiento con los más altos estándares en términos de desempeño social y ambiental, transparencia y responsabilidad empresarial en todos los territorios donde tiene presencia directa. Al haber superado el proceso de certificación, Ferrer es la primera compañía farmacéutica española que forma parte de la comunidad internacional B Corp, la agrupación de empresas orientadas a construir una economía más inclusiva y sostenible.
Mario, ¿Podrías ampliarnos la información que estamos publicando de vuestra certificación B Corp?
Nos encanta destacar que la certificación B Corp supone una confirmación de que estamos actuando de forma correcta. A pesar de que nos conozcan por ser un laboratorio farmacéutico, nosotros somos un medio para lograr el propósito que tiene la compañía; generar un impacto positivo en la sociedad, a través de la reinversión de gran parte de nuestros beneficios en proyectos sociales y ambientales. De hecho, el lema que acompaña a Ferrer es “For Good”. Así pues, nosotros apostamos por el bienestar, como principal razón de ser de la compañía, de nuestros trabajadores, del planeta y del conjunto de la sociedad.
Obtener una certificación como la de B Corp es un refuerzo absoluto de la estrategia que estamos llevando a cabo porque esta certificación es muy exigente. Tenemos que ser auditados en múltiples aspectos como: gobernanza, personas, medioambiente, clientes, la cadena de valor, etc. La verdad es que nos llena de orgullo ver que las acciones que llevamos a cabo son reconocidas y valoradas con una puntuación muy alta; lo cual nos anima a seguir trabajando en esta dirección.
Además de lo que significa conseguir el sello B Corp, este reconocimiento supone una gran oportunidad de aprendizaje porque las personas que trabajan en la entidad tienen una gran experiencia, ya que han colaborado con otras muchas empresas antes que la nuestra. Así pues, estamos convencidos de que el aprendizaje es otro pilar que fundamenta la razón de ser de la compañía porque es imprescindible para el buen funcionamiento. De hecho, la certificación B Corp tiene un máximo de 200 puntos y nosotros hemos conseguido un 100,6, por lo que el margen que tenemos todavía de aprendizaje y mejora para ser una compañía excelente en cuanto al impacto en la sociedad o el planeta, es uno de los retos más grandes a los que nos estamos enfrentando.
¿Nos podrías destacar alguna otra iniciativa y cómo se enmarca esta dentro de la estrategia y valores responsables que lleváis a cabo en Ferrer?
Uno de los aspectos más evidentes es nuestra propia manera de hacer las cosas y de estar en el mundo, Asimismo, en nuestro propósito de aportar valor significativo y diferencial a las personas que sufren dolencias graves, hemos definido una clara estrategia global encaminada al desarrollo de una cartera de productos innovadores capaces de transformar la vida de los pacientes que padecen dichas enfermedades graves y debilitantes.
Por ello, dirigimos nuestros esfuerzos al desarrollo de productos en dos áreas terapéuticas principales: las enfermedades pulmonares vasculares e intersticiales y los trastornos neurológicos. En ambas áreas convergen enfermedades raras o de baja prevalencia, frecuentemente carentes de tratamientos apropiados o autorizados. Por ese motivo, el compromiso de Ferrer con la investigación y el desarrollo de tratamientos en esos ámbitos resulta crucial para mejorar la vida de los pacientes afectados, así como para gestionar de manera eficiente los recursos sanitarios.
Por otro lado, muchas de las acciones que implementamos no son conocidas. En el caso de Ferrer, ha sido la compañía la que ha conseguido el certificado B Corp, pero no nuestras fundaciones. Nosotros, por ejemplo, tenemos tres fundaciones que se nutren 100% de recursos Ferrer y hay una de ellas – Fundació Ferrer Sustainability– que está trabajando ahora mismo en dos labores muy importantes. Una de ellas es suministrar un millón de comidas al año para familias necesitadas en todo el área metropolitana de Barcelona y alrededores. Esto lo hacemos desde una cocina industrial que compramos al inicio de la pandemia. Contratamos a personas y empezamos a ofrecer programas de voluntariado entre las personas que trabajan en Ferrer; con ello cocinamos comidas saludables y equilibradas siguiendo el plato saludable de Harvard.
También trabajamos con múltiples proveedores de kilómetro cero receptores de esas comidas. Esto supone un trabajo muy importante, al igual que también el nivel de recursos empleados. Un punto importante es que todas las verduras que llegan a la cocina las cultivamos en huertos rurales que son también propiedades de la Fundación. Uno de ellos es incluso un huerto urbano. En todos ellos se cultivan con los máximos estándares habiendo total ausencia de pesticidas, herbicidas, etc. Además, son huertos que pretendemos que sean cada vez más sociales y que permitan dar trabajos a personas en situación de vulnerabilidad de nuestra sociedad. De ahí salen toneladas de alimentos.
