El uso del agua está presente en diferentes momentos del proceso de una prenda. El primero de ellos es la producción, la cual se divide en distintas etapas: primero el riego de la materia prima, luego el uso para crear una prenda. Por ejemplo, los jeans, populares en México y el mundo, demandan alrededor de 7 mil 500 litros de agua, equivalente a la cantidad de líquido que bebe una persona promedio en 7 años, de acuerdo con la ONU.
Del mismo modo, durante la fabricación existe el proceso de tintura, donde los casos de contaminación en cuerpos de agua son diversos. En México, una serie de estudios realizados por el Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM a habitantes de San Martín Texmelucan, Puebla, detectaron enfermedades graves causadas por contaminantes que se arrojaron al Río Atoyac por multiples industrias en la región. Una de ellas es la textil, la cual derramó un colorante utilizado para el teñido de la mezclilla llamado “índigo” y una sustancia usada para blanquear, llamada hipoclorito de sodio; éstas reaccionaron químicamente con otras vertidas dentro del río y crearon cloroformo.
Una vez en uso, las prendas que salen del clóset también entran al lavado. Algunas de ellas están elaboradas con fibras sintéticas como el poliéster, acrílico y nylon. Según la organización Sustain your Style, El 52% de nuestra ropa contienen poliéster, ésta liberan microplásticos a cada lavada, estos residuos llegan al océano, contaminando la fauna marina.
Alternativas como la economía circular se crean para satisfacer demandas con lo que ya existe; esto a su vez trae otros beneficios como menores costos, oportunidad laboral y desde luego un beneficio ambiental.
“A veces cuando nos hablan de ‘pequeñas acciones’, hay personas que piensan que eso no tendrá una gran repercusión, pero deben mirar más allá, pues hoy no sólo es una o dos personas reusando ropa, sino millones, y conforme más seamos los que pertenecemos a la circularidad, mayor tamaño tendrá el impacto positivo tanto en las finanzas, como en el ambiente”, agregó Cecilia Ollero, Country Manager de GoTrendier en México.
La última etapa del proceso es el desecho, un punto en el que está la ropa de uso que terminó su ciclo, así como miles de prendas que nunca fueron adquiridas. Éstas no sólo terminan en cuerpos de agua, sino también en el aire, ya que suelen ser quemadas. En este sentido, un kilo de ropa genera 1.36 kilos de dióxido de carbono, más contaminante que quemar carbón o gas natural.
“Seamos un agente de cambio, compremos artículos de moda a conciencia, prioricemos la calidad, ya que se transforma en un negocio a largo plazo, hoy la usamos, se queda con nosotros un tiempo y el día de mañana seguirá en buen estado para circular, la ganancia podrás dedicarla a un artículo nuevo y así sucesivamente. La moda de segunda mano no puede ser la única solución, por ello exhortamos hoy y siempre a los diferentes reguladores a echar un vistazo al proceso de desecho de las fábricas, pero también a incentivar el diseño bajo upcycling o priorizar fibras del ambiente como hoy ya sucede con la piel de nopal o de mango. Todos podemos contribuir”, indicó Ollero.
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