En esta entrevista, conversamos con Manuel Lencero, Fundador y CEO de Unlimited, una fundación que ha revolucionado la manera en que las empresas abordan el impacto social y la sostenibilidad. Con una trayectoria de más de una década, Unlimited ha sido pionera en demostrar cómo el éxito empresarial puede ir de la mano con un propósito transformador. Manuel comparte su visión sobre cómo el impacto social se ha convertido en una ventaja competitiva, el papel de las grandes corporaciones en apoyar el emprendimiento social, y los proyectos innovadores que están marcando la diferencia en comunidades rurales y sectores clave. Una conversación inspiradora que invita a repensar el modelo empresarial tradicional.
Has redefinido el concepto de éxito empresarial al enfocarte en el impacto social. ¿Cómo nació esta visión y qué desafíos enfrentaste para integrar este enfoque en el mundo empresarial?
Soy la tercera generación de una familia empresaria y, desde lo que aprendí, me contaron y me formaron, siempre entendí que el éxito empresarial estaba vinculado exclusivamente a generar dividendos económicos. Sin embargo, ese enfoque nunca me generó verdadera satisfacción emocional ni felicidad. Comencé a cuestionarme si la empresa no podía tener otros retos más allá de los económicos. ¿Podría ser una vocación de servicio, un instrumento para el bienestar del ser humano y la preservación del ecosistema? Esa reflexión me llevó a replantear todo lo que sabía sobre el mundo empresarial. No entendía por qué la empresa debía limitarse a ganar dinero cuando también podía ser una herramienta para cambiar el mundo.
Fue entonces cuando fundé Unlimited. Desde el principio, quisimos desafiar el concepto tradicional de empresa y éxito, poniendo al ser humano y al ecosistema en el centro de la ecuación. Fuimos, como yo lo llamo, una anomalía: una organización que buscaba transformar la manera en que entendemos los negocios y el impacto social. Y aunque no seguíamos los paradigmas convencionales, para nosotros tenía todo el sentido del mundo.
¿Qué es Unlimited y cómo surgió la idea de crearla?
Unlimited es una fundación cuyo propósito, desde el inicio, fue generar un cambio en la cultura empresarial para que las compañías integraran al ser humano y al planeta en el corazón de su estrategia de negocio. Imaginaba que era posible lograr un cambio sistémico en la economía de nuestro país, creando empresas que fueran mejores para el planeta.
Quise que Unlimited fuera intencionalmente un proyecto filantrópico. Así que comencé diseñando iniciativas que ayudaran a las empresas a cuestionarse todo: ¿son realmente buenas para el mundo?, ¿cómo pueden mejorar su modelo? Hace diez años, lanzamos nuestro primer programa de valor compartido con una farmacéutica. Les propusimos un enfoque innovador: mirar fuera de sus fronteras, aprender de emprendedores de impacto social en el sector salud y, a partir de ahí, cuestionar su modelo, perfeccionarlo y desarrollar nuevos procedimientos, servicios o productos.
Con esto logramos dos cosas. Por un lado, aceleramos startups de impacto social, que en ese entonces eran una rareza, demostrando que podían ser empresas productivas y sostenibles. Por otro lado, ayudamos a las grandes corporaciones a entender que el impacto social no solo es una cuestión de ética o moral, sino también una ventaja competitiva. Les mostramos que integrar el impacto social en su modelo de negocio no solo es necesario, sino imprescindible para sobrevivir en un mercado en constante evolución. Esto fue hace una década. Desde entonces, hemos evolucionado y ampliado nuestra forma de trabajar, creando nuevas iniciativas que siguen persiguiendo el mismo objetivo: generar un cambio cultural profundo en la manera en que las empresas operan en nuestro país..
