Hablamos con Luis Antonio González Pérez, presidente del Instituto Internacional de Valor Compartido , una institución sin ánimo de lucro formada por profesionales que unen conocimientos y proyectos para la creación de una sociedad ética y sostenible.
El presidente del Instituto Internacional de Valor Compartido sostiene que es fundamental empezar a aportar y a compartir aquello que es diferencial en la compañía, y que se hace mejor para generar entornos más éticos, responsables y generadores de valor.
Esta conversación pertenece al Ciclo de Entrevistas a DIRSE, producto de la alianza entre ObservaRSE y la Asociación de Directivos de Responsabilidad Social (DIRSE).
¿Cuál es la misión-visión y qué valores impulsa el Instituto Internacional de Valor Compartido?
La organización nace del compromiso, de la ilusión y de una cierta esperanza real o realista de la posibilidad de cambiar el mundo a través de las empresas, de sus compromisos sociales y su responsabilidad, de la sostenibilidad y de la creación de valor compartido. Colocamos a las personas de ayer, de hoy y del mañana, en el centro de todas las decisiones.
Cuando nos preguntan cómo se puede ser responsable o cómo se puede ser sostenible, siempre respondemos lo mismo: cuando el criterio de decisión son las personas, y estas están en el centro. Por tanto, no hay nada más responsable y humanista que situar a las personas en el centro. Esta es nuestra alma y nuestra esencia.
¿Cómo llegaste al mundo de la RSE y sostenibilidad y qué recuerdas de esos inicios?
Aterrizo en este mundo de la RSC y la sostenibilidad, no por casualidad, sino por un buen número de causalidades. Vengo de dos familias de empresarios con unos criterios éticos y unos compromisos sociales muy claros. Pero en ese momento, no sabía que hablaban de responsabilidad social. A lo largo de mi vida, he tomado una serie de decisiones que me han guiado hacia estos criterios de sostenibilidad y responsabilidad social.
A través del mundo de la formación, he comprendido que la gestión del talento entre las empresas y la gestión de la diversidad dentro de las empresas tienen una gran importancia para diferenciar organizaciones que creen en ese talento, que creen en las personas y en ser responsables con ellas.
A partir de ahí, uno se da cuenta que no solamente tiene que apostar por este camino, sino que hay que poder tratar a las organizaciones de manera más global. De esta forma, comenzamos poniendo en marcha unas jornadas que organizamos durante 4 años: “La comunicación del valor”. Queríamos hablar de responsabilidad social de una manera distinta. Nuestro objetivo era que las organizaciones contaran un caso concreto de éxito sobre las medidas o acciones de Responsabilidad Social puestas en marcha. Poner nombres y apellidos a estas iniciativas y mostrarlas al público para explicarles lo que les hacía diferentes al resto de las empresas. De esta forma, nace el Instituto Internacional del Valor Compartido. Este es el recorrido no casual, sino la suma de un buen número de causalidades, situando a las personas en el centro.
¿Cuáles consideras que fueron los motores de ese auge de la Responsabilidad Social y la sostenibilidad en su momento? ¿Cómo seguir impulsándolas desde el Instituto Internacional de Valor Compartido?
Yo creo que hubo un momento en el que el capitalismo, tal y como lo entendemos desde principios del siglo XX, empieza a romper la realidad. Hay una serie de generaciones en las que ya no pudieron ver, de una manera sencilla, cómo determinados pasos generaban éxito y como el éxito no generaba felicidad o plenitud.
En cambio, sobre todo en los últimos años, hay un buen número de personas que exigen a las organizaciones, a las empresas, incluso a los estados o a los gobiernos, una manera distinta de plantearse los modelos económicos y de desarrollo. Algunas personas ya no eligen, en función de la nómina, a las empresas donde quieren trabajar, sino que las eligen por otra serie de condiciones.
Tenemos clientes que eligen trabajar en una compañía determinada en función de las acciones sociales y sostenibles que lleva a cabo esa empresa. Tenemos accionistas e inversores que eligen la manera en la que invierten, y no lo hacen simplemente por rentabilidad. Es un cúmulo de exigencias lo que ha llevado a reclamar a las organizaciones que estén alineadas con los objetivos de desarrollo sostenible, y también a formar una conciencia de hacer los negocios sostenibles y las relaciones sanas con los grupos de interés.
