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Hace treinta años, cuando muchos directivos aún citaban a Milton Friedman para rehuir cualquier responsabilidad que no fuera el beneficio, Joaquín Garralda ya defendía ante sus alumnos del IE que “la dimensión ética de los negocios es irrenunciable”. Desde aquella primera adhesión a EBEN en 1994 hasta la presidencia actual de Spainsif, el profesor ha sido testigo y motor de los grandes hitos que han convertido la RSE en cuestión estratégica: el nacimiento del Foro de Reputación Corporativa, la llegada de los índices FTSE4Good y DJSI, que recuerda, “demostraron que la reputación también cotiza”, la creación de Fundación Lealtad y la fundación de la Red Española del Pacto Mundial, en cuyo arranque impulsó los hoy imprescindibles Informes de Progreso.
Con la serenidad de quien ha vencido muchos escepticismos académicos y empresariales, admite que el progreso no ha sido lineal: “La RSE ha avanzado a empujones, entre alianzas del IBEX y oleadas regulatorias”. Y alerta sobre el futuro: “El gran reto es impedir que se politice la Sostenibilidad y se ahogue en burocracia”. Sin embargo, su optimismo resiste: “Reinventarse cada día es la única manera de seguir creando valor social”.
En esta conversación, enmarcada en la serie de entrevistas por el 20º aniversario de Corresponsables, Garralda mira atrás y sonríe al recordar aquel premio periodístico que lo unió a Marcos González en 2003: “Corresponsables nació para dar visibilidad a lo que otros medios ignoraban; sin ese altavoz, muchas buenas prácticas habrían quedado en la sombra”. Hoy, cuando la mayoría de los Consejos de Administración “ya no delegan la Sostenibilidad en marketing”, reivindica la coherencia como seña de identidad: “Decir que tienes la RSE en tu ADN no basta; hay que demostrarlo con hechos”.
Cuéntanos Joaquín tu llegada a la Responsabilidad Social…
En 1994 representé al IE en la asociación Ética, Economía y Dirección y allí comprendí que la ética no era solo un complemento académico. Fue un despertar: entendí que la gestión responsable puede generar valor tangible y al mismo tiempo dignificar la actividad empresarial. Desde entonces repito a mis alumnos: «La ética bien gestionada es la mejor inversión de largo plazo».
¿Qué momentos y vivencias de los primeros años te ayudaron a intuir que la Responsabilidad Social iba a ganar protagonismo?
En los primeros años del nuevo siglo se produjeron varios movimientos claves para la RSE en España y en los que estuve directamente relacionado.
En el 2002 se constituyó el Foro de Reputación Corporativa, un lugar de encuentro, análisis y divulgación de tendencias, herramientas y modelos de gestión de la reputación corporativa, que reconocía el impacto que la Reputación tiene como elemento generador de valor para las empresas que lo integraban y sus grupos de interés. En este foro, impulsado por empresas líderes como Telefónica, BBVA, Iberdrola, Repsol, Ferrovial, o AGBAR, y en el que el IE ocupaba la secretaría técnica, ya se comprendía la importancia de tener en cuenta a los “stakeholders” en la gestión de la empresa, aseveración que actualmente se acepta por la mayoría de las organizaciones.
“Pasamos de informes llenos de fotos bonitas a reportes integrados y auditados”
También en ese año tuvo lugar el evento liderado por la Fundación Rafael del Pino de presentación de los 10 Principios del Pacto Mundial, con la presencia del secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, que fue el germen de la Red Española del Pacto Mundial que hasta hoy ha mantenido un liderazgo internacional dentro de las redes locales de la iniciativa.
La ISR, Inversión Socialmente Responsable, tuvo su expansión en el mundo financiero con la creación en el 2000 de dos índices mundiales, el FTSE4Good y el DJSI (Dow Jones Sustainability Index), que tuvieron una considerable repercusión en los mercados bursátiles y en la gestión de la reputación de las grandes compañías. En esta línea, formé parte de la Comisión Ética de un fondo ético creado en 1999 que seguía muy de cerca las valoraciones de estos índices.
Y, en el 2001, se crea la Fundación Lealtad, de cuyo patronato formé parte, y que, mediante la evaluación de la gobernanza de las ONG, ha ayudado a las empresas a donar con más confianza en el efecto que tendrán sus contribuciones en los proyectos sociales que patrocinan.
¿Cuál fue tu primer proyecto de Responsabilidad Social aplicado y qué lecciones extrajiste de aquella experiencia?
