Empecemos afirmando algo que no conviene olvidar, la ley de la empresa es perseguir el beneficio; pero tampoco conviene olvidar que esta ley no dice que las empresas deban de perseguir el beneficio de cualquier modo. Las empresas buscan el beneficio satisfaciendo necesidades humanas y satisfacer necesidades humanas obliga a las empresas a preocuparse por el futuro.
Los romanos decían salus publica suprema lex entendiendo salus como salud, pero también como salvación. Una empresa que quiera salvarse se preocupará por su futuro, ya digo, y aquí es donde hace su aparición la sostenibilidad. En 1987, una comisión encabezada por la primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland puso el foco, precisamente en las necesidades humanas. Esta comisión elaboró un informe, Nuestro futuro común, para la ONU donde enfrenta y contrasta el desarrollo económico actual junto con la sostenibilidad ambiental, con el objetivo de analizar, criticar y replantear las políticas de desarrollo económico en un mundo globalizado. El informe utilizó el término desarrollo sostenible, definido como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. Comprometer las necesidades de las futuras generaciones es comprometer el futuro y si las empresas se quedan sin necesidades que satisfacer mal, entonces, pueden perseguir el beneficio.
Mi añorado amigo, el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Justo Villafañe, definió la reputación como el reconocimiento que los grupos de interés de una compañía hacen de su comportamiento corporativo. Mezclando sostenibilidad con reputación podemos afirmar que el comportamiento corporativo de una compañía puede ser o no ser sostenible y que un comportamiento corporativo sostenible puede ser o no reconocido. Justo también nos dijo que, existen numerosos estudios empíricos que certifican que existe una alta correlación entre reputación y rentabilidad. Por lo tanto, una empresa con un comportamiento sostenible y reconocido por los grupos de interés es una empresa reputada; y una empresa reputada es una empresa rentable. Perseguir el beneficio de manera sostenible y conseguir el reconocimiento de nuestros grupos de interés aporta reputación a la empresa y, por la tanto, beneficios.
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