Las evaluaciones a gran escala en la educación básica mexicana, son parte de un modelo para la evaluación del sistema educativo nacional, por lo que deben considerarse algunas variables contextuales tomando como base los estudios de factores asociados al logro estudiantil, así como también los procesos inherentes a la prestación del servicio educativo, los resultados obtenidos y los resultados deseables en concordancia con el proyecto de nación impulsado como criterio. Y de esta manera, se valoraría si los resultados se deben a las políticas y los programas (evaluación de impacto) si cumplen con los propósitos para la cual fueron creados (eficiencia) haciendo uso óptimo de los recursos (eficacia).
¿La necesaria e impostergable transformación del sistema educativo mexicano es cuestión de visiones o de procedimientos? Quienes se encargan de la definición de las políticas públicas, los tomadores de decisiones, los investigadores, los educólogos, el magisterio, las organizaciones gremiales, los educadores, docentes, académicos, la sociedad en general coinciden en la necesaria e impostergable transformación del sistema educativo mexicano.
Este hecho tiene que ver con la diversidad de visiones. Es decir, cómo concebimos a la educación y para qué fines la necesitamos. El asunto de fondo es el rumbo o hacia donde se encauzaría y la forma en cómo debería de hacerse. No esperemos que los cambios los implemente el Estado, como parte de la currícula, busquemos el cambio en los alumnos para contrarrestar la “uniformidad despersonalizante” con base en la formación humanista del docente. La reforma de la sociedad se inicia desde el individuo mismo. El docente no debe quedarse a la zaga, la trascendencia de su misión se lo exige.
Una educación de calidad es relevante cuando los contenidos responden adecuadamente a lo que el individuo necesita para desarrollarse como persona –intelectual, afectiva, moral y físicamente- y para desempeñarse en los diversos ámbitos de la sociedad –el político, el económico, el social. Sin embargo, implementar y desarrollar esta visión educativa implica todo un reto, porque nos encontramos ante escenarios políticos inéditos en la vida del país y se hace necesario definirlos, caracterizarlos y enmarcar las luchas sindicales ante ellos. De lo contrario, se dejaría de responder a las expectativas de los representados. Se corre el riesgo de profundizar un incipiente desencanto.
Los líderes sindicales deben reorientar su papel para afrontar las nuevas realidades educativas individuales, aúlicas, escolares y sistémicas. Las políticas públicas en materia educativa debieran moldear el cambio educativo. Las políticas públicas debieran sentar las bases para una educación en concordancia con la sociedad actual. Para ello es imprescindible impulsar y proponer nuevas políticas públicas en materia educativa.
Más allá de este contexto político y sindical, también se espera la intervención y valoración de todos los actores que hacen posible el sistema educativo mexicano. El vértice de la pirámide lo conforman los tomadores de decisiones (policy makers) representados por los funcionarios de la administración pública, denominados mandos superiores, Secretario, Subsecretario y Directores de área o sus equivalentes.
Bajo este panorama, todos los actores involucrados en la educación básica mexicana, tanto autoridades educativas, funcionarios, padres de familia y los propios alumnos, son los responsables de la conducción de la actividad educativa y del aprendizaje. En este sentido, la formación de los docentes resulta insuficiente para resolver los asuntos inherentes a su práctica. Los avances de la ciencia y la tecnología así lo demandan. También, es necesario abordar el ejercicio profesional desde otras perspectivas pedagógicas. Las nuevas tendencias en formación de docentes, y de otras áreas, son modelos curriculares a distancia con una plataforma tecnológica, computacional o informática, y, en otros casos, son una mixtura de presencial y a distancia.
Es ahí donde el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y el Caribe (CREFAL), ha enfocado muchos de sus esfuerzos a través de su vocación de “Formación de formadores”: en cambiar las perspectivas de los involucrados directamente en la educación, de los encargados de tomar decisiones en el ámbito educativo, por ejemplo, con su Maestría en Políticas Públicas para el Desarrollo Social y la Gestión Educativa, dirigida a personalidades en los distintos planos de Gobierno y personas interesadas en estos temas, para que lo aprendido en la Maestría, tenga un impacto tangible en las comunidades o países y ayuden a un desarrollo equitativo y justo.
Es impostergable la mejora educativa porque está en juego, nada más y nada menos, que nuestro futuro como nación y sociedad. La evaluación de aprendizajes a gran escala es una forma de generar una vasta información acerca del nivel de logro educativo de los estudiantes, pero también ha puesto en evidencia la necesidad de trabajar en la formación de los docentes para discriminarla. La evaluación –bien realizada– puede ser una herramienta de cambio de enorme potencial. Si los sistemas educativos perfeccionaran los distintos tipos de evaluación que ocurren a diario, ello tendría un enorme impacto en el sistema educativo.
Quisiera tener la certeza de un interés genuino de toda la sociedad por una educación acorde a nuestros tiempos y de una verdadera revolución educativa. La transformación de un sistema educativo es gradual y progresiva. No hay soluciones mágicas sino la conjunción de esfuerzos. Tener una visión de futuro claro y trascendental. Contar con los instrumentos de política pública idóneos, con el compromiso ético y moral de todos los actores y sectores involucrados. Es un asunto de enorme relevancia para nuestro país y en ello está empeñado nuestro futuro como Nación.