Mi estreno práctico, más allá de lo académico, llegó con la constitución de la Asociación Española del Pacto Mundial. Las grandes empresas del IBEX lideraban la iniciativa y yo me centré en estandarizar los “Informes de Progreso” y en compartir buenas prácticas entre los firmantes.
“La reputación corporativa demostró que también cotiza en bolsa”
El aprendizaje fue inmenso. Tuve acceso directo a los debates internos de las compañías y comprobé cómo pasaban de los principios generales a los indicadores medibles. Aquellos informes nos enseñaron que la transparencia no es un fin en sí mismo, sino la palanca que convierte la ética en ventaja competitiva.
Comparando sus primeros años con la situación actual, ¿qué cambios percibe en la forma de gestionar la RSE?
La RSE ha sufrido una evolución profunda. A finales de los noventa se la veía como un elemento accesorio, algo “nice to have” reservado a compañías grandes y con recursos. Hoy es una pieza clave en la estrategia de cualquier empresa, con impacto directo en la creación de valor.
Basta solo con revisar la metamorfosis de los Informes de Sostenibilidad. Antes eran documentos extensos, llenos de fotografías bonitas y totalmente separados de la memoria anual, y ahora forman parte del informe integrado, siguen estándares internacionales precisos y se someten a verificación externa. Ese salto demuestra que la Responsabilidad Social ya dialoga de igual a igual con finanzas y operaciones.
¿Cuáles fueron los mayores desafíos o resistencias que enfrentaste al implementar prácticas de RSE en aquellos inicios?
En mi entorno académico, el obstáculo era el rechazo conceptual de mis colegas al ser percibido con desconfianza por la aparente falta de rigor académico de los planteamientos de la RSE, a lo que se añadía un cierto desdén por mi ingenuidad en un tema categorizado como “much ado about nothing”.
Esa percepción de mis colegas, por la que en muchos casos no lograba que incluyeran la dimensión RSE en sus áreas académicas, también era muy parecida entre mis alumnos de aquellos años, que me escuchaban con una pequeña sonrisa mientras se acordaban de la contundencia de Milton Friedman: la responsabilidad del directivo es obtener beneficio, cuanto más mejor.
“La transparencia no es un fin; es la palanca que convierte la ética en ventaja competitiva”
En las empresas la recepción también era tibia. Un presidente me dio la reunión más larga de su trayectoria conmigo para entender por qué la inclusión en los índices FTSE4Good y DJSI podía beneficiar a su compañía. La clave para superar ese escepticismo fue traducir los principios éticos en métricas comprensibles: mostrar cómo la reputación bien gestionada mejora el acceso a capital, atrae talento y fideliza a los grupos de interés. Cuando los datos demostraron ese vínculo, las barreras empezaron a caer.
El avance de la RSE también ha necesitado altavoces. ¿Cómo recuerda el nacimiento de Corresponsables y qué papel cree que ha jugado desde entonces?
Conocí a Marcos González antes de que existiera Corresponsables, durante la entrega de un premio que recibió por un artículo sobre RSE creo recordar en 2003. Al final del acto me preguntó si veía opciones de dedicar un medio a este ámbito. Le animé a hacerlo y la idea cristalizó en 2005.
“Corresponsables llenó el vacío informativo cuando nadie hablaba de RSE”
Corresponsables nació para dar visibilidad a asuntos que la prensa generalista ignoraba y ha mantenido ese compromiso, aportando datos y contexto cuando el riesgo de greenwashing era alto y la información escasa.
¿A quiénes otros considera pioneros o inspiradores en el ámbito de la Responsabilidad Social en España?
Las grandes empresas del IBEX desempeñaron un papel decisivo, sobre todo las de sectores regulados con impacto ambiental y las que, por su integración social, como bancos y telecomunicaciones, comprendieron pronto el valor económico de la reputación.
Tras más de dos décadas impulsando la Responsabilidad Social desde la universidad y la empresa, ¿qué enseñanzas considera más valiosas?
El camino hacia una RSE estratégica nunca ha sido lineal. Las empresas han avanzado a empujones, impulsadas primero por proyectos y alianzas liderados por compañías del IBEX y, más tarde, por hitos regulatorios como la Ley de Información No Financiera de 2018. Esa dinámica irregular demuestra que la Responsabilidad Social progresa cuando confluyen iniciativas empresariales ambiciosas y un marco normativo que exige transparencia.