El proyecto ¡Que Vivan los Pueblos! ha tenido un impacto notable en las comunidades rurales. ¿Qué aprendizajes puedes compartir sobre los efectos que estos programas generan a nivel local y en la sostenibilidad del negocio. A mí me fascinan los pueblos. De hecho, vivo en un pequeño pueblo del Mediterráneo y esa experiencia me permitió entender de cerca los desafíos que enfrenta lo rural en nuestro país. Casi la mitad de los municipios están en vías de desaparecer, y más de 1.800 pueblos cuentan con apenas un habitante. Este fenómeno sigue empeorando. Creo firmemente que, si los pueblos desaparecen, perdemos el corazón de nuestra cultura: se van el legado, las costumbres, las tradiciones… perdemos nuestra esencia.
Nuestra cultura innata está en los pueblos. En cambio, las ciudades, a pesar de mantener algo de esa riqueza, se han homogeneizado por la globalización. Esto me llevó a reflexionar profundamente sobre la urgencia de actuar. En una conversación con MásMóvil, propuse ir más allá de simplemente visibilizar el problema. Usé una metáfora para ilustrar mi punto: “En un plato de huevos fritos con bacon, la gallina está comprometida, pero el cerdo se implica completamente”. Les dije que necesitábamos ser “más cerdos”, es decir, involucrarnos de manera activa y profunda en resolver los retos de las comunidades rurales.
Así nació ¡Que Vivan los Pueblos! Decidimos buscar emprendedores rurales, acelerarlos y darles las herramientas necesarias para que sus proyectos fueran exitosos. Estos éxitos generarían ejemplos a seguir, incentivando nuevos emprendimientos en otros pueblos. La experiencia ha sido increíblemente gratificante. Hemos aprendido, por ejemplo, que el emprendimiento no está limitado a las grandes ciudades. Hay personas con ideas maravillosas que emprenden desde lo rural para lo rural.
Otro aprendizaje clave es que las iniciativas exitosas generan ecos. Es decir, un proyecto puede inspirar y detonar nuevas iniciativas en otros lugares, ayudando no solo a evitar la despoblación, sino a repoblar los pueblos y revitalizarlos. Nuestro objetivo no es que los pueblos simplemente sobrevivan, sino que vuelvan a ser el motor cultural y social de nuestro país.
Creo que ¡Que Vivan los Pueblos! está abordando un reto sistémico: la pérdida de lo rural. Insisto, si dejamos que los pueblos desaparezcan, estaremos perdiendo algo fundamental de nuestra identidad como país. Este proyecto, además de ser emocionante, es una apuesta por el futuro, por conservar nuestro alma cultural y construir un modelo más sostenible para las generaciones venideras.
Has impulsado proyectos con un “doble balance” económico y social. ¿Cómo mides el impacto social de estos proyectos, y qué métricas consideras fundamentales?
En Unlimited utilizamos una metodología basada en una tesis de impacto. Esta tesis define claramente qué impacto queremos generar con cada proyecto, establece un sistema de control y un sistema de gestión. Esto nos permite medir, actualizar y gestionar la información de manera precisa.
Para nosotros, todo gira en torno a esta tesis de impacto. Si algo no se puede medir, es como si no existiera, porque sin medición no podemos evaluar ni actualizar nuestras acciones. Este enfoque no solo nos ayuda a mantenernos fieles a nuestro propósito, sino que también asegura que estamos generando un cambio real y tangible en aquello que queremos transformar.
Creemos firmemente que el impacto social no es solo un complemento, sino una parte esencial del éxito empresarial. Como mencionabas, es posible y necesario que el beneficio social y el éxito económico vayan de la mano. Nuestro sistema de medición nos permite no solo soñar con cambiar las cosas, sino hacerlo de manera concreta y efectiva.
Mencionas que el éxito empresarial puede y debe ir de la mano con el beneficio social. En un contexto donde muchas empresas aún priorizan el retorno económico, ¿cómo convences a los líderes empresariales de integrar el impacto social en su estrategia de negocio?
Creo firmemente que el impacto social es una ventaja competitiva evidente. No se trata solo de moral o ética empresarial, ni de un enfoque de «buenismo». Es un valor estratégico que puede posicionar a las compañías de manera única. De nuestra experiencia de más de 10 años y lo que hemos aprendido en el sector, hemos identificado tres pilares clave que definen la competitividad y resiliencia de una empresa.