Tras la crisis sanitaria provocada por la COVID-19 ¿qué papel juega la Responsabilidad Social y la sostenibilidad en las empresas? ¿Qué retos encontramos ahora a futuro para cumplir con los ODS de la agenda 2030?
La pandemia y el confinamiento nos dio una clave esencial: vimos como las empresas entendieron que no era un momento para estar publicitando productos, y tuvieron que empezar a hablar, y a actuar para ayudar a las personas que en esos momentos lo estaban pasando mal.
Fue una nota clave de algo que ya veníamos contando hace muchos años y que nosotros explicábamos en las jornadas de manera muy comprometida. Es fundamental empezar a contar las cosas que se hacen bien de manera diferencial. En un mundo globalizado, donde los productos y servicios son estándares, y donde hay pocas diferencias o evoluciones a corto plazo, lo único que se puede aportar es la manera diferente en la que se hacen las cosas, que se hace por los demás, ya sea por los empleados, accionistas, entorno social, proveedores, clientes, etc. Por cualquier grupo de interés relacionado con la empresa.
El reto a día de hoy es empezar a ver la responsabilidad social de forma global. Dar una vuelta 360 a la empresa a través de modelos como es el certificado del Mérito a la Creación de Valor Compartido que es una visión global de la responsabilidad social y de las relaciones con los grupos de interés.
Otro aspecto esencial y básico, es hablar de la comunicación. Vivimos en una cultura con una tradición judeocristiana que nos obliga a ser falsamente humildes de las cosas que hacemos bien. Muchas veces por miedo a que nos puedan ver las vergüenzas de las cosas que hacemos mal. Hay que empezar a hablar con una humildad certera: “yo soy tal empresa o tal marca y hago esto bien y puede que me esté equivocando en esto y en esto y estoy trabajando para mejorar”. Nosotros ya hemos trabajado este aspecto con algunas organizaciones en planes de comunicación haciendo esa revisión 360 de la empresa, viendo las cosas que merece la pena empezar a contar, y revisando los aspectos que son mejorables o deberían iniciar el proceso de mejora.
Para nosotros, el punto esencial es el nombre de nuestro instituto, que es el de compartir valor. Empezar a hablar no solamente de compromiso social como la colaboración con otras organizaciones o entidades, o con otros fines, sino empezar a aportar y a compartir aquello que es diferencial, y que se hace mejor en la organización: tecnología, capital humano, conocimiento… que tengan una razón social, y no de producción económica.
¿Qué iniciativas o proyectos podrías compartir del plan estratégico ESG de la organización? ¿Cuáles son sus principales beneficios y beneficiarios?
Desde el Instituto Internacional de Valor Compartido, estamos trabajando principalmente en 3 vías esenciales:
- Por un lado, cuando hablamos de la empresa, hablamos de un modelo de certificado de Mérito a la Creación de Valor Compartido. Es un modelo de certificado y verificado global que permite a la empresa dar un paso integral a la responsabilidad social, sostenibilidad y creación de valor compartido de la empresa, así como medir la eficiencia en relación con los grupos de interés. Dentro de esa línea, trabajamos en dos aspectos principales: por un lado, impartimos formación a las empresas, mandos intermedios y equipos para alinearse con estos modelos y que se comprenda correctamente que es la responsabilidad social, la sostenibilidad y la creación de valor compartido. Y por otro, trabajamos en un modelo de desarrollo de un plan de comunicación integral para poder aportar, comunicar y compartir aquello que se hace bien, e identificar lo que es necesario reevaluar.
- Por otro lado, tenemos una línea en la que trabajamos con instituciones públicas que se llama Territorio Innovador y Socialmente Responsable – TISR, que es un modelo comparativo que consiste en desarrollar con las administraciones en sus territorios una evaluación de cómo de preparados están para que la sostenibilidad y la innovación sean un motor esencial en sus entornos sociales, económicos, legislativos y normativos.
- Como tercer punto está el desarrollo de investigaciones, de eventos, foros y todo lo que tenga que ver con compartir y promover nuevos modelos, proyectos o propuestas que permitan cumplir con estos objetivos para que todos podamos ser más responsables, más sostenibles, compartir valor y centrarnos en todas las personas que nos rodean y ayudar a las organizaciones con las que colaboramos.