El mal gobierno, con su tolerancia al capitalismo entre amigos e incluso a la especulación y la corrupción; el pensamiento de corto plazo, la falta de un pensamiento estratégico y el gran vacío de un verdadero liderazgo en todos los sectores, sigue abonando en no lograr un mundo sostenible y próspero para todos nosotros. Todas estas deficiencias deben ser recuperadas y los desequilibrios que las causan deben de ser corregidos si quisiéramos asegurar nuestro bienestar a largo plazo.
Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Qué medidas tomar? En primer lugar, el gobierno, las empresas y la sociedad civil deben respetar plenamente la realidad de que sus perspectivas están interrelacionadas y de que son mutuamente dependientes. Por ejemplo, en los negocios, no puede ser un poder en sí mismo, aislado de las consideraciones de bienestar ecológico y comunitario; los valores éticos y morales no pueden estar subordinados a los intereses y beneficios de corto plazo.
Incluso Adam Smith reconoció que los mercados libres no dan automáticamente mecanismos eficaces de buen gobierno y rendición de cuentas. En pocas palabras, el libre mercado por sí mismo y no siempre, deberá servir al bien común, pero este mecanismo tampoco impedirá siem-pre las conductas corruptas. Pero la mejor solución a estas deficiencias no consiste en echar por la borda la moderna economía de libre mercado en sí, sino volver a institucionalizar los valores que hicieron que este sistema, fuera tan exitoso.
Los Principios Universales de Empresa Responsable se originaron como una iniciativa de la Mesa Redonda de Caux y fueron desarrollados para ser coherentes y adaptables a todas las tradiciones culturales y religiosas, tales como la lealtad del cliente, la productividad de los empleados, la calidad del proveedor, la solvencia de la comunidad, la aprobación, y las externalidades ambientales. Estos principios apoyan una visión de largo plazo que genera el valor total de una empresa, y este debe ser reflejado en el balance de la sostenibilidad (documento que debe ser integrado y administrado).
Como parte de la propuesta, recomendamos un cambio de pensamiento en donde la dirección de una empresa debe tratar de alejarse de los pensamientos egoístas y de corto plazo que son destructivos, y adoptar un pensamiento realineado más inteligente y con visión de largo plazo. Por lo tanto, la mentalidad política, los negocios y la comunidad deben pasar de una preocupación con el crecimiento cuantitativo a una preocupación por la calidad y la sostenibilidad del crecimiento.
Tal vez el equilibrio de suficiencia, en lugar del exceso, debiera de ser nuestra meta. La clave de estos retos consiste en preguntas fundamentales e interrelacionadas:
- ¿Cómo pueden los riesgos en las partes interesadas ser reforzados por parte de los deberes esenciales?
- ¿Cómo podemos hacer que la ética, la sociedad, el medio ambiente, la gobernanza y la gestión de riesgos, se conviertan en los temas principales en la educación de los líderes y políticos actuales y futuros?
- ¿Cómo podríamos apoyar y animar a que las utilidades y los mercados financieros se reformen?
- ¿Cómo se pueden modificar las estructuras de recompensas para evitar que se incentive el corto plazo?
- ¿Cómo podemos modificar el comportamiento de los consumidores para que cambien su poder adquisitivo, alejado de un comportamiento sostenible, de forma que se pueda financiar el crecimiento sostenible, incorporando los principios de suficiencia, y que se convierta en norma para las empresas y la sociedad?
Para hacer frente y responder a estos profundos desafíos, las principales empresas, la sociedad civil, los académicos, los que formulan las políticas y los grupos reguladores deben trabajar juntos. Proponemos iniciar un proceso global de consulta para este fin, lo que lleve a una cumbre mundial que permitirá trazar las políticas y reformas necesarias para reformar la economía de mercado global.