El primero es la retención y captación de talento. Las generaciones más jóvenes, especialmente los menores de 30 años, buscan trabajar en empresas que sean transparentes, respetuosas y comprometidas con el impacto social y medioambiental. Según un informe de Forética, muchos estarían dispuestos a aceptar un 15% menos de salario con tal de trabajar en compañías con valores sólidos. Sin talento, simplemente no hay empresas.
El segundo pilar es la preferencia de los consumidores. Hoy en día, los usuarios valoran marcas responsables y están menos dispuestos a comprar productos de compañías que no demuestren compromiso social o medioambiental. Si una empresa no conecta con sus clientes en estos aspectos, corre el riesgo de perder relevancia en el mercado.
El tercer pilar es el acceso al capital y la financiación. Los grandes fondos de inversión ya integran variables de impacto social en sus algoritmos de evaluación. Si una empresa no cumple con los estándares de sostenibilidad, probablemente quedará fuera de las opciones de financiación. Sin clientes, sin talento y sin acceso a capital, es muy difícil construir una compañía sostenible en el tiempo.
Creo que estamos viendo un cambio en las corrientes de pensamiento empresarial. Antes de la pandemia, muchas empresas se enfocaban únicamente en los rendimientos económicos y los dividendos para los socios. Hoy, cada vez más líderes entienden que el impacto social y medioambiental debe estar al mismo nivel que la rentabilidad económica. O eres parte del cambio, o simplemente no vas a sobrevivir.
La fundación Unlimited ha apoyado a más de 120 startups con un enfoque de impacto. ¿Cuál es el perfil de emprendedor que buscas y qué cualidades consideras esenciales para liderar este tipo de empresas?
En Unlimited hemos apoyado a más de 120 startups en los últimos 10 años, y para nosotros es imprescindible que tengan un ADN claro de impacto social positivo. No buscamos modelos oportunistas que generen impacto solo como un efecto colateral. Queremos proyectos cuya estrategia esté diseñada específicamente para generar un cambio real y medible, y que además sean sostenibles económicamente. Es decir, cuanto mayor sea su impacto positivo, más beneficios económicos deberían generar como consecuencia, no como fin principal.
También buscamos equipos comprometidos, liderados por personas dispuestas a darlo todo por su proyecto. Necesitamos emprendedores resilientes, capaces de superar cualquier obstáculo. Como suelo decir, alguien dispuesto a «vivir bajo un puente» si es necesario para sacar adelante su idea. Este nivel de liderazgo y determinación es crucial.
Un dato que me enorgullece es que más del 86% de las startups que hemos acelerado siguen activas, un porcentaje muy superior al del emprendimiento tradicional, donde menos del 20% sobreviven. Esto demuestra que los proyectos con impacto social tienen una fuerza y una resiliencia únicas. Estas personas no solo están emprendiendo para generar ingresos, sino para resolver problemas sociales y medioambientales, y eso hace toda la diferencia.
De todas las startups que han pasado por Unlimited, ¿hay alguna que te haya marcado especialmente?
Lo cierto es que me cuesta elegir, porque todas tienen algo especial. Es un problema, pero también una suerte, porque realmente me apasiona lo que hago. Cuando estás tan involucrado en un proyecto que se convierte en tu vida, no es cuestión de decidir si lo dejas o no: simplemente no puedes abandonar algo que está tan ligado a ti.
Recuerdo muchos proyectos preciosos, pero uno que siempre menciono es SORBOS. Es la idea de Víctor Manuel, un emprendedor al que admiro muchísimo. Él trabajaba en un bar y empezó a darse cuenta de la cantidad de pajitas de plástico que utilizaba a diario. Investigó y descubrió que, solo en Estados Unidos, se consumen miles de millones de pajitas de plástico cada día, la mayoría de las cuales terminan en los océanos, ya que son difíciles de reciclar. Se planteó una pregunta sencilla pero revolucionaria: «¿Por qué no crear una pajita biodegradable y comestible?» Y lo hizo.