“La RSE avanza a empujones, impulsada por alianzas empresariales y regulación exigente”
¿Qué destacarías de la evolución de tu trayectoria profesional y/o personal en este ámbito a lo largo de los últimos 20 años?
Los primeros años fueron de cierta soledad. Me sentía parte de un nicho pequeño y eso generaba complicidad entre quienes trabajábamos en el tema. Hoy la RSE forma parte del discurso de la mayoría de las empresas, aunque todavía sorprende ver organizaciones que aseguran tenerla en su ADN y, sin embargo, apenas la practican. Haber recorrido ese arco, del aislamiento a la normalización, ha sido una de las experiencias profesionales más significativas de mi carrera.
¿Qué cambios significativos has observado en la RSE en España desde que comenzaste?
El paso decisivo ha sido la implicación directa del Consejo de Administración. Hace veinte años la Responsabilidad Social se delegaba en un pequeño equipo situado debajo de Comunicación o Marketing. Hoy forma parte de las deliberaciones estratégicas y se discute con la misma intensidad que cualquier otro asunto clave para el negocio.
Si tuviera que elegir los hitos que más han marcado la agenda de la RSE en las dos últimas décadas, ¿cuáles señalaría?
Después del empujón inicial de comienzos de siglo destacaría la Agenda 2030 y el Acuerdo de París de 2015. Sumaría el Plan de Acción de Finanzas Sostenibles de 2018, que ha generado normativa muy relevante a partir de 2021. Y, por supuesto, el Green Deal de la Unión Europea de 2019, que coloca la Sostenibilidad en el centro de la política económica europea.
¿Qué experiencia le ha resultado especialmente reveladora, incluso negativa, en este recorrido?
El CERSE, que tuvo un principio muy prometedor que despertó muchas expectativas, pero que ha tenido un desarrollo decadente sin un final decidido, que recuerda la imagen de un zombi institucional.
“El consejo de administración ya debate Sostenibilidad al mismo nivel que finanzas”
Participé en incontables reuniones y, a pesar de las críticas posteriores, creo que tuvo cierta influencia en la administración pública autonómica y local, no tanto en las empresas, que ya llevaban tiempo en ese recorrido.
¿Puedes compartir algún caso de éxito destacable en el avance de la RSE?
Sin duda, el desarrollo de Spainsif, en el que también he tenido un papel clave. Se creó en el 2009, cuando la inversión responsable y sostenible era un terreno sólo de minorías, y ha ido ocupando un espacio destacable de reconocimiento en el ecosistema financiero y en las entidades de regulación y supervisión, logro que parecía ilusorio en sus comienzos.
“Spainsif pasó de nicho minoritario a referente del ecosistema financiero sostenible”
Indudablemente el impulso regulador de la Unión Europea ha sido clave en el despegue de la asociación en los últimos años, que mantiene una estrecha relación con otros foros de finanzas sostenibles europeos y con el entorno regulador en Bruselas.
¿Qué consejo ofrecería a las nuevas generaciones que buscan desarrollar su carrera en Responsabilidad Social?
Que es un tema en el que la comunicación es muy relevante, pero que no es sólo de comunicación. Y que obliga a un continuo reinventarse para adaptarse a los cambios y retos que parecen vislumbrarse a nivel global.
¿Qué grandes retos y oportunidades vislumbra para las dos próximas décadas?
El principal reto es evitar que se asocie la RSE a ideologías políticas determinadas, como ya estamos viendo que en los discursos políticos se utiliza la Sostenibilidad, a favor o en contra, como un instrumento de ataque hacia el contrario.
“El mayor reto es evitar que la Sostenibilidad se convierta en arma política”
Además, es fundamental impedir que la burocracia, creada para frenar el greenwashing, termine desanimando y rebajando el compromiso de las empresas. Y por supuesto, también la otra cara de la moneda, que la RSE debe buscar oportunidades para ayudar a lograr un mundo mejor.
¿Cuál considera que es su mayor aportación al campo de la Responsabilidad Social?
Haber comprendido la RSE desde una perspectiva integral y trasladarla tanto a la investigación académica como a la enseñanza y a la relación con empresas y organizaciones, apoyando e impulsando iniciativas que hoy son parte del entramado de la Sostenibilidad empresarial en España.
Cuando se hable de su trayectoria dentro de algunos años, ¿qué frase le gustaría que acompañara a su nombre?
Que fui una persona con valores, optimista y pionero.
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