Uno de los objetivos de esta fundación es aumentar las hectáreas de huertos agroproductivos dentro de las ciudades. Una de las soluciones que nosotros queremos proponer es aprovechar todos los huecos -que hay muchos- de las ciudades para hacer huertos agroproductivos. Con ello se generará una reducción de emisiones de CO2, ayudará a una bajada de la temperatura dentro de las ciudades, etc. Por lo tanto, el beneficio que va a tener implementar este tipo de iniciativas será importante.
Ferrer cuenta también con Fundación para la Música Ferrer-Salat cuyo objetivo es dar oportunidades a jóvenes talentos que sin recursos no pueden optar a una educación musical. Hay dos vertientes: la primera consiste en la concesión de becas del Conservatori del Liceu y la segunda de ellas tiene que ver con la educación musical; nos vamos a los barrios más desfavorecidos de Barcelona y proporcionamos educación musical reglada (con conocimiento de lo que es la música y la composición) a más de mil niños y niñas, de primaria y secundaria.
La música es una disciplina, quizás la única, que puede desarrollar las dos partes del cerebro. Esto tiene unos efectos positivos en el desarrollo cognitivo de los jóvenes en el futuro. De hecho, ahora estamos poniendo en marcha un ensayo clínico que va a costar, más o menos, un millón y medio de euros para demostrar que estos niños y niñas que tienen esta educación musical van a tener después un desarrollo posterior convertido en mejores notas que los que no tienen este tipo de desarrollo musical.
En Ferrer apostamos no solo por los problemas que hoy día son urgentes como puede ser dar comida a gente que lo necesita, sino también nos centramos en apuestas de futuro para que la gente en situación de vulnerabilidad deje de necesitar ayuda constantemente. Por lo tanto, hay muchos proyectos que nuestras fundaciones, a través de los recursos de Ferrer, se están poniendo en marcha y, en cambio, no han formado parte de la certificación B Corp. Así pues, todas estas iniciativas están en nuestro ADN; seguir dedicando todos los recursos posibles a estas acciones porque trabajamos para esto.
¿Cuál consideras que es la situación y principales retos de futuro que tiene la RSC y la sostenibilidad en España desde tu punto de vista?
Yo creo que el reto que tiene España es equivalente al reto que tiene el planeta. Uno de los más grandes es el cambio climático y las desigualdades sociales que existen en el mundo y que desafortunadamente con las últimas crisis como la de la pandemia o la de Lehman Brothers, no ha hecho más que acuciar las desigualdades sociales; los ricos son un poco más ricos y los pobres un poco más pobres y esto es un problema importante, al igual que el cambio climático.
Lo que ocurre ahora mismo es exactamente lo que retrata esta última película de Netflix “Don’t look up”; la sociedad piensa que el problema del cambio climático no va con ella o que a lo mejor piensa que esto ya lo sufrirá la siguiente generación.
El cambio climático depende de todos; cada uno tiene que poner su granito de arena. Quizá uno de los más importantes lo tenemos que poner las empresas que estamos generando más del 80% del PIB mundial. Desde Ferrer consideramos que las compañías tienen una responsabilidad social, han de ganar dinero, ser sostenibles, porque sino no hay proyecto, no hay compañía, pero detrás de esto tiene que haber una labor social para que haya una compartición de beneficios; lo que generamos para la sociedad y para el planeta y lo que generamos para la compañía y su subsistencia. Sin embargo, todavía hay ciertas compañías que siguen las tesis de Milton Friedman, quien defendía que el único fin de las empresas es rentabilizar al máximo el dinero que invierten. Estoy convencido de que dentro de una o dos generaciones estas cuestionaran cuál era el objetivo principal y la razón de ser de las empresas, más allá de la rentabilidad económica.
Para finalizar Mario, ¿Cuáles son los principales retos de futuro en materia responsable en Ferrer?
A nosotros como compañía nos gustaría tener más rentabilidad para hacer más proyectos sociales y medioambientales y seguir promoviendo un impacto positivo desde nuestra propia manera de hacer las cosas, a través de nuestros pilares de Great People, Liveable Planet y Social Justice. De hecho, nuestro compromiso está clarísimo; en los últimos años estamos dedicando más del 50% de nuestros beneficios a proyectos sociales y medioambientales.
Con más recursos podríamos hacer que Barcelona sea un ejemplo de ciudad más sostenible a través de huertos agroproductivos, erradicar la existencia de personas sin techos de la ciudad o mejorar la educación de algunas personas. El mensaje es sencillo: dejar de pensar que esto lo tienen que solucionar otros, como gobiernos u ONG’s, y nos hemos de responsabilizar todos nosotros para poner granitos de arena cada día con acciones como el reciclaje, aportaciones a fundaciones, dejar de utilizar papel, etc.