De hecho, SORBOS fue una de las primeras pajitas biodegradables y comestibles del mundo. Con un solo gesto, Víctor logró erradicar una costumbre dañina para el medioambiente y transformar su idea en una compañía multimillonaria. Su impacto no solo está en los océanos, sino también en la conciencia colectiva, mostrando que estas soluciones son escalables. Actualmente, tiene iniciativas en países como China y Estados Unidos, lo que demuestra que las empresas de impacto social pueden ser enormemente exitosas tanto a nivel medioambiental como económico.
En Unlimited, hemos acelerado 48 startups en el sector salud, beneficiando directamente a cerca de un millón de personas. Pero lo más emocionante es el dato global: a través de todas las iniciativas que hemos apoyado, hemos impactado en la vida de aproximadamente cinco millones de personas. Para mí, esto es lo más valioso: saber que, a través de estos proyectos, estamos cambiando vidas y construyendo un futuro mejor.
Tu iniciativa de agricultura regenerativa en Bolulla Valley es innovadora. ¿Qué te motivó a invertir en este proyecto?
Bolulla Valley nació de una motivación muy personal. Como mencioné antes, vivo en un pequeño pueblo, y ahí me di cuenta del gran desafío que enfrentan estas comunidades. Mi pueblo, por ejemplo, pasó de tener 700 habitantes hace 50 o 60 años a apenas 120 en la actualidad, una cifra que sigue disminuyendo. Para mí, si los pueblos desaparecen, se pierde una parte esencial del alma de nuestro país, por eso sentí la necesidad de intervenir.
Mi forma de ayudar fue generar actividad económica en el pueblo. Sabía que eso podía captar y retener talento, además de revitalizar la economía local. Aunque no soy agricultor (nací en Madrid), me puse a analizar las oportunidades que ofrecía el campo. Así llegué al aguacate ecológico. Es un producto con una demanda creciente en Europa, superior al 14% anual, y nuestro país no alcanza ni a cubrir el 8% de esa demanda. Los cítricos, en cambio, son inviables: las naranjas de España no se pagan lo suficiente, y los agricultores no pueden siquiera mantener sus fincas. Pero con el aguacate vi una oportunidad real.
Como siempre, desarrollé una tesis de impacto para este proyecto: ¿Qué quiero lograr? ¿Cómo podemos afianzar la población, atraer más personas a vivir en el pueblo y generar actividad económica sostenible? Con esa visión, levantamos un fondo y actualmente gestionamos 22 hectáreas de aguacates ecológicos, utilizando prácticas de agricultura regenerativa.
Los resultados han sido sorprendentes. Los aguacates españoles que producimos, frescos y recolectados directamente del árbol, no tienen comparación con los que pasan 30 o 40 días en contenedores llenos de etileno. Desde el punto de vista ecológico y de huella de carbono, nuestros aguacates son una mejor opción, pero lo más importante es su calidad: son mantecosos, nada fibrosos, y simplemente increíbles.
Estoy muy contento con cómo está evolucionando este proyecto. Además de los resultados económicos y sociales, creo que estamos generando un ejemplo que puede replicarse en otros pueblos. Si logramos inspirar a otras comunidades a iniciar iniciativas similares, estaremos contribuyendo a un cambio estructural que puede revitalizar lo rural en nuestro país.
Dices que «el impacto social es la nueva innovación». ¿Cómo crees que evolucionará el concepto de éxito en las empresas en los próximos años?
Voy a contar algo curioso. Hace poco, un amigo me dijo: «Hace 10 años llegaste con un discurso que el mercado no estaba preparado para asumir, y ahora, después de una década, comienza a tener sentido. Es el momento de contarlo». Me hizo reflexionar sobre cómo ha cambiado la percepción del impacto social y hacia dónde vamos.
