Con motivo del Día Internacional del Orgullo LGTBI+, y en el contexto de los 40 años de los primeros diagnósticos por VIH, entrevistamos en Barcelona a Joaquim Roqueta, presidente de Gais Positius, organización establecida en Barcelona desde 1994.
Quim Roqueta es reconocido en el ámbito del VIH por sus aportes en la defensa de los derechos LGTBI+ y de las personas con el VIH, por la fuerza y el compromiso que le irradian cuando habla a través de la experiencia de muchos años. Aunque lo que más se destaca de él es su gran humanidad y la capacidad que tiene de ganarse el afecto de quienes le rodean. Alguna vez me dijo, y lo tengo grabado en mi memoria: que lo más importante para él era defender sus derechos dejando una huella positiva en la gente, sino las luchas no valen la pena.
Con este mensaje comienza esta entrevista y su historia ligada al movimiento LGTBI+.
¿En qué momento el movimiento LGTBI+ y sus organizaciones se involucran en la respuesta al VIH?
Al inicio de los 80´s, cuando aparecen los primeros casos de Sida, ya había un movimiento gay que estaba luchando por sus derechos, había un activismo organizado en todo el mundo. Y es a mediados de esa década cuando se ven claramente dos posturas frente a la aparición del VIH; la primera pensaba que no se debería apostar por darle atención para que no se identificara al colectivo con una enfermedad estigmatizada y; la segunda, consideraba que había que sumarse a la respuesta dando apoyo y servicios comunitarios, principalmente al colectivo gay y a los hombres que tenían sexo con hombres (HSH). Con el tiempo, se ha visto que la segunda opción fue una decisión acertada, es decir, seguir luchando por los derechos incluido el de la salud, y más en un momento muy duro, en un contexto de muerte.
En Barcelona, desde donde se lideró gran parte del movimiento, se destacó en esa primera década la figura de Jordi Lozano González, conocido como Jordi Petit, uno de los primeros activistas LGTBI+ de España, quien fue el coordinador del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) en esos primeros años del Sida y también co fundó la Coordinadora Gai-Lesbiana de Catalunya, que fue el paraguas para la formación de varias organizaciones; así surge Gais Positius en 1994, asociación a la que pertenezco desde hace más de dos décadas, y que nació para mejora de la calidad de vida de los homosexuales seropositivos, la normalización social y la no discriminación en los derechos ciudadanos.
Indiscutiblemente, el aprendizaje que nos dejó esa época fue el entender que, un colectivo libre tenía que ser un colectivo sano, un colectivo que pudiera decidir sobre su salud sexual y reproductiva, que tuviera decisión sobre las estrategias y herramientas para salir de esta pandemia que nos estaba matando.
¿Cómo fueron las primeras décadas del VIH?
Dentro del colectivo gay y las organizaciones GLB (siglas utilizadas ese momento) había también un estigma terrible y discriminación hacia las personas con el VIH, ante esa situación, nos reuníamos muchas veces de forma privada y clandestina. Por ejemplo, nos juntábamos a partir de las diez de la noche, cuando ya no había nadie en la Coordinadora Gai-Lesbiana y la confidencialidad del diagnóstico era imprescindible.
Además, eran tiempos duros y tristes porque mucha gente estaba enferma. Era común que, dentro de las organizaciones, llegabas un día, conocías a alguien, charlabas, tomabas un café y a la semana siguiente preguntabas por esa persona y te decían que había muerto a causa del Sida. Aunque quiero destacar que mucha gente no murió por el VIH, sino que murieron por el estigma y la discriminación que sufrieron, muchas personas se suicidaron porque no aguantaron la presión social que existía; fueron rechazados por sus familias, o quizá, si tenían pareja que había muerto, la familia del fallecido les expulsaba del hogar y se quedaban sin nada. Fueron tiempos en donde mucha gente lo pasó muy mal.
¿Cómo y cuándo te involucras en el activismo en defensa de los derechos de las personas con VIH desde un espacio para hombres Gais?
Cuando me diagnosticaron, a principios de los 90, lo que hice inmediatamente fue buscar alguna organización que me ayudará porque necesitaba información, necesitaba saber que no estaba solo y conocer gente para compartir lo que me estaba sucediendo. Al principio no estaba preparado para ser activista, era muy joven, tenía 20 años, por lo que no pasé de que me dieran un diagnóstico positivo en VIH a defender los derechos del colectivo, sino que hubo todo un proceso de aceptación de la situación y aprendizaje comunitario.
Además, al principio, conocer mi diagnóstico fue un shock, no tenía referentes, lo único que se conocía eran personajes de Hollywood como Rock Hudson, el primer caso publicitado de una persona con VIH a mitad de la década de 1980, o el cantante Freddie Mercury, líder de la banda británica Queen y ambos me parecían algo muy lejano, me costaba pensar que había llegado aquí el VIH. Al mismo tiempo, los medios de comunicación hablaban del “cáncer rosa”, de un tipo de castigo divino para todo aquel que tuviera sexualidades disidentes y estilos de vida distintos.
No olvidemos que eran tiempos de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos, quien por ejemplo no pronunció la palabra Sida en público hasta 1987 o de Margaret Thatcher, muy conservadora en sus políticas ante el VIH y el Sida.
Por tanto, me llevó tiempo aprender, formarme y comenzar a trabajar por los derechos de las personas con el VIH porque además eran momentos muy duros y tenía que gestionar todo ese dolor que se vivía. Así que primero fui voluntario y luego activista, dándome el tiempo para formarme y para descubrir mis propias habilidades con el objeto de utilizarlas para cambiar, junto a otras compañeras y compañeros, la difícil realidad que vivíamos.
¿40 años después, se ha avanzado en erradicar el estigma y la discriminación asociada al VIH?
Considero que sigue existiendo la discriminación, de manera diferente pero aún existe, a veces de manera sutil en algunos ámbitos como por ejemplo en el laboral. Durante 4 décadas hemos luchado mucho y conseguido cambiar leyes; sin embargo, siguen existiendo casos de forma vedada y que cuestan demostrar; las personas tienen miedo a denunciar por todo el proceso de revictimización y de dolor que puede comportar.
¿Tras 40 años de respuesta al VIH, qué te gustaría destacar?
Considero que es necesario dar importancia a la época actual en relación al VIH sin olvidar de dónde venimos y cuál es el pasado. Hay que tener conocimiento que hubo personas que sufrieron mucho y trabajaron para cambiar las actitudes de discriminación y las leyes.
Es importante poner en valor todo ese activismo que hubo a finales de los 80 y principios de los 90, tanto aquí como alrededor del mundo. Personalmente creo que debería estar en los libros de historia toda esa respuesta comunitaria que permitió transformar la sociedad y las leyes que no nos permitían ser felices, trabajar y/o vivir con dignidad. Hemos intentado cambiar esa realidad, no sé si lo hemos conseguido, aunque en gran parte creo que sí. Por tanto, tenemos que recordar para no olvidar y no se vuelvan a repetir los episodios de dolor y discriminación.