¿Cuál es su valoración de estos primeros años de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)?
Hace 10 años que tenemos estos objetivos y estoy sorprendido de que todavía tengan éxito, que puedan seguir reuniendo a gente y generar debate. Sobre todo tienen valor para explicar a un público no experto de qué se trata el desarrollo en los países del Sur, porque reduce el diálogo a aspectos fácilmente inteligibles como mejorar la educación y la salud, etc.
El segundo gran valor es que es son pocos objetivos: hay ocho y no 36. Esto hay que preservarlo para el futuro. Mucha gente dice que faltan muchos temas en los ODM, pero si empezamos a complicar los objetivos, la iniciativa puede perder valor.
¿Cuál es su percepción del grado de avance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio durante los últimos años?
Si bien es cierto que en cada uno de los objetivos se han producido avances en cualquier lado del mundo, se ha reducido el ritmo de progreso.
¿Y qué incentivos se pueden ofrecer para acelerar este progreso?
Estoy un poco desilusionado desde la celebración de la Cumbre de la ONU sobre los ODM en septiembre del año pasado. Soy optimista, pero desde el año pasado soy un optimista con preocupaciones porque pensaba que se tomarían decisiones para acelerar el progreso y cumplir con las metas fijadas para 2015 y no ha sido así.
En cambio, se ha repetido el mismo discurso que antes, el convencional de que para llegar a las metas hay que acelerar el crecimiento económico y dar más ayudas a los países pobres. Éste es básicamente el documento que salió de la conferencia de septiembre y estoy de acuerdo con estos puntos, pero sólo con ellos no se van a cumplir las metas. Hasta hace dos años teníamos crecimiento económico, las ayudas han aumentado en los últimos 10 años y tenemos más democracias -mira lo que está pasando en el norte de África-. Sin embargo, no hemos logrado el nivel de progreso que queríamos.
Tenemos que poner otras cosas encima de la mesa, pero no hay el coraje político para hacerlo. La primera, la desigualdad: el progreso sólo va a parar a las personas que ya tienen un nivel de vida mejor, y los pobres, en la mayoría de los países, no han visto el progreso que ha hecho su país. El segundo problema es que el sistema global de comercio no está en la línea de los objetivos. Esta idea de ‘comercio libre’ no funciona. Es por eso que en la Organización Mundial de Comercio todo el diálogo está bloqueado. Por último, el cambio climático, que puede contrarrestar todo el progreso que hemos hecho en los últimos 30 años.
Estos tres puntos no estaban en el debate del año pasado y es lo que me tiene preocupado.
Y con respecto al desarrollo económico, ¿cree que la crisis ha supuesto un frenazo en el avance de los ODM o cree que tampoco ha influido demasiado?
No, debido a dos razones. Una es que el impacto de la crisis en el crecimiento económico de los países del sur es mínimo. Países como China, India, África siguen teniendo una tasa de crecimiento prácticamente igual a la que tenían que antes.
Por otro lado, el crecimiento económico no es esencial para satisfacer las necesidades básicas recogidas en los objetivos, porque no son cuestión de dinero, sino de prioridades. Cada país, incluso el Chad, por ejemplo, tiene sus propios medios para alcanzar las metas, siempre y cuando sean asumidas como una prioridad.
La entrevista completa la encontrarás en la revista Corresponsables nº 24. ¡Suscríbete aquí!