¿Cómo surge su colaboración con UNICEF y qué es lo que más le atrajo de este proyecto?
Este proyecto surge porque en 2009 se conmemoraron los 20 años de la firma de los Derechos del Niño. Entonces, UNICEF y El país quisieron conmemorarlo con un número especial de El País Semanal dedicado a la infancia. El proyecto en principio iba a ser ‘20 países y 20 niños’, pero acabaron siendo más de 100. El proyecto gustó a UNICEF y yo tuve la suerte de que me eligieran como fotógrafa. A cada país, además de un fotógrafo, iba un redactor de El País Semanal. Eran cuatro continentes y cinco países por continente. Lo que empezó siendo un mapa del mundo a través de los niños, se acabó convirtiendo para mí en un trabajo sobre la esperanza. Queríamos fotografiar a los niños en sus ‘palacios’, fotografiar sus secretos, y fuimos descubriendo lo que se había conseguido en estos 20 años.
Para mí ha sido muy importante haber sido testigo de lo que ha pasado. Poner en imágenes esas cifras que muchas veces no ves. La verdad es que hemos aprendido muchísimo de los niños y hemos pretendido fotografiarlos con toda su dignidad.
¿Qué otras cosas ha querido transmitir con este trabajo?
Sobre todo, que los niños son iguales y tienen los mismos derechos. Ellos nos trasmitieron su generosidad y su gran poder de soñar. Aunque estén pasando lo peor, tienen esa ventana que les hace imaginarse cosas nuevas. Una constante en todas las entrevistas era el tema del estudio.
Todos eran plenamente conscientes de que sólo a través de la educación iban poder salir adelante.
También quisimos transmitir la risa de estos niños y, sobre todo, la dignidad del ser humano.
¿Hay algún caso particular que le haya llegado especialmente a nivel personal?
Cada uno de los niños tiene su historia. Por ejemplo, en Lesotho, donde una generación entera ha desaparecido por culpa de la enfermedad del sida, hice una foto a una mujer embarazada, con su maravillosa tripa, y el hermanito mayor recostado en ella. Para mí, esa imagen habla de esperanza: este niño que ya ha nacido sano porque hay un programa de UNICEF que ataca la enfermedad del sida a través de la madre.
También me llamó la atención el proyecto de madres canguros en Senegal: al no haber incubadoras, los médicos ponen a los bebés prematuros en contacto con la madre las 24 horas y éstos van mejorando. Historias hay tantas… La de un niño de Ruanda, Patrick, que lo raptaron a los nueve años y que por negarse a luchar y matar fue torturado y lo tuvieron cavando letrinas. Fotografié sus manos, en las que se habían borrado hasta las huellas dactilares. Sin embargo, ahora puede sonreírle a la vida porque había sido rescatado. Y aunque no puede trabajar, él y su familia tienen la alegría de estar juntos y no vivir más ese horror. O el caso de Victoria, la niña moldava que nació con parálisis cerebral. Lo normal hubiera sido que estuviera postrada en una cama, pero gracias a la ayuda de UNICEF es una niña que no se ha perdido un solo día de colegio. La niña cuyo palacio es ese atardecer al lado de un río.
En la India, una niña de 12 años se perdió y tuvo la suerte de que la encontrara la policía porque como no están censados muchos caen en esas mafias horribles. Entró en uno de los programas de UNICEF y ahora tiene su porvenir asegurado, porque ya sabe coser y le encanta bailar. Podría ser una bailarina maravillosa, porque tiene el arco del pie como las bailarinas, aunque el sueño de su vida es volver a ver a su madre y a su familia, y no lo podrá cumplir por una cosa tan sencilla como es un papel cuando naces.
La verdad es que vuelves llena de esperanza de este viaje, aunque quedan muchas cosas por hacer. La infancia es el futuro de la sociedad.
La entrevista completa la encontrarás en la revista Corresponsables nº 24. ¡Suscríbete aquí!