Para mí, el próximo paso natural es que las empresas realmente crean en el impacto social, no como algo impuesto por regulaciones o estrategias de ESG, sino como una convicción profunda. Necesitamos líderes y compañías que digan: «Mi negocio será medido y valorado por el impacto que genera». Aunque esto está ocurriendo de manera modesta, estoy convencido de que es el futuro.
Pero el horizonte que veo más allá del impacto social es lo que llamo la revolución del ser. Hemos vivido una revolución tecnológica, estamos inmersos en una revolución de impacto, y ahora estamos a las puertas de algo más profundo: una revolución centrada en el ser humano. Esto implica poner al individuo en el centro de todo, sanar nuestras relaciones con nosotros mismos y con nuestro entorno, y, a partir de ahí, construir organizaciones mejores, más conscientes y regeneradoras.
Sin embargo, hay algo que echo en falta. No veo en las empresas ni en el gobierno líderes verdaderamente inspiradores: personas honestas, comprometidas y aspiracionales. Y creo que para avanzar en esta dirección, necesitamos reencontrarnos con nuestro propósito vital, ser más coherentes y cuidarnos más. Solo así podremos crear organizaciones capaces de transformar el mundo desde su núcleo.
Las nuevas generaciones me dan esperanza. No es lo mismo un CEO de 45 años que uno de 29. Los más jóvenes tienen una visión diferente, más clara y alineada con estas ideas. Ellos entienden que, al sanar uno mismo, se puede sanar también a los demás. Esto no era tan evidente para mi generación, donde cosas como el reciclaje se veían como algo exótico. Pero intento mantenerme firme en mi visión de que el futuro estará liderado por una conciencia más elevada.
Ojalá vea esta transformación en los próximos diez años. Creo que vamos en la dirección correcta, aunque queda mucho por hacer. El impacto social, combinado con una revolución personal, es el camino hacia un modelo empresarial y social verdaderamente innovador.
Desde tu experiencia, ¿qué papel juegan las grandes corporaciones en apoyar el emprendimiento social, y qué beneficios puede obtener una empresa al trabajar con Unlimited?
Creo que las grandes corporaciones tienen un papel fundamental en incorporar nuevas corrientes de pensamiento en sus estrategias. Hacerlo les permite innovar de manera más efectiva, generar cambios culturales resistentes y construir organizaciones más resilientes. Esto no solo beneficia a su gente y cultura, sino que también las ayuda a cuestionar si sus modelos realmente generan un impacto profundo y positivo. Como consecuencia, estas empresas se vuelven más competitivas y enriquecen su propuesta de valor.
Además, las corporaciones deben estar dispuestas a aprender continuamente. Una compañía que cree que ya lo sabe todo está condenada al fracaso, aunque no lo sepa. Cuestionarse permanentemente es clave, no solo como organización, sino también como individuos. Esta capacidad de reflexión es una de las mayores riquezas para adaptarse a los cambios y sobrevivir a las incertidumbres del futuro.
Desde Unlimited, llevamos más de 10 años desarrollando proyectos y programas que muestran a las empresas cómo utilizar el impacto social como una ventaja competitiva. Les ayudamos a entender que el impacto no es solo una cuestión de responsabilidad, sino también una palanca para generar dividendos. Y lo hacemos desde un enfoque que yo llamo «la pureza absoluta». No somos una consultora; somos una fundación que cree profundamente en lo que hace.
Para explicar esto, siempre utilizo una metáfora: si tuviera que emprender una expedición, elegiría ir con alguien como Ernest Shackleton. Él no fue un conquistador oportunista, sino un líder humano que sobrevivió contra viento y marea porque su propósito era parte intrínseca de su vida. En Unlimited, trabajamos con esa misma filosofía. No nacimos para aprovechar una oportunidad de negocio, sino porque creemos que tenemos la responsabilidad de generar un cambio sin precedentes en la forma en que las compañías entienden y enfrentan sus negocios.
Nuestra misión es ayudar a las empresas a construir un modelo que no solo genere más negocio, sino que lo haga cuidando al ser humano y al planeta. En esencia, buscamos un impacto positivo que beneficie a todos los actores implicados.