A diario nos encontramos por todos lados con noticias e indicadores desalentadores para el país: corrupción, abusos de poder, inseguridad, explotación desmedida de los recursos naturales y contaminación de los mismos, carencias en salud y falta de una educación de calidad. Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), México es uno de los países con mayor desigualdad social y esto es un gran riesgo para nuestro país, porque puede romper el tejido que une a la sociedad. Se calcula que 73.8% de la población, es decir, 86.6 millones de mexicanos presenta una o más carencias sociales en diferentes ámbitos. Frente a este escenario es imperante actuar para mejorar la situación del país, ya que si no hacemos nada los problemas probablemente se agudizarán.
Pero a pesar de que tenemos claro este planteamiento, estos problemas rebasan la capacidad del Gobierno para resolverlos. Ante la imposibilidad del Gobierno, otro camino que ha existido en los últimos años para combatir estos problemas, es a través de las organizaciones no gubernamentales (ONG), pero este tipo de organizaciones salvo honrosas excepciones cuentan con escasos recursos para lograr realmente incidir con un alto impacto en beneficio de la sociedad. Finalmente, están las empresas, que si bien las prácticas de Responsabilidad Social cada vez están tomando un rol más importante dentro de estas, la realidad es que sus esfuerzos están concentrados principalmente en generar riqueza para las organizaciones, quedando la Responsabilidad Social en la mayoría de los casos en un plano secundario.
Entendiendo cómo funcionan nuestras organizaciones de manera general frente a los problemas que aquejan a la sociedad, nos damos cuenta de que tienen que surgir nuevos modelos de organizaciones que se enfoquen principalmente en generar valor a la sociedad y puedan ser autosustentables. Ya sea desde una ONG que pueda generar sus propios ingresos con actividades directamente relacionadas con su objeto social o a través de una empresa en donde su objetivo principal sea el lograr un beneficio en la sociedad y la generación de riqueza sea una consecuencia. Es aquí donde entra la figura de los emprendedores sociales, hombres y mujeres que generan valor social, tienen propuestas innovadoras, hacen mucho con poco y se han atrevido a asumir el riesgo.
En la actualidad ya tenemos varios ejemplos de emprendedores sociales que nos inspiran porque apostaron por entregar su trabajo para los demás y demostraron que el emprendimiento social no es solamente un modelo viable, sino en muchos de los casos exitoso y, sobre todo, nos han demostrado que estos emprendedores han logrado encontrar su plenitud a través de la vocación de servicio a los demás. Este no es un concepto nuevo, pero sí es un modelo novedoso para jóvenes que tienen la inquietud de trascender a través de poder transformar para bien la vida de los demás.
Tenemos que impulsar este tipo de emprendimientos cada quien desde sus posibilidades. Nosotros en Fundación GAP, entendiendo la importancia de impulsar este tipo de emprendedores, hemos realizado un convenio con el ITESM campus Guadalajara y estamos trabajando con alrededor de 70 líderes sociales para generar una ‘Generación de Empresarios Sociales’, permitiéndoles generar ideas innovadoras y disruptivas que podrán ser maduradas y validadas hasta convertir dichas iniciativas en un modelo de negocios sustentable y generador de valor. Nuestra meta es terminar el año con 10 empresas sociales operando que generen valor a la sociedad.