¿Cuáles considera que son las lecciones morales y espirituales que la ciudadanía está aprendiendo de esta crisis?
Nos hemos dado cuenta de que el valor más importante es la persona y ello está despertando la conciencia de que somos corresponsables del problema que estamos viviendo. Y un paso más es pensar, si somos corresponsables del problema, tenemos que ser corresponsables de la solución. Con lo cual es un tema de la solidaridad, de implicación, pero a partir del compromiso con la personas.
Por otra parte, creo que la dimensión espiritual es la comunión y la sintonía más profunda con las personas. O sea, no hay nada más espiritual y divino que lo humano. Ello nos abre a una nueva dimensión.
Se habla de que con la crisis los ciudadanos somos más solidarios pero, por otra parte, también se percibe otro fenómeno contrario como la falta de movilización para defender los derechos sociales afectados por los recortes, debido posiblemente al individualismo imperante. ¿Cómo ve esta cara y esta cruz?
Siempre digo que la maldita crisis puede ser una bendita oportunidad para despertarnos y asumir como propia la defensa de los derechos del hombre, para trabajar por la justicia y la paz. Antes de la crisis, los que lo estaban pasando mal los teníamos lejos y ahora los vemos muy de cerca. Ello nos han despertado. Hay algunos que reaccionan volcándose más sobre sí mismos y protegiendo más su parcela, pero hay todo un movimiento que nos lleva a abrirnos más y a la realidad del compartir.
Estamos descubriendo cada vez más la realidad del compartir: somos más cuando estamos con el otro y no podemos hacer oídos sordos al drama que está viviendo la humanidad porque, al fin y al cabo, es nuestro propio drama. Si miramos hacia otro lado y decimos “no es mi problema”, éste se agudiza cada vez más.
¿Cuáles cree que son las carencias morales y espirituales de la actual clase política y económica?
La humanidad y los seres humanos tenemos un problema, somos consumidores voraces de poder, de derechos, del sistema, del planeta… y somos insaciables. En definitiva, es un problema de egoísmo. Tenemos un capitalismo sin entrañas y está despertando toda una conciencia de indignación colectiva. Yo apelo a la indignación pero desde la corresponsabilidad.
Por otra parte, pienso que estamos fabricando nuevos colectivos en riesgo de exclusión social, y entre ellos están también los políticos, porque el inconsciente colectivo nos está diciendo que todos son delincuentes y no todos lo son. Pero tenemos que crear sinergias y buscar puntos en común porque nos salvamos juntos o esto se hunde.
¿Cómo valora el tema de los recortes en áreas tan esenciales como la salud y la educación?
Me parece absolutamente inmoral. Ello es debido a las leyes perversas del mercado, al capitalismo descarnado. Se está recortando por el único sitio que no se debería recortar, que son los derechos de las personas. Seguramente se podía ahorrar en muchos otros ámbitos como en armamento y protocolo. Se podría vivir con muchísima más austeridad y, sin embargo, no estamos viendo que esté recortando de ahí.
La gente en la calle critica a la iglesia católica por las riquezas del Vaticano, las amplias ayudas que recibe del Estado, por los casos de abusos sexuales a menores… ¿Cuál es su opinión al respecto?
Creo que la Iglesia se ha ganado a pulso la falta de representatividad dentro de la sociedad. Sin embargo, el nuevo Papa Francisco está abriendo la ventana para que entre aire fresco. Pero eso será una realidad en la medida que el resto de la Iglesia se ‘ponga las pilas’ porque, en definitiva, es volver al evangelio.
Estos años hemos estado traicionando el evangelio. ¿Quién? La mayoría de la iglesia, no sólo la cúpula. Yo reivindico el valor de tanta gente que está trabajando silenciosamente desde hace tantísimo tiempo y que ahora sienten –sentimos– que se han abierto las puertas y hay oportunidad para vivir realmente el evangelio.
¿Alguna vez ha recibido algún ‘toque de atención’ de la curia por sus ideas progresistas?
Muchas veces. Yo siempre digo, como dijo Jesús, que hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.