Empecemos por su libro. ¿Cómo ‘salvar al euro’ en estas circunstancias actuales?
A contracorriente de lo que están haciendo las élites políticas. En vez de ampliar la deuda, pagarla. En vez de ahorrar, invertir. En vez de sanear las arcas públicas mediante recortes, sanearlas a través de recaudaciones en el patrimonio privado, una riqueza que supera cinco veces la deuda estatal en la zona euro. Para hacernos una idea, bastaría el 10% de la riqueza privada para reducir la deuda estatal a la mitad, lo que sería una solución inmediata. Además, debería realizarse una reforma estructural del mal construido euro, que es la cooperación fiscal. Porque una cooperación monetaria no puede funcionar sin una cooperación fiscal, salarial, comercial y coyuntural.
En toda Europa el discurso que se repite es el de “no queda más remedio” por el que se tocan pilares como la educación, la sanidad o las pensiones. ¿Qué opina al respecto?
Que es un crimen. Económicamente es contraproducente, porque ahorrar en la recesión agrava la recesión, ya que dispara la deuda. Es decir, se causa el efecto contrario de lo que se pretende. Y todo ello a costa de la gente, porque aumenta la miseria y el paro, como sucede en Grecia y en España. Lo peor de la crisis es que aquí hay un sector de la sociedad que está en el poder político y quiere sacar provecho transformando los estados en autoritarios. La más dolorosa lección de la crisis es que estamos siendo testigos de un proyecto en contra de la democracia y de los derechos fundamentales, políticos y sociales.
Con los últimos acontecimientos, ¿se podría decir, como algunos expertos señalan, que la socialdemocracia está acabada en Europa?
Esto se produce por una serie de fenómenos como la falta de democracia interna en los partidos, el soborno y la corrupción, el poder inmenso de los lobbies, el mecanismo de financiación de los partidos, el poder mediático, y muchas veces, el hecho de que los mismos personajes cambian entre las élites políticas, financieras y mediáticas; un proceso que incluso tiene un nombre científico que es revolving door (puerta giratoria), es decir que las distintas élites que van saltando de ámbitos pero en realidad son una única élite, producto del sistema capitalista.
Los ciudadanos tenemos la sensación de que no nos enteramos de lo que está pasando porque no se nos dan las explicaciones necesarias. ¿Qué solución plantea ante este problema?
Hacen falta dos despertares fundamentales. El primero es que mientras la gente no se interese por la política y ni siquiera sepa que la misma deuda del Estado puede organizarse a través de los mercados o del propio banco nacional, mientras no muestre interés por estas cuestiones con la misma intensidad que por el fútbol, no vamos a tener una democracia de verdad. Es una falta de interés por los contenidos de la política.
El segundo despertar es que de momento hay fuerzas en contra de la democracia y de los derechos fundamentales que mucha gente no sospecha. Muchos no se dan cuenta de cómo nos están tomando el pelo las élites, poniéndonos una venda en los ojos y pretendiendo hacer el bien, procurando salvar el euro. Pero todo es una puesta de escena política de alta calidad. De esta forma, consiguen engañar a mucha gente y por lo menos logran que los que no piensan por su propia voluntad no empiecen a hacerlo.
En definitiva, mientras la gente no tome la responsabilidad completa de sus propias vidas, mientras no reclamen sus derechos, los demás harán con nosotros lo que les dé la gana, que es lo que precisamente está ocurriendo.
Al hilo de la Economía del Bien Común, ¿por qué cree que las cosas se han llegado a corromper de esta manera?
Creo que es el sistema capitalista, que funciona en base a unos valores y estos valores configuran el carácter. Esto ya lo decía Erich Fromm, que los valores del capitalismo configuran el carácter de las personas y nos volvemos todos un poco más pasotas, más pragmáticos, menos empáticos, más egoístas, ávidos y codiciosos. La consecuencia es la corrupción sistémica. Creo que este tipo de corrupción hubiera sido imposible después de la Segunda Guerra Mundial porque había un contagio ético del sistema económico.
¿Qué tendencia debería seguir entonces la economía?
La economía va por la vía de cimentar el modelo económico sobre los valores opuestos, procurando que cuanto más social, ecológico, democrático y empáticamente te comportas, más fácilmente llegarás al éxito empresarial y económico. Eso también tendría un efecto educativo en las personas, pero en el sentido positivo, porque cosecharemos beneficios éticos colaterales.
¿La demanda de transparencia por parte de la ciudadanía es la única manera que tenemos los españoles para que se nos tome un poco en serio?
Personalmente, creo que la situación de España es en ese sentido peor que en otros países. Por eso lo que ahora hace falta es incorporar otro tipo de relaciones basadas en otros valores vividos de forma consciente, tejiendo una red ciudadana también económica, de corresponsabilidad, de respeto mutuo y de cooperación. En definitiva, de orientación al bien común y no al beneficio propio. A medida de que estas redes se vayan tejiendo, los valores podrán reinsertarse en las instituciones. Aunque creo que hace falta una estrategia paralela, porque las personas que vayan entrando en las instituciones públicas serán devoradas por la corrupción. Por eso es necesario algo con más poder que las instituciones para transformarlas conforme a los valores de la sociedad y en beneficio de ésta.
Desde ATTAC se promueve la banca ética y la inversión socialmente responsable. Pero es una realidad que el desarrollo de la ISR en el mundo es muy escaso. ¿Por qué no se promueve más?
El sistema financiero no está interesado en promover este tipo de productos. Pero veo el germinar de iniciativas pequeñas en muchos países. Falta que se desarrollen más y se asienten para formar un ecosistema holístico de Ia ISR. Éste es el futuro que está por venir, porque los colosos van a morir por falta de atracción, de autoridad, de valores y de sentido, y la gente se va a orientar más hacia el nuevo sistema, de abajo hacia arriba.
¿Qué opina de las grandes compañías que están apostando por la RSE?
En la mayoría de los casos es un lavado de imagen porque la Responsabilidad Social no es vinculante. Para mí es la prueba de que las empresas no van en serio, porque en todos los demás aspectos han demandado y han conseguido regulaciones vinculantes como la libre circulación de capitales, las leyes de libre comercio, las leyes de competencia y competitividad, los concursos públicos, etc. Todo eso es vinculante, menos su Responsabilidad Social. La tomaré en serio en el momento en que las empresas apoyen propuestas legales vinculantes en cuanto a su RSE. La prueba de fuego es precisamente la Economía del Bien Común porque proporciona un sistema que les permitiría seguir teniendo éxito económico y tener un comportamiento ético. Si van en serio apoyarán este tipo de modelos económicos.
En Europa hay crisis, pero en otros países en vías de desarrollo también hay una falta de respeto por los Derechos Humanos (DDHH). ¿Cómo se puede hacer para que una gobernanza mundial se vincule a esa Economía del Bien Común y a la propia declaración de DDHH?
En primer lugar, dejando de robar y perdonando la deuda financiera. En segundo lugar, reescribiendo las leyes de protección internacional a favor de los países pobres y de las economías locales, sostenibles y solidarias. Tercero, pagando la deuda ecológica del norte, reduciendo nuestro consumo a un nivel globalmente sostenible y justo. Cuarto, siendo un modelo real de democracia y de derechos fundamentales. Y en quinto y último lugar, impulsando un tipo de codesarrollo de escucha y aprendizaje mutuo y de interculturalidad.